Restaurante Nuevo, El Mismo Trato

Osmel Almaguer

Foto tomado en La Habana por Caridad
Foto tomado en La Habana por Caridad

Mi amigo Jorge me invitó a almorzar en un restaurante que abrieron recientemente cerca de donde trabajamos. Dijo que está muy bueno y bastante barato.  Yo quería creerle, pero es que cada vez que escucho la palabra “barato” algo malo pasa.

Si me compro unos zapatos “baratos” (de 20 CUC aproximadamente, y pienso en que mi salario mensual no llega a 20 CUC) se rompen en menos de un mes. Nosotros nos pasamos la vida tratando de comprar cosas que duren mucho y que valgan poco, pero la mayoría de las veces es al revés.

Con la invitación de Jorge sucedió lo mismo.  Al llegar al restaurante, que no tenía pinta de que allí se vendiera comida, sino más bien de un almacén, dudamos un poco. Había una larga cola. La entrada estaba sucia. Yo me preguntaba: “¿qué tipo de restaurante es este?”

Por suerte la cola comenzó a avanzar y pudimos entrar repentinamente. Adentro tiene aire acondicionado y una gran cantidad de mesas que no conté, pero creo que serían como 40.

La gente hablaba alto. Los manteles estaban sucios. Los dependientes se demoraban en atendernos. Hasta nos obligaron a sentarnos junto a dos personas que no conocíamos. Y nosotros lo permitimos.

Creo que hay una gran equivocación en muchos sectores de nuestra sociedad a la hora de tratar al público, y las personas, que a veces tienen donde acudir para reclamar y a veces no, que a veces saben a donde acudir pero no tienen fe en la justicia, y que a veces creen que así se deben comportar las cosas porque no conocen otra realidad, lo aceptan casi todo pasivamente, como nosotros esa tarde.

Observando y escuchando a nuestro alrededor, pudimos percibir que se trataba de uno de los comedores que se planea instaurar para sustituir los comedores obreros, próximos a desaparecer.

De pronto vino un dependiente y nos lanzó la carta casi en el rostro profiriendo la frase: “Esto es lo que hay.” “Sí, ya veo lo que hay, el mismo maltrato y mediocridad de siempre, si eso es ahora que comienza, cómo será cuando lleve unos meses.” Pensé en voz baja.

La carta estaba compuesta por cinco tablas. Arroz, frijoles, jamón, vianda hervida en el primero. Fricasé de cerdo en lugar del jamón en el segundo. Un octavo de pollo en el tercero. Tortilla de papa y congrís en el cuarto y enchilado de pescado con sopa del mismo producto en el quinto. Los precios oscilaban entre los 7 y los 15 pesos.

Me decidí por el No. 2. El arroz estaba crudo. El fricasé era casi todo hueso y pellejo. Como tenía mucha hambre comí todo con avidez.

Jorge tuvo que comer su fricasé sin cuchillo. Por mucho que lo solicitó nunca llegó. Los precios han sido diseñados en base a los quince pesos que nos van a pagar en sustitución del almuerzo obrero, que es subsidiado por el Estado.  Las condiciones en las que comeremos también han sido diseñadas en base a esos quince pesos.

osmel

Osmel Almaguer: Hace poco solía identificarme como poeta, promotor cultural y estudiante universitario. Ahora que mis nociones sobre la poesía se han modificado un poco, que cambié de labor y que he culminado mis estudios ¿soy otra persona? Es usual acudir al status social en nuestras presentaciones, en lugar de buscar en nosotros mismos las características que nos hacen únicos y especiales. Que le temo a los arácnidos, que nunca he podido aprender a bailar, que me ponen nervioso las cosas más simples y me excitan los momentos cumbres, que soy perfeccionista, flemático pero impulsivo, infantil y anticuado, son pistas para llegar a quien verdaderamente soy.

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