Negocios privados, el mal necesario de la dictadura cubana

Tienda privada en Cuba. Foto: AP

HAVANA TIMES – Hablar de empresas privadas en Cuba fue tema tabú por décadas, porque iba en posición diametralmente opuesta a la esencia del comunismo, donde el Estado lo regulaba todo y era capaz de satisfacer las necesidades de la población.

Ni siquiera la Unión Soviética con todos sus recursos naturales logró eso realmente, pero de este lado del mundo vivíamos subsidiados por ellos, que preferían tener un poco menos para su gente con tal de mantener un bastión rojo en las narices de Estados Unidos.

La caída del Campo Socialista lo cambió todo, y cuando Cuba tuvo que empezar a valerse por sí misma fue evidente que esa idea de economía no era viable.

De todos modos, pasaron décadas para que se llegara a tolerar la aparición de empresas privadas, las actuales Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyMes), gracias a las cuales el país se mantiene a flote y me atrevo a decir incluso que se posterga un estallido social.

Sí, porque hace meses que el Gobierno de nuestro entrañable Miguel Díaz-Canel no vende un paquete de pollo a la población en los llamados módulos que se distribuyen mensualmente y cada vez vienen más menguados.

Si originalmente incluían frazadas de piso, máquinas de afeitar, desodorante y jabón, se han reducido últimamente a un paquete de salchichas, dos tubitos de picadillo, un pomo de aceite y dos paquetes de detergente, y en algunos meses también alguno de estos productos ha faltado.

¿Cómo sobrevive la población cubana? Pues pagando el pollo que importan las MiPyMes a precios bien elevados, porque al parecer el último resquicio de vergüenza que queda al Partido Comunista de Cuba (PCC) es vender a sobreprecio.

Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, el mayor porcentaje de las MiPyMes son simples revendedoras, que compran fundamentalmente en Estados Unidos a bajos precios y luego multan al cubano de pie, que ya sin el amparo que le daba la Revolución no tiene más remedio que desembolsar altas sumas para llevarse algo a la boca.

Observe que no digo comer bien, sino simplemente comer, porque en la calle un paquete de pollo cuesta 1500 pesos y eso es casi un tercio del salario medio actual en Cuba, pero alcanza apenas para que una familia no numerosa tenga dos comidas. O sea, que gastando todo su salario solamente en este producto no pasan de ocho comidas, cuando en el mes deben ser 60.

No trate de sacar cuentas, porque en este país la matemática nunca ha sido una ciencia exacta cuando a materia de alimentación nos referimos.

Lo cierto es que gracias a estos negocios es que el cubano tiene pollo, porque también ellos logran burlar el bloqueo de Estados Unidos, al no ser aparentemente parte del aparato represor, pero no se olvide nadie de que los impuestos que pagan van a los bolsillos del régimen.

Para que una dictadura se mantenga en el poder es muy importante asociarse con el poder económico local, y en eso el nicaragüense Daniel Ortega es un claro ejemplo, porque a diferencia de sus pares de Cuba y Venezuela no expropió empresas, sino que las absorbió.

Con la experiencia de sus predecesores (en este segundo asalto al poder), se dio cuenta de que no tenía sentido llegar a una Nicaragua ya capitalista, a diferencia de su primer período presidencial, con el proceder erróneo de enfrentarse a los empresarios locales.

Si Venezuela, que tenía una economía sólida (mejor ni hablar de Cuba), no es capaz de garantizar la canasta básica a la mayoría de su población, no tenía sentido echarse encima la responsabilidad de producir pan o planificar el transporte interno, porque estaba a la vista que es imposible de cumplimentarse en dictadura.

Por eso es considerada la movida más inteligente fusionarse con el poder económico y los actores con habilidades para los negocios. La mano dura del mandatario nica no lo es tanto con la clase dominante, salvo que exista un enfrentamiento frontal con su discurso, algo que tampoco le interesa demasiado al empresariado, más concentrado en tener sus ganancias y mantener cierta libertad para realizar sus contratos.

En el caso de Cuba, las MiPyMes se cuidan mucho también de no buscarse problemas con el Ministerio del Interior (MININT), las Fuerzas Armadas (FAR) o la Seguridad del Estado, y juegan con la cadena, pero nunca con el mono.

Esta realidad demuestra que de alguna manera es el mismo bloqueo el que mantiene a flote la dictadura, aunque su objetivo sea completamente el opuesto, porque como se viene diciendo hace muchos años, es la mayor justificación para todos los desmanes del Gobierno.

Esta semana oficialmente se dijo que la leche en polvo estaba garantizada solamente para los niños de hasta dos años. Ya que estuviera solamente hasta los siete años era una barbaridad; si ahora son incapaces de garantizar ni siquiera eso, no sé adonde vamos a parar. Este es un renglón que las MiPyMes no potencian igual que el pollo, supongo que por el tema de precios, porque en el mercado estadounidense hay de todo.

Con la producción ganadera deprimida la culpa es de las vacas, que no pueden abastecer de leche fresca a la población cubana, y solamente tres provincias pueden cumplir con sus planes, según reconocieron las autoridades en el Noticiero Nacional de Televisión.

Al siguiente minuto se dijo que el objetivo es exigir más a los productores, que siempre son el eslabón débil de la cadena. La culpa es de las vacas o de los campesinos, no de quien debe garantizar el traslado de la leche de un lado a otro (porque se autoapropió ese derecho) y como no hay combustible no puede asumir la distribución ni organizar sus propios inventarios.

Hay una ocupación, dijeron, pero qué le importa a una madre que haya un gran esfuerzo en resolver este problema que arrastramos por décadas, en las cuales la ocupación nunca faltó, pero la leche sí.

La verdadera MiPyMe debe ser la que garantiza que la leche llegue de la vaca al niño, pero es más fácil revender que chocar con todos los problemas cotidianos de este enrevesado sistema.

Lea más desde Cuba aquí en Havana Times.