Solidaridad, amor y desamparo en Cuba; caía el campo socialista

Xiomara Reinoso Gómez

Xiomara con sus hijos.

HAVANA TIMES — “¡Se cayó el campo socialista! ¡Se desintegró la Unión Soviética!” Eran los comentarios del personal médico que trabajaba en el hospital. Yo no prestaba ninguna atención, mi hijo de dos meses había sido hospitalizado por diarreas, y en la sala de Gastroenterología se complicó con una infección bacteriana; tuvo que ser trasladado a Cuidados Intensivos.

El médico dijo que si antes de seis horas no lograban canalizarle la vena para transfundirlo y pasarle antibióticos, mi pequeño moriría. En una situación tan desesperada, nada me importaba.

Finalmente, luego de 39 pinchazos en aquel cuerpecito, lograron canalizarle la vena. Pero el peligro no había pasado, había que esperar seis horas más a ver cómo reaccionaba su organismo. Poco faltó para que perdiera la cabeza; por suerte todo salió bien.

Apenas tenía comunicación con mi familia; solo podíamos vernos a través de un cristal, hablar con mímicas y decirnos lo elemental leyéndonos los labios. El único tema posible era la salud del niño, no sabía nada de lo que ocurría fuera del hospital.

Al cabo de unos días le dieron el alta y le indicaron fórmula basal por cuatro meses. Para los que no saben o no recuerdan, la fórmula basal se prepara con plátano verde, malanga, ajo, cebolla, ají y carne de res; y si no hay res, de pollo. Cuando iba saliendo de Cuidados Intensivos una de las enfermeras me dijo que podía ir a buscar la fórmula al hospital durante una semana; ella me la iba a resolver para que yo tuviera tiempo de conseguir los ingredientes.

Le di las gracias -y le estoy agradecida hasta hoy- pero salí de allí pensando: “!Qué tontería!, me es más fácil comprar los ingredientes y hacerla en la casa”. Además, contaba con mi vieja batidora rusa, ¿qué más podía necesitar­?

Cuando llegué al barrio pasé directo por el mercado; con quince días de ausencia mi refrigerador estaba vacío y los calderos ociosos. Fui directo a los estantes de las conservas, con la mente puesta en una comida rápida. Pero ¡Dios mío, los estantes vacíos, todos vacíos!

Le pregunté a una señora qué había sucedido. Me miró extrañada, pensaría que yo venía de Marte. “Es que se lo llevaron todo”.

Quedé petrificada. A mi mente vinieron frases del Apocalipsis: “Abominación desoladora”, “La gran tribulación”. Y si, estábamos frente a una gran tribulación, aunque nada que ver con la profecía bíblica.

Miré al pequeño que llevaba en los brazos y pensé en mi otra niña, de 12 años; no pude evitar las lágrimas.

Al día siguiente fui al mercado agropecuario y todas las tarimas estaban vacías, todas menos una. Un molote de personas esperaba ansioso un camión de malanga, empujándose unas a otras, maltratándose sin consideración. Entonces recordé a la enfermera que con tanta amabilidad me había ofrecido ayuda.

Pero ¿dónde estaban los productos del agro? ¿Es que también los traían de la Unión Soviética? Así comenzó el llamado Período Especial, solo el comienzo.

Hay quien dice que viene otra crisis, pero ya no me asusta; mis hijos son adultos y estoy curada de espanto.

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