¿Ya Cuba cambió?

Por Michael Ritchie

HAVANA TIMES – Es un deseo muy repetido entre muchos ciudadanos de los Estados Unidos: “Quiero ir a La Habana antes de que la arruinamos con McDonalds y Starbucks en cada esquina”.

Bueno, compañeros ciudadanos de los Estados Unidos de América, después de visitar la capital cubana tres veces en un mismo año, posteriormente a “la apertura,” les tengo noticias buenas y malas.

La buena es que La Habana todavía no ha cambiado.

La mala, que La Habana no ha cambiado.

A pesar de un aumento notable de visitantes estadounidenses, autobuses y cruceros turísticos, la ciudad sigue siendo una de las más bellas, históricas y excitantes de la tierra. Las personas -el corazón de esta- siguen siendo cálidas, acogedoras y, aparentemente felices!

Los servicios de salud son gratuitos para todos los cubanos. La educación – hasta el nivel universitario- también es gratuita. (Como resultado de esto, Cuba tiene uno de los niveles más altos de alfabetización del mundo). Y la vivienda para muchos es propia, aunque muchas casas y apartamentoss están siendo vendidas o alquiladas a través de empresas estadounidenses como Airbnb.

La urbe es un destino totalmente seguro para los turistas, así como para los locales. La razón es muy simple: Fidel y Raúl fruncen el ceño a armas y drogas. Estas no son toleradas, tampoco están presentes en la Isla.

Pero cuanto más tiempo uno pasa en La Habana, más se da cuenta de lo difícil que es la vida cotidiana de los habaneros.

Nunca encuentras en un mercado  todo lo que necesita. Yo frecuentaba el edificio del Focsa, y un día tenían cerveza, al día siguiente no tenían. Lo mismo sucede con el agua embotellada. Hay muy pocos alimentos enlatados, y congelados ninguno. No hay cartónes de huevos -los debes comprar por unidad en un mercado de verduras. En muchas áreas, la carne está disponible solo desde el mercado de la calle, donde el carnicero corta al aire, con moscas y todo, y un calor de 95 grados (35 C).

El famoso café cubano es, en su mayoría, exportado, mientras los locales se las arreglan con café tostado con chícharos.

Todavía existen dos monedas -los pesos cubanos y los pesos convertibles-, lo cual confunde a los turistas y a los comerciantes. Y el gobierno cubano sigue imponiendo un impuesto del 10 por ciento en la conversión de dólares estadounidenses. Sigo leyendo en Internet que eso ha cambiado, pero no es así.

La omnipresencia de la exquisita arquitectura español / árabe no tiene igual en cualquier otra parte del mundo. Pero todo está en un gran estado de decadencia, debido al paso del tiempo y a los años de  descomposición del agua salada. El principal arquitecto de la ciudad ha hecho maravillas con muchos edificios, pero numerosos más todavía tienen gran necesidad de renovación y restauración.

Las calles están llenas de baches y desgarradas por todas partes. La contaminación del aire es sofocante, debido, principalmente, a los famosos clásicos carros americanos, los cuales no tienen convertidores catalíticos, así como los autobuses urbanos de doble tamaño.

El suministro de agua dulce corre gran peligro, ya que todas las tuberías de la ciudad gotean y tienen necesidad de ser reemplazadas. No, no beban agua del grifo y piden sus mojitos sin hielo.

Ahora el PCC (Partido Comunista de Cuba) está advirtiendo de un inminente “Segundo Período Especial”, debido a la reducción del petróleo venezolano. Esto significará cortes de corriente eléctrica y obligada reducción de puestos de trabajo para ahorrar energía. El habanero promedio todavía gana solo el equivalente de menos de 30 dólares estadounidenses al mes.

También, recientemente el gobierno cubano declaró que la conectividad a Internet en la Isla mejorará solo “si la economía del país lo permite.” Entiéndase: no en un corto plazo.

¿Cambiará La Habana en las manos de visitantes de los Estados Unidos?

No será pronto. Mi proyección para reparar la capital cubana: es de, al menos, 10 años.

Antes de que pueda haber un McDonalds o un Starbucks en cada esquina, el gobierno de Raúl Castro tendrá que comprometerse con la reconstrucción de toda la infraestructura de la ciudad, a partir de la sustitución de todo el sistema de alcantarillado (lo que implica desgarrar y sustituir todas las tuberías de agua, así como cada calle de La Habana) y terminando con la restauración de las fachadas de todos los edificios. Todo esto llevará dinero y tiempo. También requerirá  equipamiento que Cuba no fabrica y no está en condiciones de importar.

Si, los yanquis pueden visitar La Habana sin temor de que pueda haber cambiado.
Solo recuerde, no ha cambiado nada.
—–
*Michael Ritchie es un periodista freelance y autor que vive en Key West, Florida. “Agradezco a Havana Times por la oportunidad de contar mis experiencias con la vida cotidiana en La Habana, lo bueno y lo no tan bueno, y el maravilloso carácter del pueblo cubano.”

 

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