Respuesta a Rafael Rojas: Más sobre “Fighting over Fidel”

Samuel Farber

Fidel Castro. Foto: cubadebate.cu
Fidel Castro. Foto: cubadebate.cu

HAVANA TIMES — Me alegra que Rafael Rojas haya respondido a mi reseña de su libro Fighting Over Fidel. Desafortunadamente, su respuesta prácticamente ignora mis argumentos principales y se concentra casi exclusivamente en la parte menos importante.

Mi objeción principal a Fighting Over Fidel es que el libro deja la muy clara impresión que el apoyo de la izquierda estadounidense al gobierno de Fidel Castro prácticamente desapareció después de los comienzos de los años 70. Esta no es solamente mi opinión – que Rojas no impugna en su respuesta – sino también la de Princeton University Press, la casa editora que publicó el libro de Rafael Rojas en inglés.

En la sobrecubierta de Fighting Over Fidel, esta afirma que el texto demuestra “cómo el abrazo entusiasta de la izquierda a la Revolución de Castro concluyó en un amargo desengaño hacia el final de la década explosiva de los 70” (how the Left’s enthusiastic embrace of Castro’s revolution ended in bitter disappointment by the close of the explosive decade of the 1960s.)

La parte principal de mi reseña explica cómo esto no es cierto y que la mayor parte de la izquierda estadounidense continúa apoyando al régimen cubano en mayor o menor grado o bien, brindándole un apoyo entusiasta y acrítico o bien, adoptando una actitud benévola hacia dicho gobierno, concediéndole el beneficio de la duda.

Mi reseña trató de explicar el por qué, cómo y cuándo de esa postura política. También propuse una alternativa, desafortunadamente compartida solo por una minoría de la izquierda de Estados Unidos, que combina la oposición tajante a la intervención del imperialismo estadounidense  en los asuntos de Cuba, sea a través de métodos políticos o económicos,  con una clara crítica u oposición al sistema político, económico y social imperante en la Isla.

Una vez reafirmada las tesis principales de mi reseña original, procederé a examinar los “errores” que según Rojas contiene mi reseña:

Sobre las revistas Partisan Review y Dissent. Es cierto que Partisan Review mantuvo una posición cercana al trotskismo a finales de los años 30, el mismo período durante el cual la comisión presidida por el notable filósofo y educador estadounidense John Dewey exoneró a Trotsky de las viles calumnias que se presentaron en su contra en los procesos de Moscú que tuvieron lugar en esa época. Pero la revista se comenzó a mover gradualmente hacia la derecha lo que provocó, por ejemplo, la salida del consejo editorial del conocido escritor y crítico cultural Dwight McDonald en el 1943.

Después de la guerra, Partisan Review se fué aún más hacia la derecha, y para finales de los 40 ya había adoptado un tibio y moderado liberalismo en defensa del sistema político estadounidense aventurando ocasionalmente algunas críticas de este.

Para esos años Partisan Review había dejado ya muy atrás toda actitud “trotskisante”, a pesar de que algunos de sus lectores y editores pudieron haber compartido un pasado trotskista.

Con respecto a Dissent, es cierto que esta fue fundada por Irving Howe, un destacado intelectual que abandonó, no a la Cuarta Internacional, sino al trotskismo heterodoxo del “Independent Socialist League” dirigida por Max Shachtman, para embarcarse en una nueva ruta política de clara orientación social demócrata.

En sus primeros años, Dissent publicó artículos de radicales independientes como C. Wright Mills y Paul Goodman, pero ya para los años de la Revolución Cubana había tomado una dirección política mucho menos izquierdista que culminó hacia finales de los 60, con una crítica acérrima de la Nueva Izquierda por parte de Irving Howe y otros colaboradores de Dissent.

Es por estas razones que afirmé que ni una ni la otra revista tenían poco o nada que ver con el trotskismo durante los primeros años de la Revolución Cubana, y que atribuirle a esas revistas de índole liberal, social demócrata y de un “izquierdismo” moderado un carácter trotskista, crea un verdadero “revoltijo conceptual.”

  1. II) Sobre las Panteras Negras. Tanto los líderes negros Stokeley Carmichael como H. Rap Brown fueron miembros y “ministros” del “Black Panther Party” por un período muy breve, y Robert F. Williams jamás fue miembro de dicha organización, aunque Rojas afirme lo contrario en Fighting Over Fidel (página 200). Ningún estudioso actual del movimiento negro en los EE.UU., asociaría a esos líderes con dicha agrupación.

Creo que el problema fundamental es que Rojas quizás confunde las personalidades y organizaciones que apoyaron el lema del “Poder Negro,” que cubría una amplia gama política incluyendo a partidarios y defensores del “Black Capitalism” (Capitalismo Negro), con el programa y perspectivas políticas específicas de los “Black Panthers.”

Es fácil comprender por qué los partidarios del gobierno cubano, incluyendo a los más heterodoxos como Pensamiento Crítico – que Rojas cita como fuente de información sobre este tema – interesados más que nada en encontrar partidarios y aliados en los Estados Unidos, no prestaron atención a las diferencias entre dichos grupos sobre las estrategias  que proponían para derrotar y eliminar el racismo dentro de los EE.UU.

El “Black Panther Party” fue el ala más radical y revolucionaria del movimiento de “Poder Negro.” Aparte de abogar por la auto-defensa armada de los negros contra los abusos de la policía, el BPP era explícitamente anticapitalista, y a diferencia de prácticamente todos los otros grupos negros, abogó por una colaboración activa con grupos de blancos izquierdistas, como en el caso de su pacto con el “Peace and Freedom Party” de California (en el cual este autor militó a finales de los 60.) Me parece que hacer caso omiso de esas diferencias tan importantes sería como ignorar las discrepancias entre el Directorio Revolucionario, el Movimiento 26 de Julio y los comunistas cubanos del PSP (después del 1957) porque todos apoyaron la lucha armada contra Batista.

III. Sobre los “New York intellectuals” (intelectuales de Nueva York). Este es un término que generalmente los estudiosos de ese tema, como Alan Wald, han usado para referirse a algunos intelectuales, generalmente de ascendencia judía, que formaron una especie de comunidad intelectual que se forjó en discusiones entre ellos sobre temas de común interés. Este no es el caso de los intelectuales que Rojas discute: no solo no todos participaron en esas discusiones en común, sino que algunos de ellos ni siquiera vivían en Nueva York.

De manera similar, aunque muchísimos intelectuales británicos han vivido en el barrio Bloomsbury de Londres, el término “Grupo de Bloomsbury” (Bloomsbury Group) se aplica a un grupo específico alreadedor de Virginia Woolf, Lytton Strachey y sus amigos.

Un breve comentario final: Yo no dije nada en mi reseña sobre la “formación” de Rafael Rojas. Solo que él tiene raíces en el “establishment” cultural cubano como yo las tengo en la pequeña burguesía immigrante judía-polaca. Ni él ni yo le debemos explicaciones a nadie con respecto a nuestros respectivos orígenes.

Samuel Farber nació y se crió en Cuba y ha escrito muchos artículos y libros sobre ese país. Su último libro es The Politics of Che Guevara: Theory and Practice recientemente publicado por Haymarket Books.

 

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