Pedro Campos y otros compañeros
HAVANA TIMES, 10 de nov. — Esto se escribe con amargura, hubiéramos preferido no tener que hacerlo; pero los principios éticos y revolucionarios no permiten otra alternativa.
Hemos venido advirtiendo el creciente distanciamiento entre los órganos de dirección administrativa del país y el pueblo en general, a causa de las erradas políticas económicas y sociales de las últimas décadas y de la ausencia de un verdadero diálogo entre las fuerzas revolucionarias y en el seno de todo el pueblo.
Una revolución que no desemboque en la entrega del poder real, el de la economía y las decisiones todas, que los afectan, a los trabajadores y al pueblo, termina irremisiblemente en su contrario, reprimiendo a la izquierda y al propio pueblo, como se demostró en los fallidos intentos socialistas del siglo XX en Europa y Asia.
Últimamente, graves errores de la burocracia están acelerando la descomposición política del ambiente y la propia división en el seno de las fuerzas revolucionarias.
Ningún revolucionario verdadero está dispuesto a apoyar la reversión de la Revolución ni la restauración del Capitalismo privado, sea desde las filas de la derecha o desde la burocracia. Tampoco puede estar de acuerdo en reprimir con violencia a los que simplemente expresen un pensamiento distinto, o a los que pacíficamente deseen exponer sus puntos de vistas, aunque no coincidamos con ellos.
“Cuando vinieron a buscar un comunista, nadie salió; cuando vinieron a buscar a un judío, nadie salió; cuando me vinieron a buscar a mi nadie salió”: ocurrió en la Alemania fascista.
“Puedo no estar de acuerdo con lo que dices, pero estoy dispuesto a defender con mi vida, tu derecho a decirlo.” Ha sido una máxima revolucionaria en todos los tiempos.
Las acciones del enemigo y la oposición deben ser rechazadas correspondientemente. A la violencia contrarrevolucionaria no queda otra alternativa que responder de la misma forma. Pero la sobrerreacción, como responder en el plano violento acciones pacíficas, ha demostrado en la práctica, ser contraproducente y virarse contra quien lo aplica.
Los que así pensamos, no podemos estar de acuerdo con acciones represivas contra personas que desean manifestarse pacífica y públicamente aunque no compartamos sus posiciones e ideológicamente las combatamos sin cuartel.
Dos razones principales llevan a desaprobar estas acciones de represión contra la oposición pacífica.
1-Aceptarlas impasiblemente implica ser cómplice de la violación del derecho humano sagrado a la libre expresión, de profunda raigambre en la propia historia revolucionaria cubana. Fidel, Camilo y el Che desde la Sierra nos enseñaron a respetar al adversario y evitar la violencia innecesaria. Y desde el Manifiesto de Montecristi, Martí estableció los principios éticos del trato a la oposición.
2-Estas acciones solo sirven para fortalecer a quienes están dirigidas, darles la razón a las acusaciones sobre violaciones a los derechos del pueblo cubano, afectar la imagen internacional de la revolución y complicar más aún, la ya difícil situación política interna.
Los que quieren borrar los colores de la vida y ponerlo todo en blanco y negro, los que actúan violentamente sin necesidad, están sirviendo a los enemigos de la Revolución, están ayudando a consolidar a las figuras que combaten.
Rechazar la violencia innecesaria no denigra la postura revolucionaria y comunista, al contrario: la dignifica.
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