Más sobre la gastronomía en Cuba
Yusimi Rodriguez
HAVANA TIMES, 17 dic. — En un trabajo anterior contaba los trabajos que pasa un trabajador de la gastronomía estatal en el país para realizar su trabajo. No es un caso aislado. La atención y la calidad de los productos que se ofertan en las unidades gastronómicas del estado dejan que desear, a pesar de que hay que reconocer que ha mejorado en relación con la década de los noventa.
Pero aún están muy por debajo de los establecimientos dónde se consume en divisas o en las llamadas cafeterías particulares. Esta comparación resulta casi siempre inevitable para los clientes.
Los sueldos en el sector gastronómico tampoco resultan estimulantes para los trabajadores y se ha convertido en una práctica normal despacharle al cliente menos de la medida que establecen las empresas, para poder negociar con lo que sobre. Esa es la principal “búsqueda” de un trabajador en gastronomía. ¿Serán estas las consecuencias de políticas erradas que se asumieron en el pasado?
La ofensiva de 1968 y sus consequencias
El 13 de marzo de 1968, cinco meses después de la muerte del Che en Bolivia, Fidel Castro anunció una «ofensiva revolucionaria» contra «los últimos vestigios del capitalismo y de la moralidad burguesa». Previamente, a partir de 1959, se habían llevado a cabo las nacionalizaciones de grandes empresas norteamericanas en el país, y se había promulgado La ley de Reforma Agraria.
Pero la ofensiva revolucionaria perseguía el objetivo de construir en Cuba «el verdadero comunismo». En el comunismo los medios de producción deben ponerse en manos de los trabajadores, que hasta ese momento solo eran dueños de su fuerza de trabajo y por tanto debían trabajar por un salario, que además era mínimo, y soportar largas jornadas laborales.
En las 24 horas que siguieron al 13 de marzo del 68, se nacionalizaron o clausuraron 58.012 zapaterías, relojerías minúsculas, barberías, viejas imprentas, puestos de fritangas, pequeños comercios y hasta hornos de carbón. Los trabajadores cubanos, que como he dicho, hasta ese momento solo poseían su fuerza de trabajo… continuaron poseyendo solo su fuerza de trabajo, ya que todos los medios de producción pasaron a ser propiedad del Estado.
Pero de esta forma el Estado también adquirió una carga. Tal vez no fue muy evidente durante los años ochenta, porque todavía disfrutábamos de cierto desahogo económico, gracias al comercio con el desaparecido campo socialista. Los establecimientos estatales estaban surtidos de mercancías a precios asequibles para el pueblo.
El gobierno no tuvo más remedio que permitir trabajo por cuenta propia
Pero ya en la década del 90, con la llegada del llamado Periodo Especial, cada vez había menos que ofertar en cafeterías y restaurantes. Un conocido, que en aquella época se desempeñó como administrador, me contó su experiencia.
Los directores de las empresas les decían que ellos tenían que ser administradores aptos para las circunstancias del Período Especial; tenían que buscar la forma de abastecer las unidades y resolver el transporte para trasladar lo que consiguieran, sin molestar en la empresa, porque esta no podía encargarse de esos problemas
Al gobierno no le quedó más remedio que permitir el trabajo por cuenta propia; no solo para cubrir aquellas necesidades que El estado no podía, sino como fuente de empleo. Las personas recibieron licencias para abrir pequeños establecimientos gastronómicos, para realizar artesanía por cuenta propia, arreglos de efectos electrodomésticos, etc. Pero el Estado ha continuado controlando gran parte de los establecimientos gastronómicos pequeños que también se conocen como gastronomía popular.
El periódico Granma, Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC), cuenta desde hace casi un año, con una página dónde los lectores tienen la posibilidad de debatir y ofrecer criterios sobre la realidad cubana (siempre sin hacer ninguna crítica frontal al gobierno o al sistema). Esta página se incluye en las ediciones de los viernes.
Soltar la carga
En la del día 27 de noviembre, un compañero revolucionario y además miembro del PCC, recuerda como apoyó en su momento la Ofensiva Revolucionaria. Años después comprendió que el Estado había adquirido una carga. Este compañero aboga en estos momentos porque el Estado deje de apadrinar la actividad gastronómica pequeña y que los gastronómicos conviertan en trabajadores por cuenta propia a los que el Estado no tenga que suministrarles la mercancía que van a ofertar, ni pagarles un salario.
Comparto su opinión de que a ellos, el Estado podría venderles productos a un precio más bajo que a la población, ya que ellos comprarían al por mayor; y esto les permitiría obtener una ganancia en su trabajo, sin necesidad de vender sus productos elaborados a precios tan altos que al final afectarían a la población.
Considero además que el Estado podría alquilar, a un precio no muy alto, los locales para que estos gastronómicos por cuenta propia realicen su trabajo, y podrían ser los mismos que se destinan actualmente a la gastronomía popular; pero ahora el Estado no tendría que suministrar la mercancía ni pagar un salario.
El Estado tampoco tendría que preocuparse del robo o desvío de recursos. Al trabajar por cuenta propia el trabajador se convierte en dueño del medio de producción y no va a robarse a sí mismo.