Nuevas enmiendas: limitadas y de difícil concreción
HAVANA TIMES — A bombo y platillo, el gobierno de Estados Unidos acaba de anunciar nuevas enmiendas a las restricciones del comercio con Cuba. Según el secretario del Tesoro, Jacob J. Lew, ellas forman parte de “los pasos necesarios para apoyar al pueblo cubano a alcanzar la libertad económica y política que se merece”.
La prensa ha comentado in extenso estas enmiendas, por lo que me limitaré a señalar las que considero más importantes:
Algunos comentaristas han considerado que estas medidas constituyen un paso “gigantesco” en el proceso de normalización de relaciones entre los dos países. Sin embargo, desde mi punto de vista, su alcance es limitado, son de difícil concreción y no reflejan una clara voluntad del presidente Obama de blindar con hechos su nueva política hacia Cuba.
En primer lugar, se trata de medidas centradas en aquellos aspectos políticos que Estados Unidos considera van destinados a promover un “cambio de régimen en Cuba”, por lo que de por sí es de esperar que generen reticencias por parte del gobierno cubano.
Tampoco está garantizada una interpretación muy amplia en su aplicación por la parte norteamericana, toda vez que la mayoría de ellas deben pasar por la aprobación de los departamentos del Tesoro y el Comercio, con la consiguiente dificultad e inseguridad que esto conlleva para los potenciales actores, tanto norteamericanos como cubanos.
Su impacto en la economía cubana no es tan relevante como pudiera pensarse: no están dirigidas a satisfacer los requerimientos de empresas fundamentales para el país y las posibilidades del comercio se ven restringidas en renglones decisivos, como los alimentos. A ello que suma que en ningún caso se contempla la exportación de productos cubanos a Estados Unidos, lo que limita y degenera el intercambio, haciendo pensar en la conveniencia de otros mercados para satisfacer las necesidades del país.
Por último, todas estas medidas se ven dificultadas por la prohibición de utilizar el dólar norteamericano en las transacciones –la posibilidad de cambiarlo está dentro de las facultades del presidente–, lo que encarece cualquier operación y genera temores, especialmente en el sector financiero y bancario, debido a la posibilidad de sanciones que aún pesan sobre ellos, si se considera que han violado esta disposición.
En resumen, las nuevas medidas siguen el patrón de la política norteamericana de avanzar a cuentagotas dentro de las facultades presidenciales para restringir la aplicación del bloqueo, con el fin presionar al gobierno cubano y determinar la agenda de las negociaciones y, a la vez, acompañar estas acciones de una campaña mediática, que favorece a los demócratas en el plano interno y hacia el exterior deja la sensación de que se está haciendo todo lo posible, siendo culpa del gobierno cubano no saber aprovechar las oportunidades que les brinda la parte norteamericana.
Aun así, las nuevas medidas tienen la virtud de dar continuidad al proceso de negociaciones iniciado el 17 de diciembre de 2014, generando expectativas que, a la larga, determinarán su propia dinámica, aunque quizá no podamos esperar mucho más en un año electoral, cuando la tónica es no correr riesgos y toda la política se centra en elegir al próximo presidente de Estados Unidos.
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