Nicaragua: Cuatro años después de abril de 2018

Las marchas de abril de 2018 representó las mayor conjunción de fuerzas políticas y sociales en contra de la dictadura de Daniel Ortega. Foto de archivo / Confidencial

Frescos en nuestras memorias los recuerdos de la Nicaragua antes de abril del 2018

Por Raúl Valdivia (Confidencial)

HAVANA TIMES – En la superficie todo parecía ir “viento en popa” y aunque la lista de agravios se acumulaba, a manera de “write offs” (atenuantes) la economía no parecía ir (o de hecho no marchaba tan mal), de forma tal que las carencias democráticas podían ser “dispensadas” si al menos los “números ” no se miraban mal.

Pero el acumulado de agravios ya llegaba a un nivel inaceptable aún para aquellos que habían participado del diseño del “gobierno corporativo” que resultó en la “reforma” constitucional del 2014, la cual prácticamente declaraba innecesaria la existencia de los partidos políticos, y en su defecto, los “acuerdos” públicos privados del Gobierno y la cúpula empresarial hacían las veces del cuerpo legislativo.

Todo parecía ir “viento en popa”, para los viejos socios políticos (los liberales arnoldistas) y los nuevos socios empresariales (la cúpula del COSEP).

No parecía faltar nada en la ecuación del ejercicio y usufructo del poder, superando al mismo Darío cuando en su Oda a Roosevelt exclama: “Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!”. Ni Dios faltaba en la ecuación, ya que en su representación estaba la figura del Cardenal Miguel Obando y Bravo, convenciendo a los incrédulos de lo contrario que había predicado años atrás en la “parábola del viborazo”, según el “Obando y Bravo renovado “, la víbora había renunciado voluntariamente a su veneno.

En retrospectiva Abril del 2018 parece habernos tomado a todos por sorpresa, cuatro años después parece que en realidad no a todos, o más bien, a todos menos a los que tenían (y siguen teniendo) la “sartén por el mango”, ellos parecen ser ya habían hecho “provisiones” para estas “eventualidades”. Al fin y al cabo, a mediados del 2022 habrán arribado a los 43 años de estar en el poder, así, literalmente.  La “pausa” de 1990 al 2006, fue una reedición del “repliegue táctico a Masaya”, en las nuevas condiciones de la “democracia electoral ” surgida en 1990, donde, también más en retrospectiva, parece “haber ganado más el que perdió que el que el ganó”.

Una abundante bibliografía se ha venido acumulando en estos años tratando de ‘interpretar’ la Nicaragua contemporánea, tanto de parte de los protagonistas de la época como de los académicos que hicieron de Nicaragua su principal tema de estudio, destacando entre ellos el canadiense David Close (mayo 15, 1945 – septiembre 15, 2019) quien en su último libro “Nicaragua: navigating the politics of democracy ” en un recorrido desde 1979 hasta el 2016, hace una extraordinaria labor de síntesis e interpretación de la Nicaragua contemporánea.

Como él, o además de él, otros, nicaragüenses y extranjeros han venido intentando identificar el “hilo conductor” de nuestra historia, en el afán de mejor entender nuestro presente y anticipar nuestro futuro, o mejor dicho, nuestro singular “destino manifiesto” que a manera de péndulo oscila entre autoritarismo y democracia, con una mayor o pronunciada inclinación a lo primero.

En el cuarto aniversario de la que por unos llamada “insurrección cívica de abril” y por otros “el fallido intento de golpe de estado”, como que se impone la necesidad de “repensar” Nicaragua, trascendiendo su singularidad, y más bien pensándola como “parte de un conjunto regional” en un mundo global sujeto a trascendentales desafíos que se manifiestan en problemas globales, o en problemas locales (Ucrania) con alcances globales.

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