NO es No, aunque te quiera

HAVANA TIMES – La frase se ha hecho viral en Internet, y visibiliza una realidad cotidiana: a muchos les cuesta entender que alguien NO quiera tener sexo con él.

Aunque sean novios, amigos, un matrimonio, desconocidos, da igual, si no quiere no tiene que hacerlo. Lamentablemente, es común que algunas personas se sientan con derechos sobre un cuerpo que no es suyo.

Rosa Martínez, como muchas mujeres en Cuba, ha sufrido varias experiencias de acoso, y hoy comparte una que tuvo en la adolescencia y que todavía recuerda con desagrado. Leer esta historia nos refresca que la violencia sexual también puede venir de la persona en quien confiamos y a quien queremos.

 

Yo también sufrí acoso

Finalizaba el onceno grado en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas, y aunque la mayoría de mis compañeras hablaban sobre sus primeros novios, incluso sus inicios en el mundo sexual, yo sentía que no había llegado el momento, ni la persona indicada.

Fue precisamente en las vacaciones de verano que conocí a un muchacho mucho mayor que yo, quien vivía cerca de mi casa, pero que nunca antes había visto.

Según me contó después, hacía mucho estaba enamorado de mí, pero mi estilo de vida -apenas salía de casa o pasaba todo el tiempo en la beca-, no le había dado la oportunidad de acercarse.

Cuando lo hizo, fue como un flechazo de Cupido. Comenzaron las largas conversaciones, las demostraciones de cariño, las caricias, y todo lo que puede traer el amor verdadero entre dos seres.

Así estuvimos varias semanas, las más lindas que recuerde en toda mi vida, con mensajes cargados de erotismo y de pasión, poemas, flores, serenatas y no sé cuántas cosas más.

Pero un día, en lugar de llevarme al centro de la ciudad como acostumbrábamos los fines de semana, me trasladó en nuestro transporte habitual (su bicicleta) hacia un lugar apartado, que había visto alguna vez, pero que no reconocía a primera vista.

¿A dónde me llevas?, pregunté un poco inquieta.

Tranquila, no te voy a hacer daño, al contrario, te voy a llevar a un sitio que vas a recordar toda la vida, es la entrada al paraíso, me dijo con todo su amor característico, y con mucha picardía.

Yo ya imaginaba cómo acabaría aquella aventura. Y comencé a dibujar en mi mente cómo sucedería todo; cómo serían sus caricias, sus besos; qué haría yo en aquella circunstancia para la que no sabía nada de nada; más tarde comprendí que en cuestiones de amor nadie sabe lo suficiente.

Aunque estaba ciegamente enamorada de aquel mozo bello, alegre, cariñoso, comenzaron a aflorar mis nervios y sentía que no podía respirar bien.

Es un poco tarde, ¿no crees? ¿Por qué no lo dejamos para otra ocasión?

Sorprendido por mis palabras, quizás por mi cara temerosa también, detuvo la bici y me dijo: No sucederá nada que no quieras, ¿está bien? Acarició mi cabellera riza, me dio un beso húmedo… seguimos la marcha.

Me sentí más calmada, pero el miedo no desapareció, y no entendía por qué. Por qué si lo amaba con locura. Por qué si lo había soñado anteriormente. Y lo había sentido dentro de mí más de una vez en mis delirios.

Finalmente llegamos a un cuartucho que parecía cualquier cosa menos la entrada al paraíso (realmente en aquellos años era difícil encontrar un cuarto de alquiler. Los que existían eran ilegales y estaban en pésimas condiciones, aquel, lamentablemente, no era la excepción).

Desde que puse un pie en el dichoso edén, comencé a temblar, y estábamos en pleno mes de agosto.

Mi novio me abrazó para tratar de calmarme; entonces me dijo al oído: mi amor, no tenemos mucho tiempo. Esas palabras se sintieron como un gatillo en mi sien.

Lo que antes fue pudor, inseguridad, temor, se transformó en desconfianza, después en rechazo, hasta llegar a la aversión.

Si antes había amado con locura a ese joven 10 años mayor que yo, ahora estaba segura que sentía cualquier cosa por él, excepto pasión.

Cuando logré descifrar mis verdaderas emociones, estaba batallando contra una fuerza feroz que intentaba desnudar mi menudo cuerpo.

Pero por qué haces esto, decía con palabras gentiles, pero su cuerpo fornido hablaba en otro idioma.

Sentía que mis ojos querían salir de sus órbitas, por la rabia que se movía por cada minúsculo gramo de sangre que corría por mi pequeño cuerpo.

La que antes era una doncella frágil y dócil, se convirtió en una fiera que gritó, aruñó, mordió, pateó. Pero no había fuerza alguna que pudiera contra la de aquel hombre transformado en gigante, en león luchando por su presa.

Poco a poco me fue quitando todo atuendo que llevaba, y con cada prenda iba cayendo un pedazo de mí, me iba debilitando. Era como si mi desnudez hubiera quitado toda mi coraza protectora…

Lloré durante algunos minutos. Pero mis lágrimas no sirvieron de nada.

Fue entonces, cuando algo en mis entrañas, que me ha acompañado siempre, dejó de luchar físicamente, pues sabía que así no podría ganar aquella batalla. Pero existe otra esfera en la que no podía darme por vencida y hacia ella envainé mi espada.

Soy menor de edad, tú sabes eso, ¿verdad?, le grité con rabia. Estás marcado por mis uñas y dientes, y te aseguro que de ninguna manera me podrás penetrar por las buenas, lucharé hasta el último momento. Y después, si logras tu propósito, lucharé hasta que mueras en prisión.

No es que la fiera se haya domado como por arte de magia ni nada por el estilo. Él siguió intentándolo y yo seguí rebatiendo, de la mejor manera que podía, una vez con mi poca agilidad física, la mayoría con mis palabras punzantes, que poco a poco fueron calando, hasta que se rindió.

 

 

 

2 thoughts on “NO es No, aunque te quiera

  • Conmovedor. Varias mujeres con las que he tenido relacionese me han confesado ser violadas, o haber sufrido algún grado de acoso sexual. Es imposible obtener un por ciento , pero estoy seguro que si pudiera hacerse las cifras serían alarmantes.

  • Siempre este tipo de novios seductores se han aprovechado de la situación, por suerte a Rosa no la pudieron doblegar porque actuó con inteligencia. Pero ninguna mujer está excenta de ser violada frente a la fuerza física del abusador.

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