Triste Aniversario
Los CDR se fundaron con el fin específico de desempeñar tareas de vigilancia colectiva para delatar a los individuos desafectos a la Revolución.
Por Javier Herrera
HAVANA TIMES – Como cada año se celebró un aniversario más de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), en esta ocasión el número 63.
Los CDR se fundaron el 28 de septiembre de 1960, en La Habana, Cuba, con el fin específico de desempeñar tareas de vigilancia colectiva para delatar a los individuos desafectos a la Revolución. Luego se le fueron sumando tareas como pueden ser la captación de donaciones de sangre, recolección de materias primas, limpieza de áreas verdes en la cuadra, entre otras.
Los CDR están organizados de manera estructurada, existie uno por cada cuadra, luego los CDR de varias cuadras conforman una Circunscripción, luego un organismo municipal, uno provincial y finalmente uno nacional, dirigido hoy por el espía ex convicto Gerardo Hernández Nordelo.
Dentro de las organizaciones represivas los CDR, que el Estado cubano intenta presentar como una ONG, han constituido un pilar fundamental del que se nutren la Policía, la Seguridad del Estado (policía política), la contra inteligencia, los investigadores laborales y hasta las mismas organizaciones partidistas del régimen.
Los CDR son la beatificación de la delación, de la intromisión del Estado en la vida del individuo. Mediante los CDR se ha llevado un estricto control de quién vive dónde, con quién, quién lo visita, nivel de vida y cuanto aspecto de la vida del ciudadano le interese al Estado conocer y controlar. El fin principal de los CDR es llevar una vigilancia minuciosa de todos los vecinos del barrio, pero en especial de aquellos que se conoce que no comulgan con el régimen o que son abiertamente contrarios.
Según cifras oficiales alrededor de ocho millones de cubanos pertenecen a la infame organización. Estas cifras podrían dar una imagen distorsionada del apoyo que tiene el gobierno entre los habitantes si no se conoce que el ingreso a las filas del CDR se realiza de forma automática y sin necesidad de consentimiento del individuo al arribar a los 14 años.
Dentro de las acciones represivas que se han llevado a cabo por los CDR podemos hablar de los deleznables actos de repudio, los que se organizan por la Seguridad del Estado, pero se llevan a cabo mediante miembros fanáticos del CDR de la vecindad, para intentar dar la apariencia de ser el pueblo quien reprime los actos disidentes. Ojo, que muchos de esos fanáticos los vemos luego yéndose del país y denostando del régimen y olvidando que pertenecieron a una organización represiva y hasta terrorista.
Esta organización, mediante la cual llevaron la delación y la chivatería a la categoría de política de Estado, no la logramos encontrar en los antiguos países socialistas, los que poseían redes de informantes, pero nada parecido a un CDR. Si quisiéramos encontrar algo parecido en la historia tendríamos que referirnos a las SA hitlerianas o a las tristemente conocidas Camisas Negras del régimen de Benito Mussolini en la Italia fascista.
Tradicionalmente la noche del 27 de septiembre se realizaba una fiesta a nivel de cuadra, en todo el país simultáneamente. Dichas celebraciones eran aderezadas por una caldosa elaborada con algunos huesos o cabeza de cerdo y viandas suministradas por el propio Estado (cocinadas en medio de la calle en grandes ollas en improvisadas cocinas de leña), algunas botellas de ron o cerveza del mismo origen y algún cake con el logotipo de la organización. A la fiesta asistía la mayoría de los adultos de la cuadra, unos por el alcohol, otros para bailar y desconectar un rato, muchos por la caldosa y casi todos por no ‘señalarse’ de no participar en las actividades del CDR pues un mal informe de este podía dar al traste con un buen puesto de trabajo y hasta con la entrada de los hijos a la universidad o a alguna escuela en específico.
De la que fue la organización más eficiente en el control de la población hoy queda poco o nada. La población mira los CDR con recelo y solo lo ve como un nido de delatores con los que hay que llevarse bien, pero de los que hay que cuidarse y desconfiar. Muchos de los dirigentes de los CDR públicamente son muy ‘revolucionarios’ pero en privado son amigos de los mismos disidentes a los que se les ha encargado vigilar y hasta les avisan cuando algún órgano policial va preguntando por ellos.
Este año, como en los últimos tres, la festividad no se llevó a cabo, pero no faltaron las felicitaciones y menciones en todo el aparato propagandístico del régimen. Dentro de los mensajes, hablan sin recato de revitalizar los CDR pues saben que van muriendo y están condenados irremediablemente. Lo que fue uno de los pilares del régimen hoy se desmorona y más temprano que tarde no quedará ni rastro de esta organización que jamás debió existir.
De todas formas, con el apoyo o sin el apoyo de la población, se arribó al aniversario 63 de los CDR, institución que hoy apenas cumple funciones de vigilancia y delación e incluso esas funciones las realiza mal e ineficientemente. Ojalá que nunca más se celebre un aniversario como este, triste aniversario que festeja el momento en que se quiso (y casi se logró) convertir a todo un pueblo en traidor y delator de su vecino.