“La República asediada”

Armando Chaguaceda

“Esta sentencia abre las compuertas para la entrada de una cantidad de dinero ilimitada procedente de intereses especiales en nuestra democracia. Concede a los grupos de presión nuevos motivos para gastar millones de dólares en publicidad para que los cargos electos voten a su favor o para castigar a aquellos que no lo hagan.  Hará más difícil que se aprueben las leyes guiadas por el sentido común, porque incluso las entidades foráneas tendrán permitido inmiscuirse en las elecciones.”

La denuncia no proviene de voces socialistas como las de Noam Chomsky o Howard Zinn, tampoco de liberales de la estirpe de John Rawls o Richard Rorty.  El presidente Barack Obama ha hecho la dramática aseveración la pasada semana, al aprobar la Corte Suprema, por cinco voto contra cuatro, el fin de las barreras legales al financiamiento empresarial a las campañas políticas.

Llamado que recuerda las perennes amenazas a la República, reveladas en la postrera alerta de Eisenhower sobre el poder creciente y oculto del Complejo Militar Industrial y en los magnicidios de Lincoln y Kennedy.

Año tras año, elección tras elección, vemos crecer el poder de influencia del dinero en la política estadounidense. En las campañas electorales de 2008 -en especial en las presidenciales- se gastaron unos 6.000 millones de dólares, de ellos más de 1.000 millones procedentes de grupos de presión y organizaciones privadas.

Ello se suma a un panorama de contribuciones subrepticias, a la vitalidad del sistema de puerta giratoria (que permite el reciclaje continuo entre los mundo empresarial y político), al notorio activismo de los lobbystas del petróleo, las armas, las medicinas, el tabaco. Y repercute en el bloqueo reaccionario de las reformas migratoria y de salud, con el apoyo egoísta (e ignorante) de vastos sectores medios.

Todo transcurre en los enrevesados predios de la sociedad y cultura norteamericanas.  Un sistema político conservador, carente de izquierda política, con circuitos electorales arcaicos, ideología mesiánica y racista.

Flanqueado por una sociedad civil dinámica, nutrida por el activismo comunitario y un amplio ejercicio de los derechos ciudadanos.  Acompañados por una prensa tan capturada por monopolios como representativa de voces disidentes, con equipos de cabilderos que defienden los desafueros de las corporaciones y bufetes de abogados que asesoran movimientos y causas ciudadanos.

Siempre enfatizamos que Alexis de Tocqueville ponderó la vitalidad y protagonismo del asociacionismo estadounidense, fertilizado en un país donde la ausencia del régimen monárquico y la sociedad aristocrática hicieron germinar la cultura política republicana.

Convendría también recordar las denuncias de Mark Twain, José Martí y John Dos Passos sobre el espíritu corruptor del capital, empeñado en amordazar la beligerante voz de la opinión pública.

La derrota simbólica y electoral  del proyecto neoconservador, encumbrado en los mandatos de Bush Jr, parece comenzar a revertirse en los actuales reveses de la administración demócrata. En un estado que combina, como la antigua Roma, una República doméstica y un Imperio mundial, los limites son inestables y pueden desdibujarse.

Algo queda en evidencia: el Imperio, militarista y plutocrático, acecha una República de ciudadanos que jamás ha podido desplegar, a conciencia, su potencial de virtud.

Armando Chaguaceda

Armando Chaguaceda: Mi currículo vitae me presenta como historiador y cientista político.....soy de una generación inclasificable, que recogió los logros, frustraciones y promesas de la Revolución Cubana...y que hoy resiste en la isla o se abre camino por mil sitios de este mundo, tratando de seguir siendo humanos sin morir en el intento.

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