¿Un Congreso de periodistas en Cuba?
Por Francisco Acevedo
HAVANA TIMES – La semana pasada sesionó en La Habana el XI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), y sirvió para ratificar nuevamente que hacer periodismo en Cuba es de las profesiones más difíciles.
Se trata de la organización oficial de los periodistas oficialistas, y realmente daba pena ajena escuchar muchas de las intervenciones, en las cuales los que usaban la palabra lo hacían para suplicar por prebendas de todo tipo, desde informativas hasta una merienda para una cobertura, con el trasfondo egoísta que esto entraña, pues desempeñan una misión social que va mucho más allá de sus intereses personales.
Pasa en todos los sectores, pero en este se echa a ver mucho más, pues entra a jugar la disyuntiva de enjuiciar a quien te paga, porque el periodismo en esencia es eso, valorar todo lo que sucede y analizar si cada cual hizo lo que debía hacer en determinado momento, para que la sociedad funcione como debe ser.
En el caso cubano, por supuesto, todas las decisiones importantes pasan por el Partido Comunista de Cuba (PCC), el único reconocido con pleno derecho, pero también el que asigna los presupuestos para los medios de prensa, y por lo tanto los utiliza para sus intereses, que básicamente es mantenerse en el poder por cualquier vía.
Dan pena realmente esas intervenciones en las cuales los propagandistas, que es lo que realmente son aunque hayan estudiado la carrera de periodismo, suplican prácticamente por lo que está por descontado para cualquier colega, en cualquier parte del mundo.
Eso sin contar que para rogar por una mejor atención hay que empezar por rendir pleitesía a Fidel Castro, a su hermano Raúl y al heredero, Miguel Díaz-Canel.
Porque en el fondo el objetivo es hacer quedar bien a los dirigentes, cuando la misión de un periodista debería ser casi lo contrario, denunciar todo lo mal hecho, y en Cuba prácticamente todo viene desde la cúpula política. Prefieren hacer la vista gorda y no abordar la dura realidad del cubano de a pie para sobrevivir, de quien le entregó su vida a este ideal y vive míseramente con una pensión que no le alcanza ni para asegurarse un suplemento alimenticio adecuado a lo largo del mes.
Al final los “periodistas” cubanos hacen el ridículo casi a diario, porque actualmente es muy fácil contrastar la información y saber que cuando un Ministerio dice que no hay chícharos para la cada vez más menguada canasta básica porque hizo mucho frío en Canadá, está mintiendo descaradamente.
Casi tan descaradamente como en sesión plenaria el director del Departamento Ideológico del Comité Central del PCC (el que directamente maneja los medios de comunicación), Rogelio Polanco, señala que a lo largo de los años la Revolución (sin mencionar a nadie específicamente) se ha equivocado, pero que lo ha reconocido siempre “con la frente en alto”.
Hay que tener la cara muy dura para pronunciar esta frase sin que vaya seguida de un pedido de renuncia inmediata de los responsables; todo lo contrario, lo que vino a continuación fue “no existe un manual”, y ya con eso está la patente de corso para seguir improvisando, sin importar que en medio queden generaciones enteras de cubanos insatisfechos. Esto entraña mucha desvergüenza y maldad, “con la frente en alto”.
A estas alturas, luego de más de 60 años, el partido propone un proyecto de transformación económica de los medios donde se habla de autonomía administrativa, financiera y comercial, cuando esa es la raíz de cualquier medio de prensa que se respete.
Polanco dice sin que le quede nada por dentro que la población apoya la Revolución, pero se olvida que medio país se va al extranjero porque no confía en el proyecto. Los cubanos no pueden manifestar su descontento libremente en las urnas, pero lo hacen con sus piernas, mudándose a otro país para buscar mejores horizontes.
Recién esta semana salieron a la luz entrevistas con las jugadoras de hockey sobre césped que decidieron quedarse en Santiago de Chile tras los Juegos Panamericanos, entre ellas la capitana, supuestamente la más comprometida con el discurso oficial, lo cual es una muestra clara de que se ven obligadas a manifestarse de una manera, aunque piensen de otra muy diferente.
Pero evidentemente los voceros del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) y otros medios oficiales no divulgarán sus palabras.
Tampoco nadie alzó la voz cuando se pospuso una vez más la aprobación de la Ley de prensa, porque según Polanco hay que evaluar bien los reglamentos, los castigos que se les pondrán a los que omiten o deniegan la información o la den de manera incorrecta. Eso dejó entrever, pero en realidad todos sabemos que los flecos que están atando son para legalizar cómo hacerles pagar a los periodistas cuando se equivoquen o cuando no cumplan adecuadamente su función de voceros del régimen.
Quizás me estoy adelantando a los acontecimientos, pero dudo que me equivoque, porque se ve venir que la Ley de Comunicación será en resumidas cuentas para combatir la libertad de información, regular Internet y aumentar el control sobre los medios de prensa y sus trabajadores, básica y fundamentalmente, lo otro serán concesiones pírricas.
Si le hacemos caso a este señor, el PCC apoya a los periodistas, pero ¿para qué?, pues solo para que sus artículos hagan quedar bien al propio partido. Todo el mundo sabe que no se puede criticar a un dirigente hasta que ellos mismos no divulguen una nota en la que se informa que fue cesado de su puesto.
“No es posible ser cubano y tener un país a contracorriente del mundo de hoy”, expresó con respecto a lo que proponen las corrientes de pensamiento fuera de Cuba, pero es que en la práctica es al revés.
Es la dirigencia cubana la que está empeñada en hacer de Cuba un fenómeno raro, y por supuesto que para eso no hay manual, porque ni siquiera a los sadomasoquistas se les ha pasado por la cabeza.
En ningún país de este mundo el pan de cada día lo hace un Partido y por eso, entre otras cosas, se está vaciando Cuba.