Servicio Social (4)

Francisco Castro

Jugando ajedrez.  Foto: Caridad
Jugando ajedrez. Foto: Caridad

Después de varios días de peloteo de una oficina a otra de Radio Progreso, y de una discusión bastante desalentadora con el Jefe de Programación de la emisora, en la que me enteré de que mi servicio social consistiría en mirar cómo se realiza un programa de radio, sin intervenir en el proceso creativo, la jefa de Recursos Humanos de la emisora comenzó el papeleo de mi contrato.

Un par de dudas la asaltaban, mi carné de identidad con dirección de Santiago de Cuba, y el salario que debía pagarme, el mínimo de un director, 320 pesos en moneda nacional. La primera duda le preocupaba porque, obviamente no se había estudiado la ley 268; la otra, porque le parecía demasiado dinero para un recién graduado.

Comencé a asistir a las grabaciones de los programas que dirige la tutora que me asignaron, que es además profesora de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, lo que me garantizaba un óptimo completamiento de mi aprendizaje, y un pronto acercamiento al trabajo activo, a partir de un trato al que llegamos: gradualmente me iría haciendo cargo de la dirección de los programas, primero de los ensayos, luego de la grabación.

Al tiempo que comenzaba mi trabajo en la emisora, comenzaba también el trabajo con la que fue mi tutora en la tesis de graduación.  Ella me había invitado a trabajar en un cuento que realizaría para la televisión, y yo había aceptado gustoso ser su director asistente.  Afortunadamente no se creó ningún conflicto, ya que ambas tutoras se pusieron de acuerdo para que yo pudiera realizar ambos trabajos.

Al tercer día de asistir a la emisora me llaman del departamento de Recursos Humanos de la emisora. La jefa, con mucha pena, que me pareció sincera, me devolvió todos mis papeles y me dijo que me anulaban el contrato hasta que no resolviera el tema del cambio de dirección.  Me dijo que tenía que ir al departamento de Recursos Humanos de la Radio Cubana y hablar con la jefa.

Esta noticia coincidía con las vísperas de mi cumpleaños.

Francisco Castro

Francisco Castro: Todo se vuelve más simple cuando uno cruza la línea de los treinta años. Que no significa que sea más fácil, sino más bien, todo lo contrario. Ahí estoy yo, del otro lado de la línea, tratando de averiguar, con lo poco que sé de arte, política, economía…, vida, cómo seguir sin romper algunos juramentos que parecían esenciales, cómo no claudicar, cómo hacer de los años vividos, un faro hacia el futuro.

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