Por estos días de fin de año

Erasmo Calzadilla

Algunos niños y niñas del barrio.
Algunos niños y niñas del barrio.

Estos días de fin de año ando recogido en casa y aprovechando para leer de nuevo  literatura de ficción que hace rato no tocaba.  Empecé con la novela “Un mundo Feliz” de Aldoux Huxley, una distopía poco conocida en nuestro entorno, o al menos no tanto como su descendiente, 1984, el clasicón de Orwell.

La estoy disfrutando muchísimo, además de que me enseña nuevas palabras como por ejemplo “hipnopedia”; con ella nombraré  a partir de ahora el procedimiento, de uso tan extendido en nuestras escuelas, de hacer a los chicos repetir día tras día ciertos mantras hipnotizantes que van fijando una visión del mundo.

Otra palabra que actualizaré es “Sucedáneo,” la usaré para referirme al invento  que bajo el nombre de Filosofía y Sociedad se enseña en todas las universidades cubanas.

Y como con un solo libro a la vez no me lleno, aunque esté bueno, de postre ando consumiendo el best seller “Entrevista con el Vampiro,” de Annie Rice, libro que jamás hubiera osado abrir si un loquito que me es de fiar no me lo hubiera recomendado con énfasis.

Voy por la mitad, pero ya puedo decir que no me arrepiento de haber conocido las intimidades de tal piquete macabro de chupasangres, tipos sensuales e interesantes que me hacen reflexionar sobre la vida y la muerte mucho más que los textos serios sobre esos temas que de rutina rumio.

Días de fin de año son para mí, por otro lado, días tristes, pues se arma por esto lares una especie de festival ébrico en cuyo ceremonial cumbre se apuñala el corazón de un puerco a sangre fría.

Los angustiados chillidos de la víctima resaltan entonces, y me imagino que sea parte de la gracia, en un fondo musical estridente, repetitivo, banal, agresivo y pegajoso que se cuela amelcochado hasta en el más aislado de los rincones.

Pero no todo es tristeza en estas jornadas: Por las tardes aprovecho para atender un solar yermo cerca de casa, lugar donde unos soñadores sembramos hace un tiempo pichones de árboles con la esperanza de que un día aquel lodoso herbazal se convirtiera en el parque que le falta al Eléctrico.

Para mi sorpresa ahora cuento con una entusiasta pandilla de chiquillos que me persigue para que los lleve a trabajar al “parque.”  Aunque estos críos que menciono miden menos de una cuarta, trabajan duro para su edad sin que nadie los obligue: deshierban, riegan las planticas y en fin, que sin mucho esfuerzo ni metatranca se apropiaron del proyecto y nada puede hacerme más feliz.

Y cierro la historia de manera alegre, contando que en estas invernales noches de fin de año recibo a menudo la visita de ciertos yuntas, gente en compañía de la cual y por mucho que me empeñe, me es difícil sentirme solo: de Irina Echarry, otra bloguera del HavanaTimes y nueva adquisición entre los amigos, y de Julito Lazcano, viejo consorte de andanzas y de muelas que un día nos dejó para ir a probar suerte en otras tierras.

Julito está de vuelta por unos pocos días después de mucho tiempo, pero como si hubiera sido ayer la última vez que lo vi, ya retomamos por donde iba la interminable y filosófica discusión que de siempre mantuvimos.

Bueno, pues eso es algo de lo que hago en este fin de año, y ojalá que todos los que leen esto y los que no, la pasen igual de bien.

Erasmo Calzadilla

Erasmo Calzadilla: Qué difícil me resulta introducirme en público; lo he intentado muchas veces pero no me sale. Soy más menos lo que aparento en mis post, añada algunas cualidades impresentables y revuelva; con eso debería bastar para un primer acercamiento. Si quiere profundizar un poco más pídame una cita y espere respuesta.

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