¿Sobrevivirá la Revolución cubana un nuevo periodo especial?

Por Osmel Ramírez Álvarez

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – El sistema cubano está entrando con paso acelerado a un renovado Periodo Especial. Si bien, nunca se terminó el anterior, es un hecho que la agudización actual de la crisis, luego de un laxo prolongado con menor escasez, nos hace verlo como nuevo.  Por eso cabe preguntarse, ¿resistirá el modelo socialista radical esta nueva prueba en las condiciones actuales?

En la década de los 90 comenzó el llamado Periodo Especial, cuando cayó el campo socialista y principalmente la Unión Soviética. El país, durante la Revolución, se había forjado una mayor dependencia de la URSS, que la que jamás tuvo con los EUA antes del 59, y pendía mucho más del monocultivo y la monoexportación.  Es decir, que la crítica al capitalismo por haber deformado la economía nacional en función de servir de complemento a los EUA, lejos de resolverse, se mantuvo, pero con el nuevo socio de turno.

Sin embargo, en los 90, a pesar de la crisis profunda, las carencias y el daño social que provocó el Periodo Especial, el Gobierno contaba con poderosas herramientas de control social que evitaron su caída. Aunque hubo momentos importantes de tensión y se dieron procesos político-sociales irreversibles, como son el fenómeno migratorio agudo, un mayor vínculo con el mundo a través del turismo y la articulación de una oposición organizada.

Hoy, casi tres décadas después, nuestro pueblo es diferente. Ya no es el mismo, aunque luzca dominado por los férreos, aunque no insuperables, mecanismos de control social. Todavía persiste el miedo a enfrentar abiertamente al sistema y la gente se deja conducir en los desfiles, porque el Estado tiene, al menos, dos tercios de la fuerza laboral controlada, y coacciona muy bien, pero no es como antes. Antes el pueblo era mayoritariamente sincero cuando gritaba una consigna, ahora es mayoritariamente hipócrita.

Cada vez hay más decepción y conciencia de la verdad sobre Cuba y el mundo. Un porcentaje mayor de familias no dependen de su vínculo con el Estado y se sostienen principalmente de remesas o de negocios cuentapropistas que, a pesar de tener la obligación de marcarle al sistema, si ven un punto de inflexión política o algo que de verdad parezca con posibilidades de éxito, irán contra el Gobierno por muchas razones, especialmente, porque casi nadie cree sinceramente en él.

Tras el fracaso económico de los planes de Raúl Castro, con sus Lineamientos, aperturas y promesas de bonanzas para el 2030, lo que nos llega son nuevas carencias, mayores oleadas migratorias, escasez de alimentos, más problemas con el transporte por falta de combustible, el recorte eléctrico en las empresas productivas y de servicios, y para rematar, el incremento de la represión. Todo ello agudiza las dificultades cubanas, que pueden llegar al punto de convertirse en una crisis humanitaria reconocida internacionalmente.

En los 90 éramos prisioneros en la Isla, sin libertad de viajar. Para emigrar había que lanzarse al mar en balsas. Teníamos menos información del mundo, y la manipulación del poder hegemónico mediático del Gobierno era más efectiva y exclusiva. Había más comunistas sinceros, los socialistas demócratas tenían fe en convencer al PCC de la factibilidad de la vía democrática y la oposición en general era menos escuchada y conocida.

Los dirigentes eran menos corruptos e hipócritas. Los funcionarios no tenían el deterioro moral actual. La gente no tenía voz ni se atrevía a hablar siquiera. La Seguridad del Estado reprimía con una violencia mucho mayor, pero se podía esconder y hasta el pueblo estaba entrenado para aplaudir esas acciones.

No había Internet ni redes sociales donde, como ahora, se pudiera denunciar u opinar. Actualmente la gente viaja, conoce el mundo o ve la mejoría del que emigra, aunque sea para Haití. Todo esto marca una gran diferencia.

Muchas cosas han cambiado. Ya no es posible engañar a la gente todo el tiempo ni culpar de manera creíble al bloqueo o “al enemigo” de las metidas de pata, de la mediocridad, de la ineficacia y la inviabilidad de un proyecto social fracasado.

La esperanza de que el país mejorase se desvaneció y la gente ha resistido sin arriesgarse a protestar por miedo al sistema, a su férrea represión y por la falta de civismo inculcado por décadas. Pero es muy difícil que el pueblo acepte volver a las carencias extremas que tanto nos dañaron en los 90 y no reclame cambios.

Es un escenario distinto y esta puede ser la gota que colme finalmente la copa. No es descabellado augurar que nuestro pueblo podría tener un despertar cívico. El país demanda cambios inevitables que el Gobierno del Partido Comunista se niega a hacer por temor a perder sus privilegios, pero creo que Díaz Canel necesitará ofrecer algo más que un eslogan hueco y voluntarista, que solo satisface a sus mentores conservadores.

Deben hacer transformaciones, lo cual es virtualmente posible, preservando al menos el espíritu inicial. Pero los cambios pueden ser de dos tipos: los verdaderamente necesarios para salir adelante y arreglar el país, o los cosméticos, más de lo mismo, que permitan ganar tiempo apostando a una coyuntura futura más favorable al contubernio con las dictaduras. Lamentablemente estos últimos son los más probables.

Sin embargo, los superficiales, aunque encaminados a suavizar la presión internacional, no a disminuir la falta de libertades, crean precedentes y escenarios nuevos, que por ser el de hoy un pueblo diferente al de los 90, promoverían otras evoluciones más sustanciosas. Porque un cambio propicia otro, y un derecho ganado facilita ganar otro más. Es un efecto dominó inevitablemente que, al menos, en nuestra cultura occidental nos encamina hacia la democracia. No tengo dudas.

Por otro lado, abriéndose esas brechas democratizadoras, más los apoyos internacionales que se logran contra las violaciones de DDHH en Cuba y la falta de libertades, presionan ya y presionarán cada vez más al nuevo Gobierno de Díaz-Canel, llevándolo a promover transformaciones más reales.

Él dice constantemente “somos continuidad”, pero ese es un mensaje dirigido a la élite de militares que aún lideran el Partido Comunista que lo puso en su cargo “a dedo”. Cuando en breve esté solo al frente del Gobierno y el PCC, por mucho que desee entronarse como sus antecesores, no lo conseguirá. El escenario interno y externo lo hará imposible.

Osmel Ramirez

Soy de Mayarí, un pueblecito de Holguín. Nací el mismo día en que finalizó la guerra de Viet Nam, el 30 de abril de 1975. Un buen augurio, ya que me identifico como pacifista. Soy biólogo pero me apasionan la política, la historia y la filosofía política. Escribiendo sobre estos temas me inicié en las letras y llegué al periodismo, precisamente aquí en Havana Times. Me considero un socialista demócrata y mi única motivación comunicacional es tratar de ser útil al cambio positivo que Cuba necesita.

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