Alberto N. Jones
HAVANA TIMES — Mucho antes de que el presidente Barack Obama pensara entrar en la vida política, la semilla de la discordia se había sembrado en Miami en 1998, con la creación y entrenamiento de grupos anti-cubanos disfrazados de periodistas independientes, bibliotecas independientes, agricultores independientes e independientes de cualquier cosa, con el único propósito de resaltar las desigualdades raciales existentes.
Manejados, financiados, entrenados y dirigidos en el combate por Frank Calzón, director de la subversiva organización Cuba Libre, bajo la mirada acuciosa del US-AID, NED, IRI y la Fundación Nacional Cubano Americana, en la cual se reclutaron a hombres y mujeres, predominantemente negros, para intentar alcanzar el triunfo donde los grupúsculos de predominio blanco habían fracasado.
Líderes negros que emergieron de la nada fueron santificados, fracasaron, fueron reemplazados o se devoraron en virulentas batallas intestinas en la radio de Miami. La mayoría deambulan desmoralizados, catatónicos por las calles de esa ciudad, donde manejan un taxi o administran un negocio familiar de limpieza de casas y oficinas.
Los presidentes Barack Obama y Raúl Castro estremecieron al mundo con la declaración simultánea del día 17 de Diciembre del 2014, en la cual declararon que habían acordado iniciar un proceso de normalización de las relaciones entre ambos países. Para los cubanos eso significó poder irse a la cama, después de medio siglo, sin el temor de ser ametrallados o bombardeados.
Para los Estados Unidos constituía un paso adelante para comenzar a restituir y limpiar su empañada y derruida imagen en América Latina y alrededor del mundo, al proponer la paz en lugar de la guerra, la esperanza en lugar de las drogas, la armonía, amor y desarrollo.
Cuando esta bomba de tiempo detonó en Miami, los exiliados históricos reunieron a decenas de grupúsculos moribundos y los urgieron a alzarse a denunciar a Obama. El efecto fue inmediato, cuando un puñado de miembros de Las Damas de Blanco creció en forma exponencial como si fueran fertilizadas con “Miracle Grow” y su metástasis ocurrió a lo largo del país.
Los líderes de estos grupúsculos se convierten “viajeros frecuentes” en las líneas aéreas de Miami, donde venían a entregar sus partes, recoger instrucciones, visitar a Radio y TV Marti, Radio Mambí y Mega TV, para arengar a sus seguidores locales e internacionales.
La difícil relación que el presidente Barack Obama ha tenido desde el día de su inauguración con un Senado obstruccionista, un Congreso fosilizado, que incluso un miembro lo llamó mentiroso en medio de un discurso, la promesa del Partido Republicano de hacerlo presidente de un solo periodo, las constantes acusaciones de haber dado todo a Cuba a cambio de nada y el cuestionamiento de su nacionalidad, pudo haberlo llevado a tratar de demostrar lo contrario a sus partidarios en los Estados Unidos.
Esa desafortunada decisión de expresar públicamente en Cuba la necesidad de que el país mejore sus derechos humanos y el candente tema de la desigualdad racial que no mencionó durante sus conversaciones privadas, elevó su estatura política en su país, pero dejó un mensaje discordante entre muchos cubanos.
En apoyo a esta hipótesis está su actuación totalmente distinta en Argentina, con su horripilante historia de violaciones humanas durante la dictadura militar, donde Obama optó por callar y refugiarse al día siguiente en Bariloche, evitando así una marcha multitudinaria en recordación al golpe fascista.
Muchos cubanos se sintieron genuinamente ofendidos y otros, oliendo sangre en el agua y sin un mínimo conocimiento de cómo funciona la sucia política de los Estados Unidos, se montaron en el vagón y en forma estridente denunciaron la falta de ética del presidente por inmiscuirse en los asuntos internos de Cuba. Otros, quienes jamás le pidieron a dignatarios de España, Inglaterra, Francia, Holanda ni al Papa que se disculparan por los crímenes perpetrados en nuestro hemisferio, exigieron que Obama lo hiciera.
Afortunadamente, actuando como verdaderos estadistas, Barack Obama y Raúl Castro se han mantenido por encima de esta diatriba y todo parece indicar que los acuerdos preliminares saldrán ilesos de esta confrontación; ambos presidentes están preparados para salvar estos inevitables encontronazos que intentan descarrilar el camino hacia la paz.
Después de medio siglo de un embargo virulento, asfixiante, que ha causado tanta hambre, sufrimiento, enfermedades y muertes en Cuba, nadie debía esperar que la rectificación de tanta hostilidad, dolor y desconfianza, fuera un paseo. La imagen de los Estados Unidos está seriamente manchada alrededor del mundo a causa de la Base naval de Guantánamo, Abu Ghraib and otros.
La honestidad, la buena fe y la búsqueda de un mundo mejor, exige que Guantánamo sea devuelto a su legítimo dueño, cerrar esa herida en el corazón de los cubanos y convertir ese infame símbolo de abuso, tortura y muerte en un memorial permanente para la paz, armonía y humanismo.
Millones de personas miopes y de sentimientos estrechos en los Estados Unidos, pondrán en duda o se opondrán a esta inversión necesaria que pudiera revertir décadas de odio y políticas destructivas, mientras que la mayoría de ellos apoyan la inversión de billones de dólares en portaviones inservibles, sofisticados caza-bombarderos, mantenimiento de armas nucleares y su flota, otros sistemas de armamentos y ejércitos en un mundo moderno de guerra asimétrico.
Si estas ideas fuesen consideradas y evaluadas de manera imparcial, la mayoría estaríamos de acuerdo con que esto pudiera convertirse en una poderosa herramienta en nuestro arsenal para sanar y restituirle la fe a millones de hombres, mujeres y niños que viven bajo la injusticia, guerras, odio y un extremismo incontrolable alrededor del mundo.
He aquí algunas alternativas para el territorio cubano que hoy ocupa la Base naval de Guantánamo, y también para otros municipios en el extremo oriente del país.
Estas y otras razones son las que demandan que la histórica visita de Obama a Cuba y la apertura de relaciones diplomáticas no deben fallar.
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