Iyabó: El camino de… (II), La realidad se impone

Regina Cano

En el tratamiento al Iyabó que debe tener el individuo consigo mismo, se debe considerar no tomar el sol directamente sobre su piel de recién llegado sobre todo a mediodía, porque la muerte pasea a esa hora, aunque se supone que el sol es un regalo de Olofi; ni mojarse con la lluvia o entrar en contacto con el sereno (aire nocturno), porque la noche es trágica y mala. No deben estar entre multitudes, pues son vulnerables; ni dormir totalmente a oscuras.

Ellos reciben un nuevo nombre que se mantiene en secreto, pues pueden dañarle con el uso del mismo.

Seguir el camino del Iyabó lleva la obligación de poseer el Libro de Ifá, que contiene las recomendaciones para él indicadas durante la iniciación (una semana), el cual acompañará a la persona durante su vida y funge como Biblia. Este Libro se consulta “en las buenas y en las malas,” pues sus enseñanzas deben recordarse y tenerse en cuenta para cada hacer diario.

El santificado también tiene deberes sociales, como mantener la buena intención con los familiares más cercanos; no propiciar discusiones, ni participar en ellas y respetar incondicionalmente a su madrina o padrino.

Pues gentes, como siempre ocurre entre los humanos, cada regla tiene su violador y el irrespeto general a las tradiciones, tanto como la pujanza de una vida acelerada y llena de vicisitudes hacen que; además de los que velan por el buen cumplimiento de estas; existan un buen número de iniciados que no temen a las consecuencias que se les avecinarían si no cumplen con lo pactado o negocian, con la intermediación de sus padrinos, prebendas de sus santos que les mejoran el sacrificio.

Usted va por las calles viendo como las modas influyen en lo que fue un vestir tradicionalmente humilde de los vestidos de blanco (la pureza).

Ahora se acompañan de gorras Nike y otras con brillos, aunque blancas o audífonos rojos y negros  para sus MP3.

Luchan por subir en una guagua, abriéndose paso entre la multitud o  se les descubre; sentados; disfrutando de una película en un cine.

Todo contrario a lo dictaminado para aquellos que debieran estar en retiro espiritual,  cubiertos por el velo protector de los que están en la “gracia” de los dioses a quienes rinden culto.

Algunos comen una comida prohibida a ellos, sin ninguna vergüenza y  proclaman con ingenuidad a los cuatro vientos que sus tripas reciben otra y no esta que paladean y extrañan tanto, como si sus dioses no tuvieran el poder que ellos dicen reconocerles de Omniscientes, Omnipresentes y Omnipotentes.

Por ejemplo; mi vecina permitió que todo su ritual fuera fotografiado y puesto en video, para que su hermana en España lo viera. Y así me vi alertando a otro vecino; en un almacén de Cemento; para que el sol a las 12 meridiano no lo iluminara, porque lo había olvidado siendo un Iyabó de 6 meses de ungido.

Es una pena ver la manera en que todas las cosas que nos definen y han vivido con nosotros por siglos se banalizan y sufren una transformación ir rescatable. Y aunque existan Babalawos conscientes de lo dañino que pueden ser estas prácticas para la futura salud de la Regla Ocha, se ven atados de pies y manos ante lo que devora poco a poco una religión aún despierta.

Regina Cano

Regina Cano:Nací y he vivido durante toda mi vida en La Habana, Cuba, la isla de la que no he salido aún y a la cual amo. Vine a esta realidad un 9 de Septiembre. Mis padres escogieron mi nombre por superstición, pero mi madre me crió fuera de la religión que profesaba su familia. Estudié Contabilidad y Finanzas en La Universidad de La Habana, profesión que no desempeño por ahora y que decidí cambiar por hacer artesanías, algo de cerámica y estudiar un poco sobre pintura e Inglés. Ah! Sobre la foto; me identifico con los preceptos Rastafari, pero no soy una de ellos, solo tengo este gorro que uso de vez en cuando, pero les aseguro que no tenía una foto mejor.

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