Los “Tavos”

Caridad

Tavo es el diminutivo de Octavio.

Como el ICRT hace bastante rato que hizo mínima su producción de telenovelas, en estos meses repiten un policial famoso hace unos años: “Día y Noche”.  En esta serie hay un personaje conocido como EL TAVO, que es un agente de la PNR que suele infiltrarse en las filas de la oscura delincuencia cubana de la década del 90.

Antes, aquí, a los que solían “soltar la lengua”, “echar para adelante”, traicionar (o como quiera que se le llame al acto de denunciar a un semejante) los conocíamos como CHIVAS (por ese animalito que dice Beeee escandalosamente) o chivatos.  Desde que el Tavo se coló en las pantallas de nuestro TV, agregamos su nombre a los sinónimos del chiva.

Hay varios detalles que llaman la atención de ese personaje y de la serie en general.  Por un lado, como aquella famosa novela de “El hombre que fue jueves”, en casi todos los capítulos aparece un nuevo Chiva, o sea, un agente encubierto.  Es decir, uno que parecía ser delincuente ya no lo es, ha resultado ser un policía.

Así, de capítulo en capítulo, va dando la ligera sensación de que apenas hay 2 ó 3 delincuentes en La Habana.  El resto son chivatones.  (Para ser Chiva no hay que pertenecer a la PNR, muchas veces son personas que tienen sus profesiones y realizan este “trabajo” voluntariamente).

Resultado: ni te muevas, ni mires para los lados, que cualquiera es de la Seguridad.  Algo así ha sucedido desde que tengo uso de razón.  A la hora de decir nuestras opiniones miramos primero a nuestro alrededor porque “aquí cualquiera es de la Seguridad”.  Eso es lo que hemos aprendido y hemos incorporado como algo casi natural.

Por estos días el personaje de El Tavo tiene un dilema moral: ha encontrado, en el nuevo grupo de delincuentes entre los que se infiltrará, a su mejor amigo de la infancia y juventud.

Es mi amigo, es un buen tipo; se lamenta Tavo.

– que ya no piensa igual que tú – es la respuesta de su jefe-enlace.

No importa la amistad.  No puede haber amistad si no piensan de modo similar.  O sea: tiene que haber un pensamiento único, una única opinión, un único modo de ser.  Un único Dios.

¿De qué se trata esto, de judaísmo patriarcal?

¿Qué pensamientos viajan por dentro de una persona que finge no ser quien es, o cree ser?

¿Cómo puede alguien hacer creer a otro que es su amigo, que puede contar con él, cómo puede incluso, inducirlo a hacer o decir cosas que lo llevarán a la cárcel, solo para cumplir su misión?

¿Podrá enseñar a sus hijos el sentimiento de la amistad, tan ensalzado por nuestro Héroe Nacional José Martí?  ¿Tendrá capacidad para confiar en otra persona a la que pueda llamar amigo?  ¿Hasta qué punto puede llegar a ser víctima de su propio juego?

Cuando estamos en presencia de un Chiva no queda más remedio que sentir desprecio, incomodidad, pena.  Pero si es joven, y si está vinculado a la cultura resulta desconcertante y muchas veces increíble.

Pero ahí también los tenemos.  Jóvenes, bellos y de entretenida prosa.  Sirviendo o dejándose ser usados vaya uno a saber por cuáles causas.

De antemano está la idea insertada desde que nacemos:”cualquiera puede ser…”  Se supone que de ese modo desconfiemos, nos neguemos a decir lo que no se desea escuchar, intentemos alejarnos de los que intentan llamar demasiado la atención, porque eso de llamar la atención puede resultar absurdo, peligroso, traicionero.

Los métodos para la traición son muchos.  Para la manipulación otros tantos.  El Tavo nos los enseña, nos atemoriza a la vez.  Pero eso no quiere decir que no podamos descubrir el resto.

Como dijo alguien últimamente, el mejor método de un Tavo, aparte de llamar la atención, es dividir.

Saquemos cuentas.