La contrarrevolución auténtica contra la utopía socialista

Por Pedro Campos

HAVANA TIMES, Jan 1 — La contrarrevolución auténtica no se oculta para manifestarse abiertamente contra la utopía socialista:

“No. No es posible. No se puede, en las condiciones actuales, desarrollar en gran escala el cooperativismo, la autogestión y la consecuente democratización de la sociedad. No existen condiciones objetivas ni subjetivas, primero tenemos que desarrollar el capitalismo, dejar que los capitales nacionales y extranjeros nos desarrollen el país, nos vuelvan a modernizar la industria azucarera y toda la otra industria, los puertos y las comunicaciones, pues necesitamos una clase obrera fuerte y organizada.

“Además, el imperialismo está ahí mismo, él podría apropiarse de las cooperativas y las empresas autogestionadas fácilmente y aprovecharse de la democratización para cambiar a los dirigentes históricos y poner en el poder, de nuevo, a la vieja oligarquía.”

Los que así se expresan, y por ello no ocultan su aproximación al nuevo imperialismo chino, no engañan ya ni a los niños de primaria. En todo caso al imperialismo, que es uno solo, se pinte de azul, amarillo o rojo, le sería muy fácil apropiarse de las pertenencias del estado, que es de “todos” pero del que, en verdad, solo se sienten dueños los burócratas, cada vez más aislados del pueblo.

Si las propiedades pertenecieran al pueblo, individual o colectivamente, a los grupos laborales o sociales, a los trabajadores libres asociados o de personas individuales, entonces sí que todo le sería muy difícil al imperialismo.

No sería lo mismo enfrentarse y expropiar a un estado burocrático, por demás dispuesto a compartir el poder económico con el capital extranjero, que a un pueblo dueño de los medios de producción y su destino.

Con un discurso que pareciera ortodoxamente marxista, (“el gran desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo y la abundancia que genera es lo que hará venir el socialismo”), los partidarios del estatalismo, que destruyó la economía del país, dilapidó sus recursos y medios e impulsó a la juventud, a los profesionales y técnicos formados por la revolución cultural a abandonar el país o a vender churros y helados, se han convertido en la principal retranca al desarrollo de las nuevas formas socialistas de producción.

Los enemigos de la des-estatalización son los que se oponen a la entrega de la dirección, la gestión y el control de las utilidades de las empresas estatales a los consejos de trabajadores, los que obstaculizan al establecimiento de una ley cooperativa extensiva a la industria y los servicios; pero al mismo tiempo priorizan la explotación asalariada por privados pudientes.

Ellos traban la liberación de los amarres presentes en la multitud de absurdas regulaciones monopólicas estatales sobre el mercado, rechazan  la urgente unificación de la moneda y otras, en fin, son los que retardan el desarrollo y profundización del proceso revolucionario cubano, hacia la socialización y democratización del poder económico y político.

Si lograrán o no sus objetivos, lo dirá la historia. Lo que sí está claro es que muchos jóvenes, trabajadores, profesionales, técnicos, amas de casa y jubilados, que han visto sus vidas gastadas por el infortunado “socialismo de estado” no están dispuestos a continuar con la engañifa y demandan al partido/gobierno cambios radicales en las políticas económicas y sociales estado-céntricas.

Estos mismos, por su propia cuenta y sin esperar por la disposición de la buroburguesía establecida, desarrollan diversos proyectos económicos, sociales, culturales y políticos de vida fuera de las instituciones estatales, donde muchos se aferran a tratar de controlar todo lo que se mueve en la sociedad y a denigrar a la otredad con acusaciones de complicidad con el enemigo imperialista: “Conmigo o con el enemigo imperialista,” para ellos no hay más opciones.

Y hay que preguntarse: ¿Quién ha sido el verdadero cómplice del enemigo imperialista?

¿Los que se han prestado a demostrar con sus políticas que el “socialismo” –ese que nunca ha sido- es un desastre económico social y político, los que han logrado que buena parte del pueblo no quiera ni oír la palabra “socialismo,” los que consiguieron que la América Latina lo rechace como proyecto de emancipación?

¿Todos aquellos que desean cambios socializantes y democratizadores ya, para desestatizar y desburocratizar la economía y la política, o los partidarios del inmovilismo contrarrevolucionario, que apuestan a la inversión extranjera y al capitalismo privado para tratar de salvar su burocrático modelo estado-céntrico-asalariado de corte neoestalinista, para luego “intentar”  reeditar el ciclo de expropiación a la burguesía por la “clase obrera”?

¿Los que nunca se propusieron cambiar las relaciones producción asalariadas del capitalismo?

¿Los que desean profundizar la revolución y cambiar todo lo que se le resista, o los que en nombre del cambio no quieren cambiar nada, para que todo siga igual, sobre todo la misma burocracia que detenta el poder político hace medio siglo y ha llevado el país al desastre actual?

¿Los que acuden a diversas formas de violencia y represión para combatir a quienes pacíficamente defienden ideas diferentes?

Igualmente habrá que responderse: ¿Podrá la mayoría de los viejos cerebros, retrógrados, conservadores, anquilosados y acomodados, con sus viejos esquemas de ordeno y mando, autoritarios, educados en el centralismo burocrático, cambiar su mentalidad, como demandan las alturas del poder, ante el auto reconocimiento de la incapacidad del sistema centralista?

¿No sería más procedentes cambiar a los cerebros estancados en el neoestalinismo y posibilitar que del pueblo, de las nuevas generaciones, donde “hay muchos Camilos,” surjan democráticamente las nuevas formas de organización social, económicas y políticas y los nuevos lideres que demanda la cambiante situación, en lugar de pretender una “política de cuadros” dirigida a garantizar la perpetuidad de todo lo que debe ser cambiado?

Esperamos que la Conferencia del PCC de enero próximo, nos ayude a encontrar respuestas a estas interrogantes, sea por acción u omisión.

 

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