¿Necesita Cuba un ejército en la actualidad?

 

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – No hace mucho leí en un artículo del periódico Granma que diariamente se gastan en el mundo más de mil millones de dólares en armamentos. Que los EUA y las potencias occidentales son los mayores exportadores, responsables de más del 80%.

Sin embargo (¿por casualidad?) olvidaron mencionar a Rusia y a China; supe por otra fuente que de hecho están entre los 10 grandes dueños del mercado y que en el caso de Rusia es el primer renglón exportador, secundado por los hidrocarburos.

Sabiendo estas cosas no resulta raro ver a las potencias “ayudando” a resolver los conflictos y aparentemente “gastando vidas y recursos” en problemas ajenos. ¿Cuánto dependen de ese comercio para sus economías? ¿Altruismo o estrategias de mercado?-y evidentemente sin guerras no hay negocio.

Eso me llevó a reflexionar una vez más sobre el gasto militar cubano y el tamaño, e incluso necesidad, de nuestras Fuerzas Armadas. Revisando por aquí y por allá pude constatar, sin mucha confianza en la exactitud, la cantidad enorme de armamento acumulado.

Se declaran alrededor de mil misiles de varios tipos, no menos de 350 aviones diversos,  al menos 100 helicópteros, mil cañones antiaéreos, más de 2 mil tanques, miles de vehículos, miles de piezas de artillerías, millones de armas ligeras y pesadas; y muchísimo más.

Además de enormes reservas de proyectiles, combustibles, alimentos y piezas de repuesto, miles de millones en salarios, gastos y recursos que fuesen vitales para el desarrollo. Decenas de fábricas, talleres e infraestructura. Es descomunal nuestro gasto en asuntos militares. No solo el mundo está mal en ese tema, nosotros como país también lo estamos y debemos reflexionar al respecto.

¿Y para qué necesitamos ese ejército en el contexto actual?

Simplemente para nada. O sí, para tener enemigos. Quien tiene un ejército así puede ser considerado una amenaza para “alguien”, o “alguien” puede justificar una agresión o su simple hostilidad, debido a la presencia de tanto armamento. Hoy se gana más respeto en la comunidad internacional teniendo una democracia funcional neutral que con un ejército poderoso.

No digo que en décadas anteriores fuese o no necesario, pero hoy es más inteligente y productiva la estrategia del desarme. Somos una isla que no tiene conflictos territoriales con nadie y nuestras fronteras son bien definidas. EUA es la única potencia cercana y si no nos convirtió en un estado asociado o miembro de la unión entre 1899-1902, ya hoy es simplemente imposible. Solo un tonto o un oportunista manipulador podrían esgrimir semejante amenaza.

Es en la base de Guantánamo donde hay un litigio con nuestro poderoso vecino y hasta hoy no se le ve solución consensuada. Militarmente ni pensarlo. Pero, fíjense qué interesante, frente a un potencial proceso de desarme cubano sí sería perfectamente negociable.

Se podría fomentar una Zona Especial de Desarrollo en esa excelente bahía, con atractivas prebendas para empresa norteamericanas como incentivo y palanca a lo interno de ese país. Seríamos además un ejemplo para el mundo por ambos logros: cerrar la polémica base y decidir no tener ejército, es decir, ser neutrales. Estaríamos mucho más seguros sin armas y que con ellas.

Una Cuba dispuesta a cambiar, no por imposición de nadie sino por reclamo y necesidad nacional, urgente y vital, anularía también el bloqueo o embargo norteamericano en pocos meses. Es el camino más corto, más conveniente y más productivo. Y depende más de nosotros que de ellos.

Necesitamos urgentemente reconstruir nuestro país, comenzando por nuestro pueblo que está polarizado políticamente y en diáspora progresiva. Sería vital una nueva Constitución, garante de paz, equilibrio social y progreso; sin venganzas estériles y sin presiones externas. Siempre consultando al pueblo donde quiera que esté, fuera o dentro,  y respetando el deseo de la mayoría.

Aprendiendo a vivir en democracia y a no imponer nuestra “verdad” al que no la desea. Es un mensaje que sirve igual para ambos extremos políticos imperantes, porque la intolerancia no es un defecto solo de los comunistas: muchos de sus detractores terminan emulándolos.

En un contexto así, eliminar el Ejército sería un acto de gran peso en lo económico, político y estratégico. Junto al fin del bloqueo y el aporte de nuestra comunidad del exterior (en remesas, inversiones y experiencias) sería un factor clave en nuestra meta de desarrollo. Vender o utilizar todo ese arsenal como materia prima constituiría una fuente adicional de recursos. Ni siquiera negociarlo como armamento útil, para que sea un completo mensaje de paz.

Los aviones y helicópteros podrían reutilizarse, adaptándolos para usos civiles y económicos. Incluso para reforzar a la policía. Muchos vehículos serían aprovechados y lo mejor, dejaríamos de gastar miles de millones en su sostenimiento, vitales para el desarrollo económico. Sin hablar de los miles de jóvenes del servicio militar activo y soldados que dejarían de ser un gasto para incorporarse poco a poco a sectores económicos de utilidad pública. En ese sentido demanda ser un proceso escalonado.

Pero, ¡qué lástima que tan solo sea un sueño! –fuera tan bueno dar ese maravilloso paso a favor de la paz y de nuestros verdaderos propósitos como Nación, pero los que nos gobiernan necesitan las armas y jamás valorarán semejante propuesta. Simplemente tenemos que seguir con ese gasto de miles de millones de pesos y dólares que pesa como bola de hierro atado al tobillo de nuestra débil y estancada economía.

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