Una broma de muy mal gusto

Por Aurelio Pedroso  (Progreso Semanal)

Estantes vacios en un supermercado en La Habana.

HAVANA TIMES – Menos mal que ocurrió entre hermanos, que suelen saber perdonar cualquier contrariedad entre ambos, que hasta con un gesto logran entenderse. La historia o el chistecito tuve que vivirlo en primera persona, vaya, como testigo excepcional por tenerlos como vecinos y allegados.

Uno de ellos, el de mayor edad, se ha repatriado desde Miami, dispone de un confortable apartamento amueblado y avituallado desde esa vecina ciudad. Ya son frecuentes sus estancias en la Isla. El otro, en cambio, lleva más de 20 años residiendo en las afueras de París y no recuerda con exactitud la última vez que visitó Cuba.

Los dos hermanos, de vacaciones en el terruño, contándose historias de aquí, allá y acullá. El “francés”, y que me disculpen la embajada, el consulado, el fantasma del gran Charles Aznavour más otros de esa nacionalidad residentes, con ese clásico despiste que, a mi juicio, viven los franceses desde que nacen,

A la orden o sugerencia del mayor, el hermano pequeño, que se gasta casi 50 años de edad, accede colaborar en los gastos de la casa y le pide un listado de compras para realizarlas en el cercano centro comercial de La Copa, en el capitalino barrio de Miramar.

La relación no era muy extensa, diría que elemental, y hasta un tanto provocativa o didáctica. Tomó bolígrafo y papel para anotar picadillo de res, pollo, queso crema, aceite y cervezas Cristal y Bucanero. Luego, debía cruzar la calle 42, visitar la pescadería y adquirir eso, pescado.

Al cabo de no menos un par de horas, regresó sorprendido, sudando a cántaros por el calor de estos días que presagia un verano infernal. Venía sofocado, alarmado, con las manos vacías.

-Increíble, mi herma -le anunció.

-Increíble, mi herma– le replicó el otro con una sutil sonrisa de esas de pésame en velorio.

Moraleja: con pocas palabras se entienden los hermanos, a veces, con la misma.