Navidad en Cuba: Carta del hijo forzado a no estar
Por Leonardo M. Fernández Otaño (El Toque)
Mamá y papá:
HAVANA TIMES – Llega una Navidad más y todo a mi alrededor se vuelve fiestas, luces y villancicos. Vendrá otro fin de año, el segundo en el que no estamos juntos. Saben bien que siempre me han encantado estas fechas, armar el árbol, el pesebre, cocinar para todos y preparar los dulces para los días de encuentros con los amigos que hace rato no veo. En España todo se vuelve más hermoso (pues por muchos años nuestra vida fue silenciosa y sencilla), pero a pesar de los turrones y las decoraciones, sin mami y papi las fiestas se tornan incompletas y se convierten en ausencias.
También siento que ustedes son dos más entre miles de padres y abuelos cubanos que han visto partir a sus hijos y nietos sin pasaje de retorno. Miro a mi alrededor y la situación de muchos amigos cubanos exiliados es tan similar que nos da consuelo mutuo. Sé que les da sosiego que yo esté bien y a salvo, pero cómo no pensar en quienes andan cruzando fronteras en la fría geografía de Europa del este y los Balcanes, en quienes se montan desesperados en una lancha para cruzar el cementerio humano llamado estrecho de Florida o en quienes caminan por Centroamérica con destino hacia el norte.
Cómo no padecer con quienes han salido en busca de una vida mejor y se han perdido en la selva o con quienes pidieron un mejor país el 11 de julio de 2021 (cuántas veces recuerdo que fui uno de ellos) y todavía hoy siguen presos por motivos políticos.
La conciencia mata a un hijo emigrado cuando va al supermercado a comprar sidras y polvorones. Cuántas veces pienso en qué habrán resuelto papá y mamá. ¿Les llegaría a tiempo el paquetico que les mandé? ¿Habrán clasificado en la cola de la carne o la encontrarán en el mercado negro? ¿Me estarán ocultando la verdad para no preocuparme? Aquí tenemos panettone, roscón de reyes y mazapanes, pero me falta el barrio, el dominó, la gozadera, la timba de dulce guayaba y queso, los tostones de plátano burro y tantas cosas…
En el lugar en el que vivo la Seguridad del Estado no me acosa, al contrario, la Policía cuida la cabalgata de reyes y me he podido recuperar de los tantos traumas generados por la violencia política. Pero muchas veces el frío se torna insoportable y se mezcla con la añoranza. Aquí los amigos se convierten en una patria llamada afectos y poco a poco este lugar de Castilla se ha convertido en mi nuevo hogar, aunque sin ustedes sigue incompleto.
Tengo fe en que un día nos encontraremos de nuevo y le diré a papá que salga de la cocina, que me deje cocinar en paz. Claro que habré cambiado, porque el exilio te transforma, te hace resiliente y más hosco. Ya no soy desordenado, al contrario, ahora vivo en un orden increíble, pero sigo con el trauma de no querer que entren a la cocina.
Ahora tengo un nuevo sueño que nunca pensé que tendría, volver a abrazar a mis padres. No soy el único que lo añora, son miles los jóvenes emigrados que desean volver a encontrarse con los suyos. Muchos temen volver, mientras otros trabajan de sol a sol para regresar y regalarles en pocos días lo que el tiempo y la distancia les arrebató.
Tengo la certeza de que un día nos abrazaremos de nuevo y volveré a darle la vuelta a la manzana con una maleta en la mano, a quemar el muñeco y a lanzar el cubo de agua. Ese día también espero no tener que escuchar un comunicado político detenido en el tiempo, sino palabras de prosperidad para la nación —en la que prime la inclusión política, económica, social y cultural—. Sueño con que las salvas de artillerías sean sustituidas por derechos.
Espero que ese instante temporal no sea muy lejano. Será hermoso volver a casa junto con otros a quienes obligaron a irse. También quiero regresar con quienes se fueron buscando un sueño, con quienes se cansaron de callar e inclusive con los que no actuaron del todo bien. Cuánto quisiera encontrar ese día a quienes se quedaron porque no tenían otra opción, a quienes encerraron, a los amigos que se alejaron para no meterse en candela e, inclusive, a quienes acosaron. Porque sé que ese día las cárceles políticas se clausurarán, las leyes serán centradas en el cuidado del ser humano, las mentes serán libres. Si así no fuera, prepárense, porque mi lucha seguirá.
Ese día será hermoso. Muchos se reconciliarán con decenas de sentimientos y de emociones que han destinado a la desmemoria para poder sobrevivir en sus nuevas realidades. Ese día será una verdadera Navidad llena de luces y una oportunidad real para aportar en la tierra que nos vio nacer. Quienes decidan no regresar físicamente, aun en la distancia, podrán tener voz real. Solo espero que nuestras vidas sean largas y plenas para poder disfrutarlo, como tantos padres esperan también hace años. Un abrazote cálido desde estas frías tierras castellanas, que llegue hasta el Caribe.
Su hijo.