Cuentapropismo y capitalismo privado no es lo mismo

Por Pedro Campos

Fidel y bolsos. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, 20 oct.  — La expresión “cuentapropistas que contraten trabajadores” es una negación en sí misma.  El trabajo por cuenta propia, no termina en la palabra  “propia” por simple azar, es el trabajo realizado por uno mismo, para el sustento de uno mismo y su familia, no explota trabajo ajeno, asalariado, como norma, tampoco produce para otro.

El cuentapropismo es una forma individual de economía, autogestionaria, que ha existido siempre en todos los sistemas socioeconómicos desde la descomposición de la comunidad primitiva y que tuvo en los campesinos, artesanos, vendedores ambulantes y libres prestadores de servicios, a sus más claros exponentes.

Marx   denominaba al trabajo por cuenta propia, producción mercantil simple, debido a que no podía ampliarse más allá de su propia reproducción, por no explotar trabajo ajeno, no tener trabajadores asalariados a los cuales sacar plusvalía.

Cuando los “maestros artesanos” tenían en sus talleres a los “aprendices” a quienes enseñaban sus artes y éstos empezaban a producir manufacturas para el maestro, aparecen, históricamente, las primeras formas de capitalismo organizado, si bien el trabajo pagado para otros, se encontraba desde épocas antiguas, en la propia Roma esclavista, donde ya se empleaban  los términos “salario” y “proletario.”

El que contrata trabajo asalariado sistemáticamente, se convierte en explotador de mano de obra ajena, en capitalista privado.

Si estos conceptos no se tienen claros, se confunde al cuentapropismo con la pequeña burguesía; a la producción mercantil simple, con la producción mercantil ampliada, con el capitalismo privado, la producción para un mercado lucrativo, no para satisfacer las necesidades específicas de los productores y la sociedad.

La pequeña burguesía es un estamento de la clase burguesa, solo que en pequeña escala por la dimensión de sus capitales y la cantidad menor de trabajadores asalariados que explota.

Cuando Lenin señalaba que la pequeña burguesía engendraba siempre capitalismo, se estaba refiriendo a los que explotaban el trabajo ajeno en pequeña escala, quienes a través de la explotación de sus asalariados, ampliaban constantemente su producción, sus capitales y sus medios de producción, todo lo cual sale de la plusvalía, del plus trabajo que aportaban esos asalariados y del que se apropiaba el pequeño burgués.

La relación de propiedad respecto a los medios de producción

Lo que determina la pertenencia a una clase social, no es el vivir mejor o peor, poseer estos o aquellos bienes personales, sino la relación de propiedad respecto a los medios de producción y  de qué manera se explotan esos medios, cómo se obtiene el sustento, si es a través del trabajo propio, del trabajo para otros o del trabajo de otros.  Quien lucra –saca provecho- con el trabajo asalariado de otros, sea desde una propiedad privada o desde una propiedad pública o estatal actúa como capitalista.

Alamar, gran suburbio de La Habana. Foto: Caridad

En la sociedad cubana de la primera mitad del siglo XX, entre los trabajadores por cuenta propia, los  había de casi todas las profesiones y oficios,  muchos formaban parte de las llamadas clases medias, personas que no vivían en la pobreza, tampoco en la opulencia, pero esos cuentapropistas no eran pequeños burgueses porque no explotaban a otros trabajadores.

Algunos dicen que los profesionales que trabajaban por cuenta propia explotaban a través de los precios, sin tener en cuenta que éstos estaban determinados por el mercado y por el valor de la fuerza de trabajo empleado por esos profesionales para confeccionar sus productos u ofrecer un servicio.

Entre los cuentapropistas de siempre en Cuba había personas que nunca contrataban asalariados o lo hacían solo ocasionalmente y nunca llegaban a tener un capital para explotar y/o nunca les interesó tenerlo, pues vivían decorosamente.  No eran capitalistas porque no explotaban a nadie.  Así encontrábamos muchos médicos, dentistas,  viajantes, maestros y otros profesionales que trabajaban para ellos mismos, no trabajaban para otros ni para el estado.  Algunos tenían algún auxiliar, empleada doméstica, ayudante o chofer que muchas veces pertenecían a la familia, se integraban a ella o se les trataba como tal, por lo que no siempre se les podía considerar como explotados por el trato y los beneficios que recibían.

Pero había cuentapropistas que llegaban a concretar un pequeño negocio en el que daban empleo a algunos asalariados y “ampliaban” sus ganancias, gracias a esos contratados y desde luego al buen olfato mercantil y a las inversiones que hacían.  Eran estos los que saltaban del cuentapropismo a la capa de los pequeños burgueses.

Entre los cuentapropistas, una buena parte lograba el sustento; pero muchos otros no, y compartían el trabajo por cuenta propia con el empleo para otros o con un trabajo en el estado, o simplemente con alguna forma de delincuencia.  Por eso oscilaba entre la clase obrera, el cuentapropismo, la delincuencia y el lumpen proletario.

Muchos de los cuentapropistas, que nunca tuvieron una licencia, un negocio fijo, ni un pequeño capital y vivían solo de su trabajo “informal” –no organizado en ninguna empresa privada, cooperativa o estatal- vivían en una “economía de subsistencia,” eran una sufrida mayoría relativa, combustible de la revolución social.

Con toda claridad debe precisarse que a la pequeña burguesía pertenecen aquellos propietarios de medios de producción que explotan, sistemáticamente, alguna fuerza de trabajo ajena, aunque muchas  veces  laboren a la par que sus trabajadores.  No pocos de estos pequeños negocios privados que históricamente han contado con un número mínimo de  trabajadores, en su funcionamiento práctico, han actuado más como negocio familiar o cooperativo -donde se comparte la propiedad, la gestión y la ganancia-, que como negocios capitalistas.  De ahí el comportamiento ambivalente de muchos pequeño-burgueses y la confusión de algunos compañeros respecto al cuentapropismo.

Las verdaderas cuentapropistas

Mírese como quiera mirarse, son capitalistas los dueños de medios de producción, sean muchos o pocos esos medios, de alta o baja tecnología, que explotan el trabajo asalariado establemente, con pocos o muchos trabajadores.  El monto de sus activos y la mayor o menor cantidad de trabajadores que explotan, es lo que los calificaría de pequeña, media o alta burguesía.

Costurera. Foto: Elio Delgado

Los productores privados, que no explotan trabajo ajeno, que no contratan trabajadores asalariados o solo ocasionalmente acuden a esta forma de trabajo, no pueden considerarse parte de la pequeña burguesía.  Son los verdaderos cuentapropistas.  Ni económica ni socialmente tienen que ver con ese estamento de la burguesía y son –en verdad- trabajadores que funcionan de manera autogestionaria, las más de las veces con participación familiar, donde los descendientes aprenden el oficio y llegan a convertirse igualmente –muchos- en trabajadores independientes.

Generalmente el trabajo por cuenta propia es realizado en oficios que, por distintas razones, demandan un trabajo individual, especializado, que requiere de determinadas destrezas las cuales no pueden realizar las máquinas hasta ahora o que por sus características puede realizarse sin necesidad de otro tipo de cooperación directa de otros trabajadores.

Las tecnologías informáticas y de computación modernas están potenciando enormemente el trabajo por cuenta propia, pues posibilitan a muchas personas prestar sus servicios, sus conocimientos en forma libre, determinando ellos mismos  los precios de su fuerza de trabajo, aunque siempre compitiendo en un mercado, pero sin estar supeditados a capitalistas específicos que exploten su trabajo.

La predominante interpretación dogmática, estado-céntrica, “obrerista” y muy casuística de la Rusia de principios del siglo XX, que de la economía política marxista hizo el “socialismo real,” le impidió identificar todas esas diferencias y hacer avanzar las nuevas formas de producción propiamente socialistas y concibió la nueva sociedad como a un estado paternalista/benefactor, administrado por un partido centralizado, encargado de explotar en forma asalariada a la “clase obrera.” Por eso los asalariados nunca pudieron convertirse en la nueva clase revolucionaria de los trabajadores libres asociados, llamada a realizar las transformaciones socialistas en todos los sentidos.

Una forma de encubrir la explotación

Meter en un mismo saco a los vendedores y prestadores de servicio ambulantes, a los artesanos, profesionales y demás formas del trabajo cuentapropista, junto a los dueños privados de medios de producción que explotan trabajo asalariado normalmente, solo puede servir para encubrir la explotación a que estos últimos someten a sus trabajadores, el capitalismo privado que se está potenciando con esta forma de trabajo.

Trabajadores cubanos. Foto: Caridad

En verdad, con el llamado “trabajo por cuenta propia que contrata trabajadores,” se está haciendo una apertura al capitalismo privado.  Reconózcase abiertamente que se está permitiendo la empresa privada capitalista, violando la constitución socialista y hágase una ley que le ponga límites.  No están reñidas con el socialismo marxista, las formas capitalistas controladas, minoritarias en el peso total de la economía, en el período de tránsito.

Los extremistas de izquierda, son los que no las toleraron nunca y las eliminaron en el 68, como en el 62 desactivaron el sistema de cooperativas cañeras, en su momento denominado por Fidel como la “columna vertebral de la Revolución” y verdadero nido del socialismo futuro en Cuba, en la que fuera nuestra primera industria.

Los bajos salarios del “socialismo estatalista” y su consecuente baja productividad –no al revés-, llevan inevitablemente a la supremacía del más eficiente capitalismo privado que paga mejor la fuerza de trabajo, y a la creciente privatización, si la economía estatal no sufre un proceso de socialización, como hemos venido explicando hace ya 20 años.

Extremistas de ambos lados que quieren ver quemadas en la hoguera del desastre estatalista, las ideas del socialismo autogestionario/cooperativista por las que abogaron Marx y Lenin, quieren verlas enfrentadas a lo que queda de la revolución del 59.  No.  Las ideas de un socialismo más participativo y democrático se proponen rescatar lo mejor de esa tradición y, a partir de ella, dar continuidad a la obra socialista.

No nos cansaremos de predicar, pues otras vías nada tienen que ver con los  fines socialistas.  La historia enseña que las formas de producción del capitalismo privado se impusieron a las feudales por ser más eficientes.  El capitalismo de estado, por naturaleza propia, ampliamente ya explicada en otros artículos, nunca podrá ser más eficiente que el capitalismo privado.  El socialismo prevalecerá porque las formas libremente asociadas de producción, si las dejan desarrollar y competir libremente,  serán más eficientes en todos los sentidos (económico, humano, ecológico), no porque se las quiera imponer arbitrariamente.

En consecuencia, permitir la empresa privada asalariada en primera instancia como escape hacia atrás, a la debacle estatalista, sin aprobar siquiera la empresa cooperativa en la industria y los servicios, con las cooperativas agrícolas maniatadas por infinidad de regulaciones y sin mencionar al menos el control obrero,  la auto y la cogestión, es como abrir la puerta al capitalismo privado y cerrarla al socialismo.

Muchos compañeros no acaban de entender que el nuevo sistema económico-social socialista, conlleva en esencia una nueva forma de organizar la producción, una nueva forma de hacer rendir al trabajo, distinta a la asalariada del capitalismo, que no depende de la distribución, ni del control estatal de la propiedad, el mercado y los precios, ni de que se impongan arbitrarios manejos monetaristas en busca de equilibrios macroeconómicos, si no precisamente al revés: todo eso depende de las relaciones de producción.  Por favor, leer a Marx y tratar de interpretarlo acertadamente.

La propiedad estatal controlada por una burocracia, que explota trabajo asalariado, es una forma capitalista de estado, aunque sus fines generales sean dispersar el bienestar y las riquezas que se obtengan por esa vía.  Funciona parecido al estado capitalista de bienestar que defienden muchos socialdemócratas, al pretender la distribución igualitaria a partir de los impuestos que recaudan a costa de capitalistas y trabajadores.  ¿Hasta cuándo se va a estar confundiendo estatalismo con socialismo?

Para ser socialista y tener un verdadero contenido social, una propiedad del estado deberá tener dos condiciones básicas: 1- ser explotada de manera distinta a la asalariada, por medio del control directo de sus trabajadores, en forma  cogestionada entre éstos y el estado y donde los trabajadores participen de alguna manera en la propiedad o el usufructo y, democráticamente, elijan la dirección, gestionen la producción y repartan sus utilidades equitativamente; y 2-estar en función de los intereses generales de la nación y la localidad, lo que se manifestaría en sus contribuciones sociales a los presupuestos participativos de los municipios y la nación y en el cumplimiento de las regulaciones sanitarias, ecológicas, laborales y de todo tipo establecidas por los poderes populares de ambas instancias.