Irina Echarry
La cajetilla de cigarros en primer plano, blanca, roja y azul. Un grupo de muchachos alegres tomados de las manos, al fondo unas letras que dejan claro su intención de venta: Soy Compañía.
Si algo distingue a cada una de las generaciones que conviven en la isla, además de la falta de fe en un futuro mejor, es la soledad. Los cubanos y cubanas no escapamos del angustioso vacío que vive dentro de cada ser humano de este mundo adverso.
Ya sé que habrá muchos que piensen que tengo una visión amarga y deprimente de la vida, pero es normal que frente a la incomprensión, la frustración de los deseos o la falta de comunicación con el otro nos sintamos solos.
Si a eso le sumamos la realidad que en que vivimos: Ancianos abandonados al acto de sobrevivir.
Hombres y mujeres enajenados en la batalla de “resolver” el día a día; adolescentes sin esperanzas ni ilusiones; niños que piensan en un presente -futuro mal inducido por los adultos, adornado con dogmas arcaicos.
Entonces, lo que antes era un espacio emocional o mental donde repensar las ideas, recrear sentimientos y mirar hacia otro lado en un acto de introspección, se convierte en una crisis existencial perenne dominada por interrogantes que no encuentran respuestas.
Los que tienen mayor fuerza de voluntad se cuestionan qué hacer para cambiar. Aún así, ese cambio, una vez contraída la enfermedad (la soledad) es difícil que se produzca. ¿O es congénita?
Para colmo de males, esa propaganda que mencioné al principio recorre las paredes de varios establecimientos comerciales. Se trata de la marca de cigarros Popular.
Es un horror que se juegue de ese modo con la salud física y emocional de las personas. ¿Acaso la solución para la soledad es tan sencilla y tan nociva como fumar? Cuántos jóvenes se dejarán llevar por esas letras blancas y acudirán en masa a comprar el producto.
El creador de esa publicidad sabía muy bien lo que hacía, quizá le hayan pagado un buen precio por dirigir su intención a un punto débil, pero olvidó el sentido de responsabilidad que debemos tener unos con otros.
No solo incita a dañarse la salud, como dicen todas las cajetillas de cigarros, sino te informa que jugando con los pulmones puedes salvar el ama o el espíritu, estar en paz. Sentirnos acompañado es una meta que muchos no logramos y no creo que sea por falta de nicotina.
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