Testimonio: Me Golpearon por Filmar las Manifestaciones

Por Ronal Quiñones

Familiares de detenidos y desaparecidos en las protestas de este #11J se plantan en la estación policial de Zanja, La Habana. Captura de pantalla / ADN.cuba

HAVANA TIMES – Les voy a contar la historia reciente de un vecino mío. Nadie famoso, apenas un habanero más de los que transitan a diario por nuestra capital.

Desgraciadamente no quiso que su nombre trascendiera (entenderán el porqué cuando lleguen hasta el final de su relato), pero creo que vale la pena, porque no es un caso aislado.

Mi vecino, llamémosle Luis X, estaba el domingo tranquilamente en su casa viendo la final de la Eurocopa de fútbol cuando sintió un barullo en la calle. Se asomó a la ventana y vio un mar de gente que se dirigía al malecón gritando “Libertad” y “Paria y vida”.

Para quienes están ajenos a la realidad cubana de las últimas décadas, vale comentarles que en esta isla no se permiten las manifestaciones ni siquiera pacíficas, aunque la Constitución no lo prohíbe, y es muy raro, rarísimo, que salga gente a las calles en masa si no es convocada por el gobierno.

Los únicos casos que se recuerdan son los del Mariel en 1980 y los de agosto de 1994, también en el malecón habanero. Ambas crisis se solucionaron con emigraciones masivas, o sea, que el gobierno se quitó el problema de arriba al deshacerse de los problemáticos, pero ese es otro tema.

Volvamos a lo ocurrido el pasado domingo 11 de julio. Luis se asomó a su ventana y se sorprendió por lo que estaba viendo, pero consciente de que se trataba de un momento histórico, salió como mismo estaba, en short y chancletas, celular en mano, para registrar lo que estaba sucediendo.

Acompañó la protesta como uno más, aunque sin gritar consignas, mientras con su celular grababa lo que tenía a su alrededor.

Sin embargo, de pronto vio que la gente ya no marchaba como se suponía, sino que empezaban a correr en cualquier dirección, y se dio cuenta de que un grupo de personas con palos estaban golpeando a los manifestantes desarmados, acompañados de policías y miembros de las fuerzas especiales.

Su instinto natural lo conminó a correr, pero al estar en chancletas no podía avanzar todo lo rápido que deseaba y fue alcanzado por un grupo de cuatro personas que comenzaron a golpearlo sin preguntarle ni qué hacía allí. A los primeros cuatro se les sumaron dos más, como si estuvieran enfrentando a Mijaín López.

Después de cansarse de darle golpes y salir a buscar una nueva víctima lo subieron a un camión junto a decenas de otros jóvenes y lo trasladaron a la estación de policía ubicada en la calle Zanja.

Eso fue el domingo, y allí lo tuvieron hasta el viernes. Todos los días lo llamaban para entrevistarlo, diferentes personas, pero con las mismas preguntas: “¿Qué hacías allí? ¿Quién te convocó? ¿Alguien te pagó?” Siempre respondió lo mismo, que fue por curiosidad, que no estaba gritando nada, que nadie lo convocó y mucho menos le pagó.

En la estación no lo volvieron a golpear, pero la paliza recibida fue tal que el viernes cuando salió, casi una semana después, todavía tenía moretones en la cara y el cuerpo.

A todas estas, nadie sabía dónde estaba. Su madre estaba desesperada y nadie le informaba del paradero de Luis.

No le permitieron ni siquiera hacer una llamada telefónica para avisar a sus familiares, y como la mayoría de los cubanos ni siquiera sabe los derechos que tiene, tampoco lo exigió como debía.

Aquí me detengo un momento para apuntar que quienes lo secuestraron, porque eso no tiene otro nombre, sí conocen las leyes, y las violan constantemente cuando se trata de seres anónimos como Luis. Si hace una pequeña búsqueda en Internet verá que al cantante Yomil ni siquiera lo detuvieron por estar en la manifestación, y a la youtuber Dina Stara sí le permitieron hacer la llamada correspondiente. El resto no tiene derechos, no los merece.

Finalmente, este viernes Luis pudo regresar a su casa y a su madre le volvió el alma al cuerpo, pero la experiencia vivida lo dejará marcado para el resto de su existencia. No quiso que trascendiera su nombre para evitar represalias, pero su historia seguramente la vivieron, detalles más, detalles menos, otros de los más de 300 cubanos que fueron denunciados como desaparecidos el 11 de julio.

Ojo, la cifra es de quienes han llamado a los números de la Organización No Gubernamental Human Rights Watch (HRW)  y hay que multiplicarla unas cuantas veces. El propio Luis no estaba en ese listado, porque su madre para lo menos que tenía cabeza era para ponerse a buscar en Internet por ese grupo.

Sé que el estallido del 11 de julio no será el último, pero pasará un tiempo antes de que los cubanos se vuelvan a armar de valor para salir a las calles, luego de la represión sufrida. El mismo que dio la orden de ataque habla ahora de dialogo, mientras cientos de personas (para ser conservador) todavía están presos o desaparecidos.

Si de verdad quiere escuchar a los otros, tiene que garantizarles que pueden expresarse sin temor a represalias, sin que sus interlocutores esgriman palos mientras ellos van desarmados, sin que sus opiniones le puedan hacer perder su trabajo o su carrera universitaria, sin que sienta que la calle no es de él.

Repito, pasará un tiempo antes de que se repita algo parecido, y necesariamente tendrán que sumarse los rostros conocidos, no en las redes sociales, sino en las calles, para proteger a sus conciudadanos.

Hará falta que salgan las madres, esposas e hijas de quienes reprimen, para ver si tienen valor de golpearlas. Hará falta que todos los corresponsales de la prensa internacional, entre quienes hay incluso militantes del Partido Comunista y eso no es una novedad, vayan a documentar lo que sucede.

Hará falta que la Iglesia cumpla su función de velar por el prójimo y acuda a la convocatoria, no a gritar por una u otra causa, sino para asegurarse de que se escuchen los gritos de ambas partes.

Hará falta que las sedes diplomáticas y organizaciones con sede en Cuba salgan de sus cómodas oficinas y estén allí, como testigos de lo que pueda suceder. Tranquilos, a ninguno de ustedes le harán lo que le hicieron a Luis.

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