Me vi al lado de esos ancianos

Por Warhol P.

Un banco Metropolitano de La Habana. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, 20 oct. — Me encontraba en uno de tres de los cajeros automáticos que hay en mi municipio; ese día, este era el único que prestaba servicio, los otros dos, por causa desconocida, no tenían dinero.

Como es costumbre la cola era inmensa (Cuba es el país de las colas), muchas personas mayores aguardaban para cobrar su pensión, detrás de mí marcó una anciana que viendo lo largo de la fila y la tardanza, se lanzó a hablar de como marchaban algunas cosas del país, con atención escuché el comentario, su pensión era de apenas 200 pesos,

¿Qué hacer con 200 pesos? Se preguntó mirándome a la cara, es una mujer enferma, 100 eran para leche en polvo- comentó, y lo otro, para comprar algunas viandas, pero, ¿y el aceite, cómo comprar el aceite?

Habló de la calidad del pan de corteza dura, cuesta 10 pesos, tiene que guardarlo en el refrigerador para que conserve la dureza porque enseguida se pone blando, y de los plátanos de fruta que venden en los agros que aunque estén pudriéndose no les bajan el precio, lo mismo ocurre con toda la mercancía.

A ella, se sumó otro señor que comenzó a hablar de la época de cuando los rusos, del pan de mantequilla que era tan bueno, y la leche que venía en litros, y el yogurt de varios sabores que no faltaba, las frutas en conserva: los melocotones, las peras, las manzanas que costaban a 6 pesos la libra, y ahora una fruta cuesta de 10 a 20 pesos.

Antes, incluso, los precios eran aceptables, y la calidad de los productos excelente. Pero las cosas han cambiado mucho, y no para bien, pues hoy en día hasta el azúcar escasea, y a pesar de que Cuba siempre fue un país azucarero la que hoy venden al pueblo, para muchos es cara.

Me quedé al lado de ellos, escuchándolos, sin decir nada, solo en silencio, digo un sí o un no con la cabeza. Y no les cuento que yo también recuerdo algo de ese tiempo, cuando los estudiantes de primaria íbamos al campamento de pioneros de tarará donde la pasábamos muy bien, algo que ya no existe para los pioneros de ahora.

Muchas de las pocas cosas agradables de los ochenta se han extinguido, pero no se olvidan.

Luego de tantos años de supuesta revolución, no creo que ahora mismo se esté haciendo mucho por el pueblo.

Ese mismo día, me vi al lado de esos ancianos, y me pareció verme a mi mismo dentro de varios años en idéntica posición, lamentándome de los mismos problemas, e incluso de peores. Pero, me dije, he de tener fé y un poco de esperanza, porque como dice el dicho, no hay mal que dure cien años.