Los niños luchan el baro*

Regina Cano

Niña cubana.  Foto: Caridad
Niña cubana. Foto: Caridad

En mi anterior escrito, “Un juego no tan nuevo”, tenía la intención de contarles una historia sobre el mismo tema, pero con diferente narración, pero les confieso que me dio tanta pena ver a este niño dedicar angustias y adrenalina en exceso a este tipo de cosas que sentí mancharle con la crítica.

Ah!, los niños; esas esponjas; esa materia blanda lista para ser cambiadas.

Así llegamos a esta vida, sin miedos, sin frustraciones, sin violencia, sin dioses, sin idiomas y nuestros primeros contactos son imitativos, de observación, con el reflejo como resultado, incluyendo el evadirse.

Tal vez por todo esto la fantasía; para alimentar la cual se trabaja afanosamente en este mundo; se convierte para muchos infantes en la salvación, porque les ayuda a equilibrar su entorno o como paralelo al mundo de los adultos, en el que a veces sufren las irresponsabilidades siendo generalmente las víctimas.

Pues en mí país los niños son iguales a otros del planeta y también han estado inmersos en nuestras mismas transformaciones de ambiente social.

Y a pesar de que los padres cubanos han sacrificados mucho en los últimos 15 años, para que a sus hijos no les falte comida, zapatos, ropas, meriendas y utensilios para la escuela y hasta juguetes, nunca es suficiente para la necesidad de otras por cumplir, a veces condicionadas por el Comercio y la Industria del Entretenimiento.

De esta manera, para tiempos duros, lo que fueron pequeños tratos de canjes en el pasado, han ido derivando en una creciente oferta y demanda; en un mercado donde todo tiene valor monetario, usado como referente cuando el dinero no está, haciéndose un gran reciclaje para la satisfacción de todos.

En este mercado actual las bolas o canicas valen 10 bolas un peso, 100 bolas 30 0 40 pesos, un juego de 34 cartas 50 pesos y cada una de ellas tienen un valor que sumado también lo sobrepasa.  Y así entran en la lista los patines, los trompos y papalotes por temporadas y territorios, hasta chicles y caramelos.

Para los mayorcitos el negocio incluye palomas, patinetas, cajas de bolas (rodamientos), MP3, memorias flash, videos juegos y vaya usted a saber hasta donde llegan sus posibilidades.

Y aunque algunos de estos artículos pasan de moda, por ser tradicionales y por el empuje de la tecnología que va ganando poco a poco a este país; el cual mantuvo por mucho tiempo un canal estrecho a la entrada de muchas cosas; el mercado de compra y venta entre menores es definitivamente fructífero.

Porque ellos logran lo que quieren; materialmente hablando; pero al final irá quedando un saldo para una sociedad futura de un largo camino de angustias, hecho a golpes de estrategias bien o mal pensadas, que tal vez nos de mejores mercaderes, pero con la merma de un buen por ciento de la alegría para vivir el disfrute de las pequeñas cosas, sin ciertas responsabilidades, que a esta edad debía darles la infancia.

*Baro: Una de los nombres populares con que se denomina el dinero.