Una reunión respetuosa y disciplinada en Washington

by Haroldo Dilla Alfonso* (fotos: Caridad)

HAVANA TIMES — A fines de abril se efectuó en Washington una llamada primera reunión de cubanos residentes en Estados Unidos, sospechosamente convocada por la Oficina de Intereses.

Se habló de un centenar de delegados que presenciaron conferencias y paneles sobre la situación cubana, entre ellas la comparecencia de un vicecanciller que les agradeció el apoyo y les aseguró que Estados Unidos mantiene su intención de derrocar a lo que llamó la “revolución cubana”.

La reunión fue una entre muchas similares —Andalucía, Galicia, Belice, Bolivia— pero al tener lugar en el país donde reside más del 80 % de los migrantes cubanos, y en un contexto en que el gobierno insular habla de una “actualización” de su política migratoria, no era irracional haber esperado algún resultado interesante.

Yo no conozco las interioridades de la reunión. No sé que se habló en detalles, y no dudo que pudo haberse producido alguna intervención o debate interesante. Pero hasta el momento, por lo que se conoce de la descripción y del documento publicado, la reunión debió haber sido muy aburrida y con toda seguridad decepcionante para la abrumadora mayoría de los cubanos emigrados.

Casi todas las conclusiones que contiene la declaración emitida se refieren a apoyos al Gobierno cubano en el marco de la confrontación con su homólogo americano.

Temas redundantes: la libertad de los cinco héroes/espías, el fin de las injerencias americanas, la extradición de Posada Carriles a Venezuela, la salida de Cuba de la lista de países terroristas y, por supuesto, el fin del bloqueo/embargo. Solo una conclusión se refería a la situación de los emigrados como comunidad.

Por única y muy expresiva, la cito aquí:

“Apreciamos la voluntad e interés del Gobierno cubano de continuar el proceso humanitario de flexibilización de las regulaciones migratorias necesarias para la unificación de la familia cubana y que contribuyen al fortalecimiento de las relaciones entre la nación y la emigración”.

Es decir que los cubanoamericanos que fueron a DC vitorean alborozados una “voluntad e interés” que aún no se ha manifestado por ningún lugar, como quien aplaude una maroma que no se ha producido.

Luego, ven como un proceso “humanitario” para reunir a las familias lo que en realidad debe ser un proceso de restitución de derechos inalienables al libre tránsito y de construcción de la ciudadanía.

Y finalmente, con el mejor lenguaje oficialista hablan de fortalecer las relaciones de la nación y la emigración, es decir, de dos cosas distintas y separadas. Ni siquiera de una nación con su emigración, menos aún de una sola sociedad transnacional, lo que es Cuba en estos momentos.

Hace unas semanas, cuando esta convocatoria se desplegó, escribí mi oposición a la limitación de ella a un grupo de emigrados política y emocionalmente muy cercano al Gobierno cubano, o al menos dispuestos a colaborar en la “actualización” asumiendo que es mejor trabajar dentro que criticar desde afuera.

Pero escribí que participar no implicaba un cruce de Rubicón ético, toda vez que presumí que la invitación iba a ser más amplia y las conclusiones más estimulantes.
Pero al leer este breve documento emitido —hasta ahora el único— creo que debo corregir mi apreciación: apoyar o suscribir este documento sí es transgresión ética y política.

No se trata de matices o de grados críticos, sino de una total y absoluta complacencia con una situación deplorable para la sociedad cubana. Se trata del otorgamiento de una patente de corso al Gobierno cubano para que continúe su práctica antinacional, excluyente y discriminatoria.

Pero realmente lo que hace este centenar de compatriotas pro-gubernamentales es poco relevante. Me interesa más analizar lo que significa este tipo de reunión para el Gobierno cubano, y en que medida nos sirve para evaluar la situación interna de la política cubana.

Y en este sentido creo que se están mostrando las inmensas grietas de la élite política cubana, y que harán de alguna manera eclosión, preferiblemente cuando desaparezcan los “padres fundadores”.

La clase política cubana siente que necesita a la emigración. En eso nunca se ha equivocado desde 1978. Pero percibe su uso de dos maneras diferentes.

Desde el sector burocrático rentista —especialmente asentado en el Partido Comunista— cualquier paso hacia un mejoramiento de relaciones con la emigración más allá de estos convites de adeptos es un peligro “político/ideológico” inaceptable.

Y fiel a su concepción mezquina de la vida, opta por continuar esquilmándola por la vía fiscal, captando las remesas a través de mecanismos fiscales y de precios leoninos, y mediante el incentivo a visitas que hoy resultan un componente principal de la actividad turística de la Isla.

• Para el sector tecnocrático/empresarial vinculado a los militares, la cuestión está en cómo poner el caudal económico de los migrantes al servicio de la recuperación económica y de su propia conversión burguesa, principalmente mediante inversiones. Y al mismo tiempo tratar de conformar un lobby anti-bloqueo/embargo con los empresarios cubanoamericanos, desde el mismo corazón de la Florida.

• Es decir, que, como es de sospechar, los burócratas rentistas no quieren cambiar prácticamente nada. Es su tendencia natural y son consecuentes. Para lograr su propósito, en cambio, los tecnócratas y los militares están dispuestos a hacer concesiones pequeñas a favor de los migrantes, tales como la reducción de tarifas y los alargamientos de los tiempos de los permisos de viajes al exterior, si eso les permite una mejor plataforma para entrar en grande en las relaciones con los “cubanos de ultramar”. En eso coinciden con los burócratas rentistas, todos los cambios tendrían siempre un sentido administrativo, es decir, sin considerar la efectiva restitución de derechos ciudadanos.

Y es así porque tanto unos como otros perciben a las restricciones migratorias como piezas claves de seguridad para el sistema. Sea manteniendo el control sobre los contactos, limitando la posibilidad del retorno u obligando a los cubanos a portarse bien —fuera y dentro de la Isla— si quieren salir y/o entrar

No creo que hoy se discuta mucho más en los corrillos del poder político real.

Existen otras manifestaciones más aperturistas que suelen aparecer ligadas a figuras intelectuales relacionadas con la élite —pensemos en Silvio Rodríguez, Alfredo Guevara, Eusebio Leal, etc.— pero estos solo son lo que en las películas de espionaje se llamarían “floreros en la ventana”.

Es decir los artefactos que los espías muestran en lugares visibles para indicar que todo marcha bien en el punto de reunión. Indicadores de que no hay problemas a bordo, pero nada decisivo.

En la práctica lo que se discute es cuanta flexibilización es indispensable para que el andamiaje opresivo funcione mejor económicamente sin dejar de funcionar políticamente.

Y si esto fuera así, las reuniones que se han estado produciendo en varios puntos del planeta, incluyendo en el DC, y que todas terminan con la misma cantaleta, no son otra cosa que un posicionamiento duro ante la carencia de consensos y decisiones.

Y la incapacidad de una élite dividida para hacer una convocatoria que abarque otras franjas de emigrados más allá de los condotieros solidarios, los empresarios de las relaciones bilaterales y algunos otros personajes que no representan mucho ni tienen capacidades reales de influir en los medios cubano/americanos.

Obviamente nadie podía esperar que ese diálogo se extendiera a las franjas que tienen una mayor beligerancia política anticastrista, pero entre ellos y los chicos que fueron al DC hay una franja muy extensa de personas con reivindicaciones sobre derechos civiles que los dirigentes cubanos no saben cómo afrontar.

Lo malo de todo esto es que por el momento poco va a cambiar. Incluso si los tecnócratas impusieran sus puntos de vista —lo que debe finalmente ocurrir— no creo que ello conlleve la “actualización” migratoria más allá de algunos cambios cuantitativos que mitigarán las penas de los cubanos (y eso es positivo) pero no nos acercarán a un estado de derecho en este tema.

No hay motivos para imaginar que en los planes de los funcionarios cubanos esté el libre tránsito de los cubanos, dentro de, hacia y desde Cuba.

Lo bueno es que la clase política cubana ha tomado nota de la necesidad de incluir a la emigración en sus “actualizaciones”. Y es bueno, porque coloca a la emigración en una posición mejor para poder negociar su inclusión en un proceso que debe conducir, de manera gradual, pero clara e inequívoca, a la plena restitución de derechos ciudadanos.

Por supuesto que sí sabe hacerlo, y si no se imagina que haciendo señitas va a conseguir algún cambio sustancial.

Ni los endurecimientos cerrados, ni las anuencias obsequiosas pueden ayudar a solucionar este problema, uno de los más graves que afronta la sociedad transnacional cubana.

Un semillero de disociaciones familiares, frustraciones, sufrimientos y lejanías en función de la perpetuación de un régimen político autoritario y obsoleto.
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(*) Publicado orginalmente por Cubaencuentro.com.

2 thoughts on “Una reunión respetuosa y disciplinada en Washington

  • Estoy de acuerdo con todas las demandas de Haroldo. No creo que ningún cubano con dos dedos de frente negaría que a estos derechos hoy ausentes les urge una restitución plena en la lista de prerrogativas ciudadanas de la isla. Pero (siempre hay un “pero”), ateniéndonos al aforismo de Ortega y Gasset, el hombre siempre es él y sus circunstancias. Y en el caso cubano esto implica, en más de un sentido, partir de cero. Hasta ahora, el Gobierno tiene la sartén por el mango, ¿sí o no? Entonces no veo la pertinencia de elevarse sobre demandas absolutas para dar al traste con una situación que ha permanecido más o menos intacta por más de medio siglo. Creo que las posiciones de fuerza sólo contribuirán a alimentar el estancamiento y la crispación. Y ya de eso hemos tenido bastante. Le negociación parece ser el camino más sabio. Claro, al ritmo de las concesiones mutuas. Cada parte debe poner las cartas sobre la mesa y mover su agenda.
    No es menos decisivo el hecho de que la emigración cubana se diversifica a pasos agigantados. EEUU sigue exhibiendo el mayor peso específico en este espectro, pero no es posible ignorar a los muchos otros cubanos ubicados en decenas de países. Es precisamente esa nueva diversidad, junto a posiciones más mesuradas, sabias y pragmáticas, el factor que más puede impulsar los cambios deseados. Al menos si se quiere una salida sin traumas.

  • Excelente articulo, hay que apoyarte mi amigo

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