Nostalgias por Pepe Mujica, o La insustentable gravedad del Centro

Por Angry GenXer
HAVANA TIMES – Las reacciones a la reciente muerte del ex-presidente uruguayo Pepe Mujica creo que dicen mucho de la política actual: la mundial, y el alrededor de Cuba. No me refiero a las declaraciones y opiniones de líderes gubernamentales o personajes públicos varios, sino a cómo, por ejemplo -medios sociales mediante-, es posible ver a través del hecho de la partida del carismático político del Cono Sur Americano las más profundas grietas tectónicas de la polis humana “realmente existente”. Y es que Mujica se convirtió, aún en su deceso, en un “atractor” dentro de ese -normalmente cada vez más caótico- panorama.
Primero que todo, he notado una casi nula reacción de los medios del “Primer mundo”. El Norte global, y sus ciudadanos, tienen sus propias cuitas que resolver. A todas luces, muy pocos habitantes de esas zonas del planeta pensarán que su solución pasa por la figura encanecida de un ex-guerrillero de Suramérica que se movía en un viejo VW Escarabajo. Trump, Putin, Netanyahu, Xi, Erdogán, la bronca indo-pakistaní, el nuevo Papa y la inteligencia artificial son asuntos más importantes hoy, que aparecen como puntos neurálgicos dentro de territorios acostumbrados a identificarse a sí mismos (en realidad, a sus altas burocracias) como “la comunidad internacional”.
Dicho esto, recalco que, dada la popularidad de Mujica en Latinoamérica, obviamente los grandes medios primermundistas y del continente, como, por ejemplo, la BBC, ofrecieron sendas crónicas y análisis sobre la vida y obra política de Mujica, casi siempre cargados de simpatía hacia el ex-presidente. Lo mismo se puede decir de los medios de la izquierda mundial (dada la tendencia política que el antiguo guerrillero representaba), pero acá en Cuba el enfoque valorativo resulta más diverso y, frecuentemente, crítico.
Por lo general, los medios resaltan a Mujica como “el presidente más pobre”: en efecto, nunca renunció a andar en su arqueológico auto, adoptó una perrita de tres patas expresando su deseo de ser enterrado en su tumba, y vivió sólo de una fracción del sueldo presidencial mientras donaba el resto de su dinero a causas sociales. Tanto los medios organizados, como internautas y blogueros individuales, postearon algunos de los aforismos por los cuales el ex-presidente fue famoso en el mundo hispano.
Lo que más me sorprendió, sin embargo (y para volver a la percepción cubana), fue la uniformidad de los criterios de simpatía – y la manera en la que tal sentimiento fue transversal entre la mayoría de los medios “organizados”, pero sobre todo entre las opiniones que internautas individuales cubanos (y también, pendientes a la situación cubana, en otros países) expresaron en sus redes sociales.
Veamos, primero, los “extremos”
En lo que pudiéramos llamar la “derecha” del espectro de opinión, se ve a Mujica como un ser oscuro. Un antiguo líder terrorista, izquierdoso irredimible, que logró engañar al establishment y a los ciudadanos de su país, haciéndose pasar por líder democrático. Una especie de lobo disfrazado de oveja, cuya humildad material y moral durante su mandato (y después) no es más que camuflaje, y que no sólo implementó políticas izquierdistas en su país, sino también se hizo solidario con regímenes considerados dictatoriales, corruptos, o cuestionables en su eficacia, como Cuba, Venezuela y Brasil. Nótese que se trata de posturas simplemente “desde la derecha de Mujica”, no necesariamente trumpistas, fascistas o neoconservadoras/libertarias.
Así, el diseñador y emprendedor habanero que se identifica con el seudónimo Luis Luisovich declaró en su muro de FB que “Mujica es un fraude”, y que estamos ante un “blanqueamiento ideológico”, “efecto del Soft Power” y “virtue signaling estratégico” de los izquierdosos de siempre. El escritor cubano de Miami Leopoldo Luis García anota en ese “emblema de izquierda democrática y honesta” un disimulado rechazo al régimen cubano, pero recuerda que (según testimonio propio) de pura casualidad no le tocó ser un asesino, y concluye que la violencia guerrillera contra un gobierno constitucional uruguayo condujo al golpe militar de Estado en 1973 (“no hay izquierda ni derecha, sólo arriba y abajo, abran los ojos, estamos abajo” -concluye).
Quizás el periodista Fernando Ravsberg da un balance interesante de tales discursos: como con Nelson Mandela, quienes celebran a Mujica hoy son los mismos que antes los condenaban por terroristas. El opositor Claudio Fuentes, radicado en EEUU, citando a Julio Herrera, recuerda que los guerrilleros tupamaros cometieron secuestros, asesinatos, robos, extorsiones, atentados con explosivos, en que Mujica participó, y “no fue un héroe, sino parte de un capítulo oscuro de América Latina”.
En la “izquierda” del espectro de las opiniones, precisamente se cuestionó que, estando en el poder, Mujica haya permanecido formando parte de aquélla. Las críticas más radicales que he visto apuntan a la renuncia por Mujica al proyecto anticapitalista, lo cual nuevamente lo convertiría en un cambiacasaca, pero en este caso verdaderamente insertado en el establishment.
Así, el activista cubano del socialismo cooperativo conocido en las redes sociales como Miquito Lleday planteó que, aún habiendo sido Mujica un presidente austero e incorrupto, “políticos como Mujica no constituyen peligro para capitalistas”, por lo cual la izquierda radical está en su derecho de atacarlo críticamente, los defensores del ex-guerrillero tienen el deber de no ver en esa actitud una falta de tacto.
Por su parte, el artista visual y activista pro-palestino y LGBT+ Robertiko Ramos Mori desenterraba la simpatía de Mujica por el sionismo, a partir de un premio que recibió de la organización sionista de su país. (Corren tiempos en que una parte significativa, si no la mayor, de la izquierda crítica cubana, se identifica con Gaza frente a los ataques de Israel.) En la izquierda internacional más radical, inclusive dentro del propio Uruguay, acusan a Mujica nada menos que de traición a la causa.
Un activista anarco-sindicalista que escribe en ruso y en castellano y se identifica con tres caracteres chinos escribió que es una pena que simplemente por ser “humilde” un presidente se erige en héroe de las izquierdas, mientras mantiene políticas esencialmente capitalista, y renuncia traidoramente a su pasado revolucionario.
El italiano Franco Senia ve en la muerte de Mujica el símbolo de la bancarrota moral de la izquierda, pues nunca desestabilizó el orden del capital: lo justificó con metáforas bucólicas y discursos tibios; justificó la represión policial, simpatizó con EEUU e Israel, silenció el genocidio en Gaza, y apuntala: “lo importante enterrar su legado”. “Rebeldía domesticada funcional al sistema”, “disfraz amable al poder”, “no rompió con la explotación ni con el aparato represivo del Estado”, sentencia el blog Boina Libertaria.
Las mismas tesis se ven en varios posts emitidos desde Uruguay. Para Andrea Benítez, de Jubilados Solidarios, Mujica murió hace décadas, cuando pisoteó sus banderas, sueños y andanzas, por lo que es traidor a otros guerrilleros y mártires, que hoy quedan fuera del homenaje.
El youtuber “Gatito reverde” pone un reel con Mujica alegando fuertemente por la privatización de la costa atlántica (“seguro lo vamos a privatizar!”- Mujica), a favor de turoperadores capitalistas, mientras se burla soezmente de los movimientos ecologistas que intentan defender los ecosistemas y prácticas productivas locales, condenados así a desaparecer.
El socialista ruso e investigador de América Latina Oleg Yassinski simpatiza con la personalidad del ex-tupamaro, su chispa intelectual y su humildad, pero lamenta que éstas son el único argumento que queda a favor de alguien que terminó por convertirse en un agente más del Partido Demócrata de EEUU en Nuestra América.
De estos criterios extremos podemos aprender a mantenernos alerta frente a líderes “cómodos” e “indiscutibles”: la sana postura frente a cualquier político es el escepticismo.
Ahora vayamos al “centro”, partiendo desde Cuba
Amílcar Pérez Riverol, notable biólogo de la diáspora cubana y crítico moderado del régimen, valoró a Mujica como “presidente de una de las democracias más saludables de América Latina” (según Mujica, en su momento los tupamaros pretendieron sanarla a tiros – AGX), “los enanos no le perdonan que haya sido de izquierda… la otra rabia no perdona que haya sido ciego con la izquierda, que haya sido un tipo consecuente”: pero justo lo de consecuente es lo que en los bordes del Centro es puesto en duda. La reconocida periodista Mónica Baró, que también desde relativamente poco vive fuera de Cuba, se precia de en su época de aprendiz haberse atrevido a pedir permiso para entrevistar a Mujica, y se lo dieron, y lo entrevistó y ese fue un rito suyo de paso en el oficio, sucedido durante la cumbre CELAC en La Habana.
La extremadamente crítica con el sistema cubano filántropa y bloguera Lara Crofs (vive en La Habana) rememora su presencia en la alocución de Mujica a los universitarios, y celebra su don de palabra y de honestidad, a pesar de diferencias ideológicas.
Valia Rodríguez, animalista y filántropa cubana radicada en Inglaterra, de postura amigable con el gobierno cubano, homenajeó a Mujica reproduciendo varios elogiosos y nostálgicos posts. Muchos periodistas oficialistas hicieron lo mismo. Los internautas opositores elogiosos repitieron los halagos ya conocidos, pero sobre todo algunos de ellos resaltaron la “evolución” de Pepe desde su apoyo a la Revolución al lapidario dictum de “ESO NO SIRVE”, arrojado al régimen de Cuba.
Leisam Rubio confrontó la “evolución” de Mujica frente al estancamiento de un Silvio Rodríguez, trovador que expresó lo inamovible de su credo político en su canción “El Necio”. Para Javier Pérez Capdevila, el ejemplo de Mujica es eterno, en su “vida como lucha por la dignidad colectiva”, su austeridad, discurso anticonsumista, humildad y compromiso moral. La notable psicóloga cubana Carolina de la Torre se complace en “ver las redes inundadas de su rostro”, y el emigrado Enrique Karell destaca su legalización de la cannabis y lo titula “viejo sabio de la tribu”.
En el medio independiente Cuba x Cuba, Jesús Arencibia daba un itinerario de cómo un “presidente imposible” “más pobre del mundo”, sempiterno agricultor, evolucionó desde un temerario pistolero de la guerrilla urbana tupamara, fugado por un túnel desde su celda, torturado, acostumbrado en prisión a dialogar consigo mismo, interpelado con “no parece Ud. un político”, hasta defender con uñas y dientes el Estado y la democracia, instrumentos según él imperfectos pero indispensables.
Mujica se negó a juzgar a sus represores, elogió a Cuba y otros regímenes de izquierda tradicional, primero, después simplemente evitaba criticar en público a la Cuba oficial, esa heredera bastarda de su amada Revolución, para ya al final de su vida pontificar respecto a ella: “ESTO NO SIRVE”, frase acogida con entusiasmo por la oposición centrista cubana.
Martín Caparrós, en El País, le calificaba de “guerrillero, rehén, presidente, filósofo”. Yania Suárez anota que la TV oficial de Cuba ignoró olímpicamente sus críticas a este sistema en que sobrevivimos. El contestatario de izquierda, profesor y jurista René Fidel dice que en Cuba respiraron tranquilos “a quienes su humildad era insoportable”. Mientras, el periodista y exagente de Seguridad Manuel Orrio, reproducía en su muro de FB un artículo de El Clarín. El Centro se ha pronunciado.
En Cuba, a diferencia, por ejemplo, de la figura divisoriamente controversial de Trump, Mujica fue visto como personaje que representa un consenso deseable y transversal. Es visto como un líder consistente, del Centro del espectro político, y las opiniones de la gente de Cuba resultan atraídas por su personalidad. Algo así, salvando distancias, ya había sucedido con el último Obama, personaje muy distinto y distante de Mujica. Pero hay en sus desempeños cierto “parecido de familia”, que encaja en lo que el politólogo británico Tariq Alí denominaba “extremo centro”.
Observamos que la imagen del difunto líder del Frente Amplio uruguayo logró también generar fascinación en gran parte del mundo que le conoció. En cierta medida, puede ser de una actualización de las nostalgias que la izquierda mundial sintió en su momento por los procesos de Nicaragua, Chile bajo Salvador Allende, y Cuba, aunque el gobierno de Mujica nunca estuvo marcado por el radicalismo de tales – más bien fueron su pasado de guerrilla urbana y su carisma peculiar lo atractivo.
A la gente crítica de la izquierda, Mujica le ofreció el modelo personal de un gobernante proveniente de ésta, pero “pluralista” e “inclusivo”, con quien se puede dialogar, al estilo de Mijaíl Gorbachov o Nelson Mandela. Se recicla la fascinación: unx quiere ver por fin al líder-gobernante deseado, NORMAL. Porque en un final todxs saben cómo suele ser la gran política “normal” en realidad: corrupta, excluyente, violenta. He aquí la paradoja.
Lo NORMAL: lo “normal” que, probablemente, ya desde mucho dejó de existir en la política, si es que alguna vez existió. El duelo por Mujica resultó ser una piedra de toque para los sentimientos de la gente en torno a “lo normal” en la política, revelando muchos consensos en cuanto a los deseos, pero también mucha adaptabilidad a que lo real haya resultado ser infranqueable. “Resiliencia” le dicen ahora en la ONU.
Las despedidas afectuosas que gente diversa (dentro y fuera de Cuba) dedicaron a Mujica a través de sus redes sociales denotan que sus autorxs carecen de apatía –lo cual es una excelente noticia-, pero al mismo tiempo sienten impotencia –lo cual es preocupante en extremo- en cuanto a la posibilidad real de cambiar el mundo (tema al que el ex-guerrilero se refirió muchas veces en público). Y no es lo mismo impotencia, que escepticismo (perspectiva con la que vieron a Mujica la mayoría de sus críticos).
Es un tenso balance, pues justo de nuestra capacidad de quitarnos de arriba la apatía y la impotencia depende nuestro futuro común.
El Centro político en Cuba tiende a aparecer silenciado, como mismo las voces de las redes sociales silencian a la Generación X, pero con más violencia. Donde hay silencio, emergen los mitos del consenso, con frecuencia a propósito de muertes; la de Mujica sacó su mito justificatorio a flote, como mismo inmemorialmente la de Martí. El mito reemplaza a los silencios, y hacia el Centro gravitan con fuerza las nostalgias de futuros que no existen.
Un internauta en Facebook agradecía a la providencia por que Raúl Torres, por su propensión de cantarle a difuntos recientes llamado en Cuba “el necrotrovador”, no le haya dedicado un tema a Mujica.