Apuntes sobre el problema racial en Cuba

Pedro Campos

El problema del racismo era y es esencialmente un problema de Poder.  Foto by Elio Delgado
El problema del racismo era y es esencialmente un problema de Poder. Foto by Elio Delgado

HAVANA TIMES, 23 nov. — He tenido la oportunidad de participar en algunos espacios donde se ha tratado el problema del racismo en Cuba.  El último fue el pasado 18 de noviembre en la Catedral Episcopal de la Santísima Trinidad, a invitación del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar A. Romero, donde un panel de expertos integrado por Gisela Arandia, María Ileana Faguada y Luis Carlos Marrero, abordaron el problema desde el punto de vista histórico y sus relaciones con las Iglesias Católicas y Protestantes.

Luego intervinieron varios de lo invitados aportando valoraciones y datos sobre los temas, los que fueron tratados a profundidad, en forma amplia y multilateral.  No solo se habló del fenómeno y sus causas, también de sus eventuales soluciones.

A continuación resumo los tres aspectos concretos a los que hice referencia en mi breve intervención, como asistente:

1- El problema del racismo era y es esencialmente un problema de Poder, especialmente en el sentido del Poder como elemento de decisión y capacidad de acción.  Los que tienen el poder de discriminar a alguien, son los que pueden discriminar, porque –sencillamente- disponen de poder para ejercer la discriminación.  De manera que la existencia de la jerarquía y la concentración del poder, condicionan la posibilidad de que exista discriminación.

El poder diseminado, el poder repartido y especialmente el poder económico y político repartido y socializado, eliminaría las condiciones que  posibilitan la discriminación racial, u otras.

2- El racismo tuvo y tiene una base económica. Su origen en Cuba está en la horrenda esclavitud. En las guerras por la independencia, hubo una relación de 9 negros por cada blanco que participó y cayeron más; pero esa minoría blanca, en su mayoría era proveniente de las clases que detentaban el poder económico y eran dueños de esclavos y los negros eran los esclavos.

La independencia trajo la eliminación de la esclavitud clásica, pero no eliminó la explotación de los negros, pues dio paso al gran desarrollo de la esclavitud asalariada, a donde fue a para la mayoría negra.  También con la independencia, los blancos siguieron mayoritariamente perteneciendo a las clases económicamente más poderosas, y los que habían sido hacendados dueños de esclavos pasaron a ser terratenientes que explotaban a aparceros, precaristas y obreros agrícolas, y a dueños de centrales azucareros y otras industrias que explotaban trabajo asalariado.

La Revolución del 59 nos trajo el derrocamiento de la tiranía, nuevas esperanza de libertad, la nacionalización de las propiedades de los imperialistas, de los terratenientes y de la burguesía nacional, una revolución cultural, un proyecto de socialismo y posibilidades iguales de desarrollo para todos los cubanos.

Pero la nacionalización de la tierra y las industrias se quedaron en la estatización y no avanzaron en la socialización, pues la propiedad, el poder y las decisiones todas quedaron concentrados en el estado y su aparato burocrático, mientras que el trabajo asalariado, la nueva esclavitud, continuó siendo la forma predominante de la organización de la producción.

Mantener el trabajo asalariado y la propiedad concentrada en el estado reprodujo, de una manera sui géneris, las viejas estructuras burocráticas, jerárquicas y discriminadoras del capitalismo.

Se creyó que eliminando los problemas formales de la discriminación racial y dando posibilidades de desarrollo a todos por igual, sería suficiente para posibilitar el acceso igual de negros y blancos a la cultura, los cargos de gobierno y de dirigentes políticos y empresariales y eliminar así las diferencias raciales, sin cambiar el sistema de explotación de la fuerza de trabajo.

Pero los que antes eran asalariados, las grandes mayorías negras, fundamentalmente, y una minoría blanca, siguieron siendo asalariados.  Al aparato del estado ingresaron principalmente compañeros que provenían de las clases que habían tenido más acceso a la cultura, a la educación en general, donde lógicamente predominaban los blancos.

Mientras se mantenga primordialmente el sistema estatista asalariado con sus formas jerarquizadas, mientras exista la división social entre los que dirigen y los que trabajan, mientras la propiedad no esté verdaderamente repartida por igual entre todos los cubanos, las tierras, las fábricas, los centros de producción y servicios todos; mientras los medios de producción –el poder real- no estén en manos directa del pueblo, de los trabajadores en cada lugar, en cada municipio y mientras no sean éstos los que decidan allí,  democráticamente, cómo se gestiona la producción y cómo se distribuyen los ingresos, se mantendrán las condiciones materiales objetivas para que continúe la discriminación, por la sencilla razón de que seguirá existiendo el poder burocrático con capacidad de decisión independiente, fuera del pueblo y de los trabajadores, fuera de las mayorías negras; y el poder, recordar, es el que puede discriminar.

3- Los problemas desiguales no pueden resolverse con política igualitarias. Cuando ya existen diferencias sociales y económicas, hay que desarrollar políticas diferenciadas, desiguales, para poder resolver esas diferencias. Y eso pasó con los negros.  Los negros, por ser descendientes de esclavos primero y luego de esclavos asalariados mayoritariamente, siempre han estado en desventaja.  Viven en su mayoría en los barrios más insalubres y menos dotados de las condiciones de vida modernas, sus viviendas son de menor calidad, han tenido históricamente menos acceso a las Universidades, a las carreras científicas y técnicas, son los que menos propiedades tuvieron y hoy, como todos, negros y blancos asalariados incluidos, seguimos sin ser dueños de nada en concreto, sin nada que nos garantice el futuro más allá de nuestra fuerza de trabajo, que puede ser empleada o no según el burócrata de turno, y es pagada según lo estime la burocracia.

La igualdad para desiguales, no es justa, no es igualdad. A los desiguales, en este caso a los negros, hay que tratarlos diferenciadamente. Hay que darles mayores oportunidades de todo tipo, vivienda, educación, trabajo y acceso a la propiedad individual y colectivamente, si queremos realmente eliminar las condiciones que favorecen la discriminación.  Hay que hacer planes y políticas dirigidas específicamente a mejorar las condiciones de vida de los negros.  Y no se trata de “regalarles” nada, sino de darles acceso a lo que históricamente se ganaron con su participación en las guerras patrias y en la conformación de la nacionalidad cubana.

Cuba no debe, no puede olvidar que tiene una gran deuda histórica con los negros.  Fueron ellos  los que mayor, ampliamente mayor, cuota de vidas, sangre, sudor y lágrimas aportaron a nuestra independencia.