Momento oportuno para mejorar el parlamento cubano
Por Teodoro Yan Guzman Hernández* (Progreso Semanal)
HAVANA TIMES — Días atrás publicamos un trabajo titulado “Para cuando terminen el Capitolio” en el que se afirmó que El Capitolio, sometido ahora a una su restauración general, sería la sede nuevamente del parlamento cubano y que para ello ocuparía la planta baja y el ala norte del tercer y cuarto pisos.
La materialización de esa idea pudiese traer consigo cambios políticos en Cuba, que trascienden a un simple movimiento de locación de la actual sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que hoy se encuentra en la esquina donde convergen las calles 42 y 23, en el municipio capitalino de Playa.
Aunque es válido aclarar que allí solo se encuentran las oficinas y que las pocas veces que sesiona en el año, de manera ordinaria y extraordinaria, con sus más de seiscientos diputados, lo hace en el Palacio de las Convenciones.
La mudada, ya sea inminente o demorada –esto al parecer dependerá sobre todo de la gestión constructiva que va avanzando con obstáculos– plantea preguntas sobre la estructura y las funciones de ese órgano de representación de nuestro sistema político. ¿El hábito hace al monje? El Capitolio fue construido originalmente para acoger a un parlamento distinto al de hoy. ¿El cambio de sede podría marcar el momento para una renovación en aspectos que ya están desde hace un tiempo en la agenda pública?
El primero está relacionado con sus escasas sesiones. Según la Constitución cubana, la Asamblea Nacional debe reunirse dos veces al año de forma ordinaria. Esto tradicionalmente sucede a mediados y a final de año; de forma extraordinaria puede reunirse las veces que sean necesarias, previa convocatoria del Consejo de Estado, lo que sucede casi siempre una vez más en el año.
Cuando la asamblea no sesiona, en su lugar –y no en su grado- lo hace el Consejo de Estado, un órgano que la representa y está integrado por 31 miembros, que no son elegidos por el voto popular, sino que mediante la elección directa de los ciudadanos, primero ingresan al Parlamento en condición de diputados, y es ese mismo Parlamento recién constituido, quien elige entre todos sus miembros, a los integrantes del Consejo de Estado, así como a su jefatura.
A ello está vinculado un segundo reclamo: el peso que ha tenido el Consejo de Estado en la actividad legislativa en Cuba, cuando ha regulado cuestiones esenciales de la sociedad cubana, a través de decretos-ley, que debían o podían hacerse mediante ley, teniendo en cuenta el significado político-jurídico de esta, y al margen de la equiparación, que en 1979 haya hecho la propia Asamblea Nacional entre estas dos disposiciones jurídicas de diferente rango.
Un tercer reclamo tendría que ver con la dinámica de las sesiones. En particular, con la marcada tendencia a la unanimidad en las votaciones de los proyectos de ley, como manifestación de un posible pensamiento monolítico y poco disentido de sus miembros, que en principio, en nada tendría que ver con el monopartidismo. Las posibles discusiones, según se dice, ocurren en las comisiones previas, pero en plenario, lo que observa el soberano en las sesiones –editadas y diferidas– que se trasmiten en televisión, suele ser un ejercicio de aprobación prácticamente unánime.
El cuarto, recaería sobre la cuestionable eficacia de una de las esencias del actual parlamento cubano: su representatividad. En él quedan representados los diferentes estratos de la sociedad cubana, de ahí que puedan conseguir la condición de diputados, obreros, campesinos, militares, deportistas, religiosos, intelectuales, artistas, entre otros tantos.
Nuestros diputados no son tecnócratas, no viven de la política, y la propia constitución es clara al precisar que su status no entraña privilegio, ni beneficio económico alguno, y que mientras representen al pueblo, mantienen el vínculo laboral que tenían antes de la elección, y por este reciben su salario. Pero ¿hasta qué punto esa hiperrepresentatividad social y la carencia de especialización en la gestión política (que ya se sabe es un arte), estén condicionando la actividad legislativa en Cuba?
Teniendo en cuenta estas posibles demandas, un cambio de sede del parlamento cubano “actualizaría” –para estar a tono con la nomenclatura- el mandato constitucional de que “la Asamblea Nacional del Poder Popular es el órgano supremo del poder del Estado. Representa y expresa la voluntad soberana de todo el pueblo”, como único órgano con potestad legislativa en la República.
Ello acaecería por un simple hecho: ubicar al Parlamento cubano en la planta baja, y en el ala norte del tercer y cuarto piso, conllevaría, ¿indefectiblemente?, a reducir en más de la mitad el total de sus miembros.
Antes de 1959, el Congreso cubano sesionaba en El Capitolio con 54 senadores y un número que pudo sobrepasar los 100 miembros de la Cámara de Representantes, en dependencia del momento político. En la actualidad podría pensarse en una Asamblea Nacional del Poder Popular reducida a 280 diputados; esto pudiera incidir positivamente en la lógica representación-mandato popular, en la cual se debe mover este importante órgano de decisión estatal.
Con ello la representatividad no quedaría sacrificada, sino “perfeccionada” a través de diputados con mayor conocimiento de la política (que no significa necesariamiente cultura política, otros bemoles). No obstante, quedaría la interrogante de si los diputados que se sienten en El Capitolio serían trabajadores de la política o seguirían siendo personas con disímiles vínculos laborales que piensan y discursan sobre política.
Preferiría la primera opción, porque de esa manera nada obstaría que la nueva Asamblea Nacional sesione permanentemente todo el año, además, y lo más importante, coadyuvaría (aun más si se quiere) “a la libertad de discusión, el ejercicio de la crítica y la autocrítica y la subordinación de la minoría a la mayoría” -otro mandato constitucional- que deberán sustituir a intervenciones estériles o de reafirmación ¿revolucionaria?, y a la unanimidad.
En caso de la segunda opción, la nueva Asamblea pudiera sesionar trimestralmente con una agenda legislativa debidamente planificada.
En ambas, el soberano, o sea, el pueblo, seguirá eligiendo directamente a quienes en definitiva tienen que representar sus intereses, haciendo leyes, que por su jerarquía normativa (después de la Constitución), deberán volver a regular todas las cuestiones esenciales de la sociedad cubana.
Por último, la idea de que en el hemiciclo norte se encuentren locales para la televisión, cabinas para procesar video y conexiones con el remoto, tal como contaba el reportaje publicado por Progreso Semanal, no me permite imaginar otra cosa como no sea sesiones de la asamblea nacional televisadas íntegramente, para el control popular y el (mayor si se quiere) fomento de la cultura política de nuestro pueblo, que podrá decir: así son nuestros diputados.
Más allá de las especulaciones, quedan otras interrogantes igual de trascendentes, como por ejemplo, si con un parlamento reducido, especializado y permanente, pudieran repensarse las funciones del Consejo de Estado; o si serían revocables directamente por el pueblo, los diputados a la nueva asamblea nacional; incluso, y más importante que todo lo dicho sería discutir si hace falta terminar El Capitolio (“tal vez el año que nieve”) para emprender estas transformaciones en el máximo órgano del Poder Popular en Cuba.
Pero… en fin, de cualquier modo, ojalá y el cambio de sede del parlamento cubano hacia el Capitolio se concrete lo más pronto posible y ayude a capitalizar otras dinámicas políticas en el órgano que, en nombre de la soberanía popular, encarna al pueblo cubano.
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*El autor es Dr. en Ciencias Jurídicas, y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.
me gusto el articulo, en especial mas que partidario de diputados mas preparados en los artes de la politica me gustaria una asamblea con presupuesto para que expertos nacionales y extranjeros evaluaran la gestion de los diferentes programas y ministerios. Los ministros no deberian pertenecer a la asamblea dado que deben rendir cuentas a ella.
Me gustó mucho las propuestas de Teodoro y el señalamiento de Renier sobre los ministros que no pueden ser juez y parte del parlamento, porque son solo parte del gobierno y por lo tanto no hay ningún equilibrio de poder. Hay conflicto de intereses.
El diseño actual es copiado idéntico del funcionamiento de la ex URSS en el cual, los órganos electivos están subordinados a los ejecutivos en vez de ser al revés. De manera tal que el poder decisorio se concentra en el Consejo de Estado (31 personas) y 15 del Buró político, que son los que gobiernan el país, y las 31 personas subordinadas a las 15 del Buró político y por la Constitución. Así, hay 15 personas tomando decisiones sobre más de 11 millones de habitantes. La ineficacia de este funcionamiento se evidencia en las políticas erráticas que se aprueban y se arrastran hasta que el Buró político decide o no rectificar. Tal es el caso evidente de la prohibición de construir sus casas en las tierras otorgadas en usufructo al campesino. Pasaron cuatro años para que el buró político «se diera cuenta» y permitiera construir casas a los campesinos en las tierras que trabajan. Otro ejemplo evidente es el reciente acuerdo de la Asamblea sobre los ministerios y entidades para que expliquen los incumplimientos. Es decir, que han pasado 38 años para pedir explicaciones a los incumplidores de la aplicación del presupuesto. Lo cual indica la total ausencia de control del parlamento, y la irresponsabilidad del aparato económico estatal aplastantemente mayoritario de la economía nacional: un elefante en una cristalería.
El problema de todo esto es que no hay señales de voluntad política para «actualizar» ni el partido ni el estado.
Y si todo se pospone hasta el logro del «socialismo próspero y sustentable», llegamos al siglo XXII y el tema no se plantea.
Licenciado Teodoro, creo que el Capitolio restaurado deba ser ocupado con un nuevo gabinete, porque a decir verdad, ya ha dado las suficientes pruebas de que ninguno sirve, Usted como profesor de Derecho lo sabe.
Como es posible no pedir la total renuncia a una Asamblea que no esta al tanto de algo tan esencial que es el presupuesto del pais?, ni esta asamblea ni el Máximo órgano del Poder Popular les interesa la corrupción que existe en la economia del pais, y de los diputados para que hablar, de muestra tenemos de sobra, lo de Silvio el otro día .
Por último, y con todo el respeto que le amerita, En términos jurídicos, como se le denomina a un Estado que cree una Constitución donde una Asamblea sea el órgano supremo del poder, donde las leyes sean por decretos, los pensamientos sean monolíticos, y donde sólo pueda existir un sólo partido (por lo tanto si es monopartidista) el que tenga la potestad legislativa en la República?.
Marlene:
¿Pero qué tu puedes esperar de un «Parlamento» donde ningún (os) diputado es autor de una ley, sino que solo se limitan a aprobar lo que ya viene precocinado desde arriba? Creo que es el único parlamento en el hemisferio occidental donde eso ocurre.
El parlamento cubano es un teatro y eso todo el mundo lo sabe: desde los que lo diseñaron, pasando por los actores tragi-cómicos que son los diputados (no los dirigentes), hasta las personas más simples y rampantes de nuestro pueblo.
Qué parlamento puede ser este, en el cual el órgano supremo de la dirección del estado (el buró politico) está constantemente vigilando y analizando las posiciones de los diputados, para en caso de que discrepen del menú ya cocinado, comience a cuestionarse su condición de revolucionario y por tanto, se inicie contra ellos un proceso revocatorio, no como lo contempla la Constitución de la República, sino solapadamente, llegando a las «cartas de renuncia» voluntarias?
A quien le rinde cuentas el diputado: a sus electores o a los órganos superiores del partido? Es eso soberanía? Es eso democracia?????
El edificio del Capitolio no va a hacer cambiar nada de esto, no se ilusionen ni se engañen: todo es parte del desgastado colorete de muchas décadas….
Excelente artículo, es de las mejores cosas que he leído últimamente. Deberían moverlo más para el debate.
Me gustaría una asamblea permanente y abierta al público, ya sea que trasmita las sesiones o que tenga un espacio donde la gente pueda verlas directamente.
A diferencia del autor, prefiero que no sea sólo políticos de carrera, sino que cualquier persona pueda llegar a ser diputado siempre que cuente con un respaldo popular basado en buenas propuestas de leyes. Eso sí, que mientras sean diputados reciban un salario por serlo y cojan licencia sin sueldo en su trabajo.
Por supuesto, los ministros y demás cargos públicos no deberían ser diputados.
felicidades, Yan, aunque en lo personal prefiero una Cuba mas «horizontal» y «desde la base» :)
Hace varios meses la revista Espacio Laical publicó un artículo titulado «La Asamblea Nacional cambia de hábito», su autor es Alan A. González, y toca el mismo tema.
Las cosas de Teodoro! Además, no sé en qué Facultad de Derecho trabajará, en la de la Universidad de La Habana no es…
Teodoro por mucho maquillaje que el pongas al muerto, solo lograras que se vea mas bonito pero no va a respirar. Cuba no necesita retoques en la Asamblea Nacional ni en su sede.
Lo que necesitamos de forma urgente es una nueva Constitucion salida de una Asamblea Constituyente donde de verdad este representada todas las tendencias politicas que deseen los cubanos que estan dentro y fuera de la isla.
El proyecto de Constitucion que sea debatido por el pueblo y acoja los mejores aportes que surjan de los debates. Despues que el pueblo cubano, resida donde resida, la apruebe con el voto ya sea en su totalidad o por capitulos.
De hecho, para reformular la Asamblea habría que llamar a Constituyente.