Un día de sueños y realidades en La Habana
Luis Rondón Paz
HAVANA TIMES — Son las diez de la mañana, estoy en Santiago de las Vegas, hago las tareas pendientes de la casa y finalmente me dispongo a salir a la calle con destino a El Vedado para cobrar mis honorarios del mes de julio pasado y mis vacaciones acumuladas, que dicho sea de paso no son gran cosa, pero ciento noventa y cinco pesos es mejor que nada. Reflexionaba camino hasta la parada.
Para llegar al destino final hubo tres escalas: una en ómnibus desde Santiago de las Vegas hasta Rancho Boyeros, y las otras dos haciendo el oficio de los cubanos de a pie llamado botella o auto-stop, pues si me quedaba dentro del ómnibus hasta La Habana me demoraría casi dos horas, agregado a la demora el excesivo calor y la apretazón.
En fin, que no estaba para llegar casi asado del calor y ajado a la ciudad.
Finalmente pude llegar a la oficina donde recogería mis honorarios, pero como siempre, para no variar había una cola de personas para recordarme que hasta para cobrar el resultado de tu trabajo tienes que esperar en la fila.
Finalmente, con dinero en el bolsillo en la parada de ómnibus de la Calle G bromeaba con un colega de trabajo acerca de lo que me compraría con el salario:
– Voy a comprar una mansión en Miramar.
– Y cuanto tu ganaste? –me preguntó el.
– Diez millones
– Ah pero te quedaste corto, a mí me pagaron un poco más. Yo me iré de viaje por el mundo con lo que me pagaron y aún queda para una casa en Atabey cerca de donde vive quien “no se puede nombrar” y otra en Guanabo.
– ¡Mira tu!, no había pensado en eso, yo con el dinero restante iré de paseo por los países del Medio Oriente. Creo que visitaré las pirámides de Egipto. ¡Ah! Pero sin ir muy al norte no sea que me vea en medio de un conflicto bélico – bromeaba.
– Oye la guagua de Santiago bajó hace un rato ya debe estar al pasar.
– No socio, esta tarde voy a visitar un amigo en otra zona, Me voy en la 174 hasta la Víbora.
– Ah pues mira hay una para allá abajo, yo también me iré en esa misma pero no llego hasta allá.¡mira! ahí viene subiendo la nuestra – dijo señalando un ómnibus que venía subiendo la Avenida de los Presidentes y recién había cruzado la avenida veintitrés.
En la parada las personas se agrupaban desesperadamente para subir o por la puerta delantera o por la trasera del ómnibus. En la segunda puerta, estaba una inspectora cobrando el pasaje para evitar que la gente subiera sin pagar, supuse, entonces le pagué y esperé por el cambio:
– Señorita, me da el cambio por favor?
Ella, sin mirarme al rostro, dejo caer en mi mano veinte centavos, como faltaba cambio y vi que ella tenía abundante menudo, le insistí.
– Señorita faltan cuarenta centavos.
– Yo no cambio dinero –Respondió ella en mala forma.
– ¡Oiga, usted está violando la ley! –Le dije.
– ¿Que violando de qué? ¡Ven por aquí delante, ven!
Al ver que ella se había puesto histérica, opté por dejarla como caso perdido, pero le deje dos veces dicho que estaba violando la ley, pues creí que estaba en mi derecho de recibir cambio pues el precio del pasaje no es un peso ni ochenta centavos, solo cuarenta. En fin que la dejé hablando sola como una cotorra en la parada con su conciencia.
– ¿Viste esto?
– Si, el que le estaba diciendo eso de la ley ¿eras tú?
– Si
– Me lo imaginaba por tu voz, pero no tenía la seguridad.
– Oye compadre lo que me molesta no son los sesenta centavos, es que es mi trabajo.
– Claro, no es el acto, es el procedimiento. A la cara te ultrajan.
– Es una pena –dije con lamentación, es lamentable que la corrupción estructurada en este país ande a este nivel a pesar de los «esfuerzos que se hacen».
El me sonrió y me dijo:
– Este país está hecho un desastre desde la base hasta la cima compadre.
– Di tú, Si gente como esa se comporta de este modo, mi imaginación es incapaz de describir cómo serán las cosas en los niveles superiores, Pero bueno. Es nuestro basurero, y como vivo en el estoy en el completo derecho de criticarlo, porque lo conozco mejor que nadie, a ver si cambia – le respondí.
– Hermano, acostúmbrate, que este pequeño país donde vivimos es el reino perfecto para quienes roban a cuatro manos violando constantemente la ley –Concluyó.