Telesur es una alternativa desesperada
ante la triste realidad del periodismo oficial cubano
Vicente Morín Aguado
HAVANA TIMES — La primera impugnación viene de los orígenes del canal venezolano, marcados como un proyecto conjunto con la TV cubana, aportando esta última una buena parte de los profesionales y hasta mil 600 horas de programación.
O sea, piensan remediar los males aquellos que los padecen desde hace décadas, no simplemente como víctimas, sino igualmente en calidad de protagonistas.
Ojo con esta temprana conclusión, como cualquier decisión desesperada, puede y para mi lo es, una salida a medias, errónea ante lo medular de tan importante problema nacional, como lo es el encontrar el camino hacia un auténtico periodismo en Cuba.
De paso, no olvidemos que existe otro quehacer mediático, nada oficialista, cuya presencia no puede ser discriminada y merece un análisis aparte.
Por ahora en minoría, es posible encontrar en la red textos con ese tono “atrevido, desenfadado, inmediato y, ante todo transparente. Puede ser periodismo, no panfleto,” citado por la periodista cubana Giselle Morales en una contribución inicial a la polémica.
Sin embargo, lo primordial es explicar por qué no considero a Telesur el ejemplo a seguir, como salida definitiva al panorama que venimos abordando.
El asunto abarca todo un sistema de hacer y no poder hacer, partiendo desde la escuela nacional de periodismo hasta llegar a las mesas de redacción, siempre con un Gran Hermano, vigilante por encima de todos, el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
El resultado es “una de nuestras manifestaciones culturales menos interesantes y una de las de menor calidad”, respetada opinión de Leonardo Padura sobre lo que ahora pretenden cambiar.
Cuando no hay alternativas, si aparece una tabla de salvación, a ella nos atamos, pero bien vale nadar un poco más, luchando por la solución definitiva. Telesur aporta novedades positivas, propias de la competencia donde se encuentra ubicado, pero no es suficiente. Cuba puede asumir igualmente ese modo de hacer televisión sin cambiar nada en el fondo.
Al abordar el asunto, Giselle nos da otra clave: “Bien se que Telesur dispone de recursos continentales, mas creo no es tanto la falta de financiamiento sino la crisis de creatividad aquello más dañino a nuestra televisión.” Ahora repite un pensamiento o consigna, de esos que nos lastran porque dinero si hay, el asunto es darle su debida prioridad a un problema medular de la realidad nacional.
Además, apreciando diariamente las trasmisiones del canal venezolano, descubrimos varios de sus defectos de origen: es muy venezolano, al menos las catorce horas nuestras; pierde objetividad cuando del chavismo se trata y finalmente la prueba de fuego, abordar la realidad cubana desde esa óptica desenfadada, nada panfletaria, “militante y no militar”, como bien clama la articulista.
Para las posibles objeciones a este último planteamiento, basta con preguntar cómo explicar desde Cuba el empate técnico electoral entre Maduro y Capriles, cuando la información trasmitida apuntaba hacia una clara y contundente victoria del sucesor de Chávez, ante un rival valorado como torpe, grosero y repetidamente perdedor.
Como bien dice Fernando Ravsberg, al menos Telesur ofrece imágenes de sus contrarios políticos, tímidos y parciales reflejos, aclaro, pero al fin un paso de avance que muestra por contraposición, la crisis permanente del espacio mediático estatal en Cuba.
Incorporar una manera de hacer televisión a tono con las actuales tecnologías será un paso de avance, lo necesitamos, aunque no resolverá la crisis de creatividad aludida por la mayoría de los periodistas cubanos. Apuntó un relevante crítico de nuestra realidad, Guillermo Rodríguez Rivera, que el socialismo tiene mandíbula de cristal cuando de la prensa se trata.
El temido knockout paraliza por ahora cualquier intento real de liberar a la prensa de sus ataduras fantasmales, prejuicios encasillados, visiones mediocres, intolerancias absurdas, fobias fantasmales y demás burocratizaciones del pensamiento, calificativos todos aportados por otra reportera de nuestra TV, Maribel Acosta, precisamente también desde las páginas del tabloide En Vivo.
Lo que debe cambiarse, brújula esencial capaz de darnos el periodismo tan anhelado, es algo calificado por un talentoso escritor llamado Aurelio Alonso como “El desafío político: la democracia. Una enseñanza que no debemos olvidar en nuestro proyecto: es el socialismo, y no el capitalismo, el que no podrá existir sin democracia.”
Vicente Morín Aguado; [email protected]
Para mi telesur es una muy buena alternativa de la informacion de america y el mundo , la democratizacion de la informacion,hasta ahora los pueblos de latinoamerica no habian tenido informacion real y el fin es democratizar , para mi los medios de informacion controlado por el imperio del norte estan preocupado porque telesur se extiende mas al mundo informando de una forma real por eso hay que fortalecermas a telesur el resultado debe ser la liberacion de centro y sudamerica , vamos bien la television de los hombres libre sigue adelante Gracias a Hugo Chavez el gigante de America
Canales como Telesur adquieren naturaleza de tabla de salvación, más que de mera alternativa informativa, para los denominados países de la periferia. La gran prensa corporativa ha dado tumbos demasiados evidentes en los últimos años como para confiar en su declarada y supuesta objetividad. Y no es que Telesur no vaya a defender intereses dados. Eso se da por sabido. Es más, considero que sería bien farisaico de su parte no hacerlo, En ese punto, entre otros, deben diferenciarse de los medios tradicionales, que no suelen airear sus intereses a la vista de todos, pero que una y otra vez los enarbolan de manera más o menos embozada. Lo peor es que veces de un enfoque de estos últimos -y de su manejo de la información – puede depender incluso la suerte de un país y la vida de millones de seres humanos. Para el que lo dude, recomiendo volver sobre el caso de la ex reportera del New York Times Judit Miller, en cuyas informaciones sobre Irak, publicadas en el influyente diario, se apoyó en buena medida el Pentágono para arrastrar a EEUU, – y más tarde a medio mundo- a una guerra basada en mentiras. Al descubrirse el engaño, Judit fue a parar incluso a la cárcel – cuando no quiso revelar la fuente de la CIA que le daba datos- y puso al NYT en una precaria posición ética, pero ya el mal estaba hecho: cientos de miles de muertos y una nación soberana invadida, además de pisoteada la validez de la ONU .
Algo similar, aunque no tan dramático, ocurrió cuando El País, de España, publicó la falsa foto de Chávez en el quirófano.
Como contraparte, la avalancha de medios alternativos, al estilo de HT, brindan la posibilidad al ciudadano común de opinar e influir en lo que ocurre a su alrededor. En cuanto a nosotros, no parece haber de inmediato otra opción que seguir a la espera de ese raro privilegio que es la Red. Digo para la mayoría.