¿Qué futuro le espera al mundo?

Elio Delgado Legón    

HAVANA TIMES — La noticia ha dejado estupefactos a muchos, entre los que me incluyo; a otros, indignados; pero a todos, preocupados. Estados Unidos gastará un billón de dólares (un millón de millones) en los próximos 30 años, en la modernización de su arsenal nuclear.

Cuando todos pensábamos que se acabó la guerra fría y que se avanzaría hacia la desnuclearización del planeta, esa noticia tiene que ser un motivo más de preocupación, que se agrega a la ya de por sí peligrosa actitud de Estados Unidos, de tratar de imponer por la fuerza en distintas zonas del mundo, gobiernos que les sean afines y sumisos.

El solo anuncio de esas intenciones militaristas, debe provocar reacciones en otras potencias, sobre las que supuestamente, en una hipotética guerra mundial, el país que tiene la más poderosa fuerza militar desplegada alrededor del mundo, descargaría un golpe demoledor.

El propio pueblo de Estados Unidos tiene que estar indignado, pues mientras el déficit público aumenta año por año, y el país no acaba de salir de la recesión económica, el destino más acertado para ese gasto sería la creación de empleos y el financiamiento de políticas sociales más inclusivas, que alivien en algo la ya tensa situación interna, con cerca del siete por ciento de desempleo (más del ocho por ciento entre los latinos), miles de familias que han perdido sus viviendas y muchos problemas aún por resolver, como la atención médica a millones de personas.

En el ámbito internacional, la noticia debe haber caído como un balde de agua fría sobre los que han estado abogando, durante decenios, por el fin de la carrera armamentista y por la disminución del arsenal nuclear hasta su liquidación definitiva, conscientes del peligro que entraña, sólo la posesión de esos artefactos de destrucción masiva.

Realmente parece increíble que un presidente que recibió el Premio Nobel de la Paz, sin haberlo ganado aún, destine un enorme financiamiento para modernizar el arsenal nuclear, similar al que destinó el presidente Ronald Reagan en plena guerra fría y envuelto en una carrera armamentista con la Unión Soviética.

Hasta aquí me he referido al plano político militar, pero si vamos al plano ético-moral tendríamos que preguntarnos ¿por qué el gobierno de Estados Unidos, que pregona a los cuatro vientos su defensa de la democracia y de los derechos humanos, no destina una parte de los gastos militares que hoy tiene a promover el desarrollo de los países pobres? ¿Por qué se destinan tantos recursos a desestabilizar y a cambiar por la fuerza gobiernos por el sólo hecho de que no son sumisos a su política?

Los países desarrollados se comprometieron en la Asamblea General de la ONU, en 1980 a dedicar el 0,7 por ciento del Producto Interno Bruto, a un fondo de ayuda al desarrollo, pero sólo cuatro países del norte europeo han cumplido ese compromiso. Mientras tanto, cada año mueren millones de personas, sobre todo niños, por hambre y enfermedades que pueden ser evitables y curables con mínimos recursos.

Teóricamente, la guerra fría se terminó cuando cayó el muro de Berlín y se desintegró la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). ¿Por qué entonces continuar con la carrera armamentista, cuando hay tantos problemas de índole civil que resolver?

La crisis mundial del sistema capitalista nos afecta a todos en mayor o menor medida y requiere políticas económicas inteligentes para tratar de atenuarla. Pero si lo que se anuncia son enormes gastos militares, ¿qué futuro le espera al mundo?

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