Cerrar el paso a la provocación imperialista

Pedro Campos

La Bahia de La Habana.

HAVANA TIMES,  29 marzo — Los poderes internacionales que a su manera contribuyeron a la debacle del “campo socialista” no se resignan a la sobrevivencia del proceso revolucionario cubano en lucha febril por avanzar a las posiciones del socialismo marxista con libertad, justicia y democracia plenas, a pesar de sus múltiples contradicciones internas, los obstáculos del burocratismo-inmovilista, del bloqueo y de los viejos y nuevos neoplattistas. Sí, es todo bien complicado.

La condena del parlamente europeo al gobierno cubano motivada por la muerte de un preso en huelga de hambre, pretende polarizar la situación política del país, como interesa –por igual- a la oposición y a la pústula burocrática que trata de inmovilizar la revolución y detener su avance a la socialización y democratización de la política y la economía, demanda que ha venido creciendo a tenor de la batalla ideológica que está teniendo lugar en su seno.

Conocemos las tácticas enemigas.  En sus planes, esa polarización debería llevar la situación del país al extremo desastre político y económico de manos del inmovilismo autoritario, contrario a todo proceso de democratización/socialización, a fin liquidar lo que queda de las esperanzas de los cubanos de poder construir una nueva sociedad socialista, contexto que la oposición y el imperialismo esperan capitalizar para revertir definitivamente la revolución por la natural ley política pendular.

No es con más presiones desde la derecha y polarización política, como podrán resolverse los problemas de Cuba. Los imperialistas lo saben, pero las usan para provocar al ala conservadora del gobierno cubano, ponerlo a la defensiva,  inducirlo a represiones, aislarlo internacionalmente, enquistar lo más, obstaculizar sus movimientos hacia la democratización, buscar la escisión en el campo revolucionario y hacer más difícil la lucha política interna por hacer avanzar el proceso de cambios hacia un socialismo más participativo y democrático, fenómeno tan inesperado para los planes estratégicos de los enemigos de la revolución, como para el inmovilismo que creía haberlo desmantelado en los años 90´s.

De manera que la burda operación diversionista sirve a los sectores maniqueos extremos de la sociedad cubana: 1-a los que pretenden capitalizar  el rechazo revolucionario del pueblo cubano a la campaña anti socialista para la continuidad del decadente sistema burocrático, y 2-a quienes quieren demostrar que Cuba, para salir de su estancamiento actual, necesita orientarse a una transición democrático-burguesa. Ni uno ni el otro responden a los intereses ya expresados de las mayorías que desean vivir hoy ya, en una sociedad en paz, con progreso, libertad, justicia y democracia  plenos.

Marcha de las antorchas en La Habana.

Así, las extremas se hacen el juego mutuo, para tratar de justificar sus existencias,  ingresos y pretensiones hegemónicas.  Contra ambas poderosas fuerzas se enfrenta hoy el socialismo en Cuba.

La campaña ha sido facilitada por quienes creen poder ignorar los resultados de esa batalla ideológica, en la que quedó clara la necesidad de eliminar la criminalización de las diferencias, incluidas las políticas;  abrir espacios que permitan la libre expresión a todas las formas de pensamiento, aunque no la compartamos;  revisar las causas judiciales relacionadas con asuntos políticos y adecuar nuestra legislación a los principios universales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y especialmente a los Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos, firmados pero no ratificados por el gobierno.

De haberse actuado ya en esa dirección, la oposición se habría quedado sin discurso y muy poco tendría que “defender.” Pero no. Al burocratismo le conviene “mantener siempre al pueblo en jaque, inmovilizado en lucha frontal contra el enemigo.” Si éste no aparece, o es minimizado, hay que inventar algún espantajo según los consejos pragmáticos de Maquiavelo que algunos han estudiando muy bien para aplicarlos y nosotros para combatirlos. Los inmovilistas necesitan siempre desviar la atención del pueblo hacia quienes atacan la revolución desde fuera, para que se olviden de quienes la obstaculizan desde su seno, los “revolucionarios” encargados de revertirla, según Fidel (5/11/05).

El imperialismo y la oposición se aprovechan así de las naturales limitaciones burocráticas y las insuficiencias presentes en el sistema político y judicial, urgido de cambios, donde juez y parte son la misma cosa, como poder ejecutivo y legislativo, todos -además- concentrados realmente en el Presidente, con muchos asuntos civiles, como las cárceles y la administración de la economía, en manos de aparatos militarizados y donde no existe una prensa libre socialista que exprese la diversidad político-ideológica con su correspondiente función crítico-propositiva.

Esas y otras reminiscencias del dogmático esquema fracasado de corte neoestalinista tendrán que ser superadas por una consecuente voluntad política de avanzar hacia la nueva sociedad socialista, que no puede ser sino plenamente democrática y libertaria.

En unión dialéctica contra el progreso socialista, el inmovilismo y la oposición internacionalmente apoyada, no aceptan, no pueden aceptar el crecimiento de las ideas del socialismo marxista, revolucionario, libertario y democrático que ha rebasado las expectativas del sector retardatario del gobierno y sigue calando, contra todo obstáculo, entre los trabajadores y el pueblo a favor de su empoderamiento verdadero con el control directo de los colectivos laborales y sociales sobre los medios de producción y los presupuestos participativos, camino expedito hacia  la eventual consolidación del socialismo y a la definitiva derrota del capitalismo.

La oposición empezó a comprender que el terreno que había ganado ante el “socialismo de estado” en áreas como la tolerancia, el diálogo, la libertad, la democracia y los derechos civiles y políticos, podría perderlo porque desde dentro de la revolución se han ido ampliando y consolidando los llamados a rescatar esas tradicionales banderas que políticas ajenas al socialismo habían abandonado a la derecha.

Diversos seguidores de las ideas del socialismo marxista hemos hecho una crítica demoledora del “socialismo de estado” y presentado claras propuestas de cambios profundos hacia la democratización y socialización del poder político y económico, para evitar la reversión del proceso revolucionario a donde lo conduce el estancamiento.

Pero a nadie quede duda: no apoyaremos algo que pueda contribuir a una derechización de la sociedad cubana, a un regreso al capitalismo privado; no vamos a caer en las trampas de ambos extremos que tratarían –cada uno- que el pueblo nos confunda con su opuesto/supuesto, para pretender neutralizarnos, ni tampoco vamos a dejar de luchar porque Cuba rebase la etapa de capitalismo monopolista de estado y avance hacia un socialismo moderno, autogestionario, democrático, diferente del viejo y fracasado. Quien se confunda, tendrá doble trabajo.

Vendedor de libros usados en La Habana Vieja.

Rechazamos los planes y campañas del imperialismo y la oposición para destruir el proceso revolucionario, que además sirven a los intentos de perpetuar en el poder al sistema burocrático estado-céntrico y evitar el avance socialista de nuestra revolución. Rechazamos las políticas maniqueas de ambos extremos. Ni capitalismo, ni no-socialismo  burocrático de estado. Ni democracia burguesa, ni simulacro de democracia “socialista.”  Queremos que el poder sea de verdad ejercido directamente por los trabajadores en los centros de producción y servicios y por las comunidades organizadas democráticamente en el Poder Popular.

Se ha planteado y se reitera: ante las campañas enemigas llamamos a la cohesión de las fuerzas revolucionarias desde su diversidad y el respeto mutuo y, a pesar de la intolerancia oficial, insistimos en propiciar un diálogo, no para que se imponga esta o aquella posición o visión de socialismo, sino para estructurar con la participación de todos el nuevo consenso necesario. Solo podría salir perdiendo el enemigo histórico.

Algunos en el gobierno cubano no parecen comprender, que está siendo víctima de una trampa mortal tendida por el imperialismo, la cual ya se ha denunciado en anteriores artículos: reclamarle lo que normalmente debe hacer, confiando en su rechazo, para ponerlo contra las naturales exigencias de las nuevas condiciones. De nuevo advertimos.

La vulgar noción estalinista de “dictadura del proletariado” como un gobierno centralizado, duro y represor, manu-militari, nada tiene que ver con la noción marxista del sistema republicano democrático de los trabajadores, que sería una “dictadura del proletariado” únicamente por su contenido clasista, no por su forma o actuación de gobierno y, en tanto y cuanto dictadura lo es todo estado que responde a una clase; pero por expresar los intereses de las grandes mayorías, sería el sistema político y de gobierno más democrático imaginable, tanto por su forma como por su contenido, ultra democrático como quería Martí para Cuba. Nada más lejos del marxismo revolucionario que todo dictad. Nada tan distante del pensamiento martiano.

El humanismo revolucionario debe elevarse en lugar de limitarse con esquematismos y caprichos. El socialismo, solo será posible en una sociedad plenamente libre y democrática. Quien se sabe con la razón, a nada teme. Nuestras leyes actuales y el manejo del gobierno en estos campos deben avanzar mucho todavía si no desea seguir pagando altos costos políticos internos y externos por las acciones u omisiones que caracterizan sus insuficiencias.

En el caso del segundo opositor en huelga de hambre, las informaciones que nos llegan apuntan a un seguimiento médico y mediático más de cerca por parte del gobierno, el que no debe caer en la provocación que significaría otra muerte y hacer todo lo que esté a su alcance para evitarla. ¿Qué perdería el proceso revolucionario por dejar en libertad algunos prisioneros enfermos? ¿Sería una concesión a la oposición o una muestra de fortaleza y de tolerancia? Cede quien tiene espacio de sobra y fuerzas para imponerse. Por demás, solo pueden temer que los servidores del imperio logren apoyo político significativo en Cuba, quienes desconozcan o menosprecien la historia antiimperialista del pueblo de Martí.

Casualmente, presencié un desfile de unas 15-20 mujeres vestidas de blanco con gladiolos en sus manos, por el medio de la céntrica calle Neptuno, en Centro Habana, con el tráfico parado,  escoltadas por lo que parecía un cordón de agentes del orden público y otros que vestían de civil, en evidente actitud proteccionista. Detrás y por fuera del cordón, varias decenas de mujeres y algunos hombres iban gritando “la calle es de Fidel” y otras consignas, seguidas de una ambulancia, un camión de la policía y dos ómnibus vacíos.

Las llamadas “damas de blanco” hacían “su protesta” y las seguían en convoy –logística y publicidad incluidas- quienes también ejercían “su derecho a manifestarse” en contra, sin ofenderlas ni agredirlas, policías por medio. La mayoría se paraba –silenciosa- a ver pasar el integrado acompañamiento, montado a dos manos.

Para bien de todos los cubanos, los que “piensan” pudieran estarse imponiendo a los “entusiastas que se dejan arrastrar” al extremismo por las campañas y acciones provocadoras. El imperialismo y la oposición desearían un aumento de la represión interna, que favorecería sus planes anti-socialistas. ¿Seguir su juego? Hay que evitar caer en las provocaciones contra el proceso revolucionario y hacer lo contrario a lo que persigue el adversario, para cerrar el paso a la reacción y al inmovilismo.