Servicio Social (3)

Francisco Castro

Atardecer en la Habana.  Foto: Caridad
Atardecer en la Habana. Foto: Caridad

A finales de agosto fui a la oficina de Recursos Humanos del Ministerio de Cultura, para asesorarme sobre lo que debía hacer para contratarme en la emisora, teniendo en cuenta mi residencia en Santiago, mi ubicación en Radio Progreso, y la Ley 268.

Sin dejarme terminar, la señora que me atendió me dijo que no me preocupara por eso, que lo que yo iba a hacer era servicio social, y que con eso no había ningún problema, que quizás más adelante, cuando me fueran a hacer contrato permanente, debía averiguar.

Esta respuesta me dejó dudas, pero enseguida pasaron a otro plano por el hecho de que las boletas de ubicación del ICRT aún estaban en aquella oficina, pues el encargado de ir a buscarlas no lo había hecho aún. La señora que me atendió me pidió que las llevara yo, y esta tarea sui géneris sepultó las dudas que su respuesta apresurada hizo aflorar.

Hay quien afirma que las primeras impresiones marcan el resto del desarrollo de lo que sea que comienza. Si yo asumiera esta filosofía me vería apremiado a no volver más a la emisora donde me ubicaron para cumplir con mi servicio social.

Días después de haber entregado las boletas en la oficina de Capacitación del ICRT, fui con Ana María para empezar los trámites del contrato. Allí, el capacitador nos recibió con un chiste, quizás para congraciarse, pero que nos dejó muy mal sabor. Nos preguntó si éramos palestinos.

Yo, completamente serio le respondí:

— Ninguno de los dos somos palestinos, ella es de Alquízar, y yo de Santiago de Cuba.

— A ti te deben estar esperando por allá –me dijo.

— No, yo estoy ubicado aquí, en Radio Progreso.

— Ah, entonces ya tú debes tener tu carné limpio, ¿verdad?

Yo sabía que se refería al cambio de dirección, pero ese tono burlón, discriminatorio y de superioridad me tocó de forma tan violenta y negativa, que no pude evitar responderle con desdén que mi carné siempre había estado limpio.

A partir de ahí empezó una discusión bastante embarazosa, él argumentando sobre la necesidad de hacer el cambio de dirección para que me pudieran contratar, y yo refutando con la nueva ley.

Este primer encontronazo, aunque violento, no me preparó para lo que vino después.

Francisco Castro

Francisco Castro: Todo se vuelve más simple cuando uno cruza la línea de los treinta años. Que no significa que sea más fácil, sino más bien, todo lo contrario. Ahí estoy yo, del otro lado de la línea, tratando de averiguar, con lo poco que sé de arte, política, economía…, vida, cómo seguir sin romper algunos juramentos que parecían esenciales, cómo no claudicar, cómo hacer de los años vividos, un faro hacia el futuro.

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