Por un socialismo democrático

Un programa de gobierno que refleje la propuesta de un socialismo democrático debe partir de un requisito imprescindible: echar por la borda a Lenin

Por Alejandro Armengol, Cubencuentro

Vladimir Ilich Ulianov Lenin

HAVANA TIMES – Lo primero. Ni fantasma, ni utopía ni tomar el cielo por asalto. Se trata de un programa de gobierno, no de cambiar el mundo. Tampoco es algo nuevo. Ha existido y existe en Europa, y con mayor o menor énfasis en otras partes, sin necesidad de barricadas, himnos y banderas. Lo demás es ruido e ignorancia, y la ignorancia es el arma de los pícaros.

Lo mejor es comenzar por los deslindes. Estar a favor de un programa de justicia social, en que gobierno y Estado contribuyan al mejoramiento social y económico de los sectores más desposeídos, no implica apoyar nacionalizaciones forzosas, crear un partido comunista, establecer la llamada “dictadura del proletariado” y fusilar banqueros y empresarios.

Es más, gobiernos con este tipo de programa, elegidos democráticamente, llevan funcionando desde hace tiempo y han cumplido su papel con iguales logros y limitaciones que otros de variadas tendencias. La clave del deslinde no es solo la elección democrática inicial, sino el mantener las instituciones que el día de mañana puedan determinar el cambio y abandono de dicho proyecto. Es fortalecerse en la democracia, no en la dictadura.

Así que, por favor, no confundir una propuesta de socialismo democrático con el caos de Venezuela, el sistema totalitarista cubano y la historia de la URSS. Quien lo hace se arriesga a ser catalogado de granuja o necio.

Añadir que socialistas y comunistas han sido siempre los peores enemigos es una vieja advertencia contra el mal de la estulticia: el pecado de la ignorancia es también pecado.

Un programa de gobierno que refleje la propuesta de un socialismo democrático debe partir de un requisito imprescindible: echar por la borda a Lenin. El modelo político-económico creado por Lenin fue una aberración histórica. No basta con recurrir a Stalin para denunciar la maldad del monstruo.

Hay que repudiar, además —por nombre, diseño y aspiraciones— el fracasado “socialismo del siglo XXI”, que postulaba Hugo Chávez y nunca llevó a cabo. Admitir que el legado de Mao Zedong en China y de Ho Chi Minh en Vietnam no significan más que episodios históricos y ejemplos de errores y horrores.

Pretender salvar todos esos engendros es más que imposible: pavor y vesania. Pero esta repulsa no es la negación del socialismo democrático, o de un programa de gobierno que otorgue la prioridad necesaria a la justicia social.

El defender un modelo de justicia social —que, para citar un ejemplo, nunca existió en Cuba tras el 1º de enero de 1959— no implica el suscribir propuestas agotadas. Se puede estar a favor de la educación gratuita, servicios médicos a la población y renglones estructurales de propiedad estatal sin tener que andar con las obras de Marx y Engels bajo el brazo. Los que creen que colocar todos los recursos económicos de una nación en manos de un Estado —en la práctica de un gobierno, un partido, un dictador— transitan una vía equivocada: así no se resuelven problemas, sino que se aumentan.

Algunos que en Estados Unidos gritan y se espantan al oír la palabra socialismo actúan por desconocimiento, que puede persistir más allá de experiencias personales y anécdotas.

Cierto que el enemigo siempre ha ayudado a esa confusión, con aquello de las “repúblicas socialistas”, el “campo socialista” y la “construcción del socialismo”. Pero no hay que darle la victoria por ello.

Se puede creer o no en los beneficios y perjuicios del socialismo tanto como se puede creer o no en los beneficios y perjuicios del capitalismo. Sin embargo, resulta demasiado burdo confundir o igualar aquellos dichos y hechos con el socialismo europeo, la socialdemocracia y los partidos socialistas democráticos en todo el mundo.

Cogerles miedo a las palabras no resuelve nada. Lo que hace falta es lograr un beneficio social general y poner cierto freno a la avaricia desbordada, que ha sido la bandera sostenida en esta nación como motor impulsor del desarrollo.

Este texto apareció el lunes 17 en El Nuevo Herald, en el espacio de mi columna habitual.

 

4 thoughts on “Por un socialismo democrático

  • Socialismo y democracia son incompatibles.
    En Europa NO hay países socialistas, hay social-democracias montadas sobre economías capitalistas. Y aún sin llegar a ser socialistas, este modelo “benigno” se está desplomando bajo el peso de enormes burocracias, corrupción rampante y otros “chiringuitos” pagados por los aplastantes impuestos que paga la menguante clase media.
    Socialismo real, el único que existe, el que no es imaginado por los neomarxistas, es el de la URSS, NorCo, Cuba y Venezuela.
    Creer e intentar un Socialismo “democrático” en la Cuba futura, es condenar a la nación a continuar encadenada a tan destructiva ideología.
    Cuba necesita un capitalismo ágil. sin regulaciones que frenen la iniciativa, en donde los empresarios florezcan dentro de un marco legal que valide, proteja y estimule la prosperidad.
    Insistir en Socialismo, es condenarnos a malvivir, a sustituir la actual cleptocracia sangrienta marxo-estalinista, por una nueva clase neomarxista, que continuará asfixiándonos, determinando cómo vivamos. Un tardo-castrismo sin pelotones de fusilamiento… Pero con los tanques listos para aplastar manifestantes, el día que despertemos ante la realidad de que ¡otra vez!, el Socialismo nos robará el futuro y nos condena a un presente de miserias materiales y morales atroces.
    No, Tovarich Armengol, NO al Socialismo; y SÍ a una Descomunización total de nuestra sufrida nación.

  • ¿Socialismo democrático? ¡Qué estupidez! El término se come al adjetivo por antonomasia. Lo más cercano a esa aspiración utópica es la Social Democracia existente en los países nórdicos y , así y todo; dista de ser perfecta. Sigan creyendo que los pasteles son de coco. ¡Ilusos! Esos son cuentos de cuna para tontos -véase hipócritas- “progres”, pero más burgueses que Donald Trump. El Lapón Libre.

  • Es una visión comprensible, hermano Avilés. Lógica, por la realidad del exilio y oposición cubanas, pero no la comparto. En primer lugar cómo determinar que aquello de la URSS, Cuba o norcorea es socialismo real y no lo que hay en dinamarca? Si asumes la autotitulación como verídica eso te vuelve marxista-leninista, porque son los regímenes bajo esa ideología extremistas dentro del socialismo los que se han autotitulado socialismo real. Nada más irreal que lamentablemente hasta prestigiosos catedráticos repiten siguiendo el juego manipulador. En finlandia, Noruega o dinamarca hay más socialismo qué lo que jamás hubo en la URSS. Pero si Cuba cambia hacia una democracia los defensores de tu proyecto pueden competir con otros proyectos, incluso noespecialistas o socialistas demócratas, convenciendo al pueblo para que voten por ustedes. Fíjate, así queremos que sea la cosa, bien democrática.

  • Ve a ver hermano, tal vez no estés tan bien informado al respecto. Hoy hay mucha información accesible, vale la pena documentarse antes de opinar, porque a veces estamos prejuiciados por muchas razones. Pero hay espacio para todas las creencias, ideas, sin tragarse al adversario. Sin nuevos tiempos.

Comentarios cerrados.