No podemos ser cómplices del horror
Por Julio Antonio Fernández Estrada (El Toque)
HAVANA TIMES – La disidencia y oposición políticas han sido reprimidas en Cuba de muchas maneras diferentes desde el triunfo de la Revolución en 1959.
No aporto algo que no sepamos. Las libertades políticas y civiles han sido silenciadas desde y con un arsenal enorme de métodos y prácticas represivas.
La libertad de expresión ha sido ahogada, como la de prensa, y los derechos relacionados con la reunión, la protesta, la asociación, la manifestación, la huelga, la creación de organizaciones políticas. Igualmente han sido limitadas las libertades religiosa, sindical, la de decisión de madres y padres sobre la educación de sus hijos…
El Gobierno cubano ha encontrado una justificación inmoral (pero exitosa) para legitimar la represión del pluralismo político en el país, la doctrina de la Plaza Sitiada y la situación excepcional no declarada —primero de la Guerra Fría y siempre de las leyes del bloqueo-embargo que forman parte a su vez de un largo diferendo histórico con el Gobierno de Estados Unidos—.
El diferendo con el Gobierno de Estados Unidos es un hecho, más bien un complejo proceso político, económico, cultural y jurídico del cual han salido perjudicados, esencialmente, los pueblos cubano y estadounidense.
El bloqueo-embargo es también un complejo de leyes y decisiones administrativas que durante más de 60 años han dañado al pueblo de Cuba y a los ciudadanos de EE. UU. que han intentado tener una relación económica, política, comercial, cultural, académica y científica dentro de un marco de normalidad y legalidad.
El diferendo histórico entre los Gobiernos de Cuba y Estados Unidos, sobre todo desde 1959, y el bloqueo-embargo solamente han servido a los intereses políticos, económicos y culturales de los extremos políticos de ambos países, lo que ha impedido que se pueda hacer una política distendida hacia el acercamiento de las dos naciones.
La inmoralidad del Gobierno cubano ha radicado en el uso de las circunstancias para justificar e implementar un régimen político autoritario. La inmoralidad del Gobierno estadounidense ha consistido en presionar al Gobierno cubano para que haga reformas políticas y económicas, supuestamente democráticas, mediante medidas que afectan al pueblo y no a los gobernantes.
No hay una sola razón política ni económica relacionada con las consecuencias del bloqueo-embargo que obliguen al Gobierno cubano a limitar al interior del país los derechos civiles y políticos ni existe justificación para impedir la participación ciudadana, la alternancia y el pluralismo políticos. Las violaciones de derechos civiles y políticos en Cuba, durante décadas, se han producido por la decisión de no permitir movimiento, renovación ni transformación del sistema político imperante.
Tampoco hay una sola razón jurídica ni política proveniente de un sentimiento o imperativo ético de justicia que permita justificar el bloqueo-embargo como sistema de medidas para ayudar al pueblo de Cuba.
Sin embargo, las decisiones políticas, jurídicas y económicas del Gobierno de Estados Unidos se derivan de sus normativas, prácticas políticas y rejuegos de poder. Están fuera del alcance de la soberanía del pueblo cubano.
Pero el tipo de régimen político que existe en Cuba sí depende de la soberanía del pueblo cubano. El autoritarismo no es la deriva del Gobierno cubano que debamos tolerar como un hecho natural. El autoritarismo, el régimen tiránico, dictatorial, antidemocrático, no ha sido una decisión del pueblo cubano. El pueblo cubano no quiere vivir sin derechos civiles y políticos, no quiere vivir con maltrechos derechos económicos, sociales y culturales.
El pueblo de Cuba no ha decidido tener en las cárceles a cientos de personas, presas políticas y de conciencia. No ha decidido censurar, perseguir, acosar, torturar, asediar, a artistas, periodistas, profesores, activistas, intelectuales, trabajadores, madres y padres, jóvenes, niños y niñas con menos de 18 años de edad.
El régimen político cubano no es democrático, lo sabemos. La decisión de no serlo no tiene nada que ver con el bloqueo-embargo ni con alguna política de Estados Unidos. Es una apuesta que ha acercado la realidad histórica, la pesadilla, tan querida por muchos que no quieren a Cuba ni a los cubanos, de hacer desaparecer a nuestra nación, su soberanía y su independencia.
Nunca un Gobierno cubano ha estado más cerca de hundir a la nación de lo que el actual se encuentra ahora mismo.
La nación no puede sobrevivir mediante la represión política como única vía para resolver los problemas del país. La economía no va a comenzar a ser exitosa porque el Gobierno cubano conserve en las cárceles a más de 1 000 presos políticos y de conciencia. La sociedad cubana no va a ser una alternativa a las sociedades del capitalismo salvaje desde el ejemplo del hambre, la pobreza, la desesperanza, la violencia, las rupturas familiares, las emigraciones masivas e inseguras, la tristeza de lo que hemos resultado, en fin.
Mientras, el Gobierno cubano sigue reprimiendo el más mínimo vuelo de una mosca que parezca decir que se pueden hacer las cosas de otra manera.
Antes reprimían a los que llamaban mercenarios, a los que levantaban las banderas de los derechos humanos, a los que intentaban cambios constitucionales, a los que fundaban partidos, grupos y organizaciones no permitidas, a los que pretendían reformas políticas propias del liberalismo y la socialdemocracia.
Después reprimieron a los republicanos, a los socialistas críticos, a las feministas, a los animalistas, a la población LGBTIQ+, a los profesores universitarios de izquierdas, a los religiosos de nuevo, a los librepensadores siempre.
Ahora, el Gobierno cubano sigue golpeando a los que disienten. No importa quiénes sean, de dónde vengan, qué hayan estudiado, cuáles han sido sus antecedentes políticos y sociales. La radicalización política en Cuba ha sido producida por la situación de desesperación en la que se encuentra el pueblo, por la burla constante del Gobierno a los problemas reales de las personas, por la inmovilidad de los dirigentes, por la desvergüenza del discurso que niega la pobreza, la carestía, la ruina, la represión política y la existencia de los presos políticos.
El Gobierno cubano sigue golpeando. Ahora lo ha hecho nuevamente con la profesora, editora, intelectual socialista, Alina Bárbara López y ha abusado y violentado a la historiadora Jenny Pantoja.
Son más mujeres para la larga lista de heroínas que resisten el autoritarismo en Cuba, pero son también las de ahora y las que debemos defender ahora, por las que hay que gritar ahora, por las que hay que incendiar la injusticia y el totalitarismo ahora.
No es después. Ningún preso ni presa políticos en Cuba pueden ni deben esperar a después. El Gobierno cubano debe cesar ahora de reprimir al pueblo herido de muerte o no quedará algo que salvar en muy poco tiempo.