Marisol, el Embargo y la Coca Cola
Historia de Turistas

Vicente Morin Aguado
HAVANA TIMES — De Marisol supe por un amigo, quien me avisó de su llegada. Días antes, ella envió un Email con una foto suya y el siguiente mensaje: “Esta soy yo”.
En el aeropuerto nos reconocimos a primera vista. Menuda de cuerpo, tez bronceada con evidente influencia indígena y arquitecta de profesión. La pequeña oaxaqueña habría de cambiar mi rutina sobre lo que puede ser un recorrido turístico.
A la mañana siguiente, tratándose de arquitectura, llevé a Marisol hasta la Maqueta de La Habana. Al ser una ciudad en miniatura, existen en la instalación unos telescopios con el objetivo de facilitar la observación.
Ni corta ni perezosa, tomó uno de ellos y al cabo de escasos minutos disparó su primera pregunta: ¿Por favor, háblame de aquella zona residencial, fíjate, muchos edificios iguales al otro lado de la bahía?
Creí que se trataba de La Habana del Este, pero su aguda vista estaba ubicada más allá, exactamente sobre la barriada de Alamar. Yo, que me veía fácil caminando por los atractivos callejones de la ciudad antigua, tuve que abordar un “Almendrón”- viejo auto americano- desembarcando juntos en un sitio considerado muy aburrido entre los habaneros.
La construcción de esta ciudad obrera data de tres décadas, cuando por iniciativa del “Comandante”, se crearon las Microbrigadas. Se trataba de constructores voluntarios, aportados por cada colectivo laboral, comprometidos a construir para ellos mismos y para quiénes quedaban en los centros de trabajo, asumiendo sus funciones.
Dubitativa, la mexicana lanzó el primero de muchos tiros, hasta convertirse en una peligrosa ametralladora. ¿No entiendo, entonces había algo así como un subempleo en el país? Es lógico pensarlo-respondí- aunque no se enfocó el asunto de esa manera. ¿Bueno, pero lo que me choca como arquitecta, es esta letanía de edificios iguales de aburridos?
Así fue, tratándose de improvisados constructores. ¿No había un proyecto elaborado por profesionales? Si lo había mi amiga, pero aquí suele existir un trecho entre lo dicho y lo hecho.
De todas formas-agregó en una atinada exclamación- ¡ha de ser muy difícil el trabajo de los carteros dentro de esta enredadera de calles!

Los derroteros de la conversación se tornaron más complejos cuando hablé de las permutas hacia Alamar, donde el residente debe aportar una sustancial compensación, tratándose de un área periférica, con un bajo nivel en los servicios, además de la calidad de las construcciones.
¿Calidad? ¿Algo más aparte de lo estético? Así es, y aprovecho para que me aclares una duda. Estos edificios presentan serios problemas de filtraciones, sobre todo en las cubiertas. Tratándose de prefabricados, ¿es normal?
Entonces su mirada se tornó perpleja al contestar: No lo creo, en México el sistema es usado, igualmente en barriadas populares, con la idea de abaratar los costos y el tiempo de terminación de las obras. Pero si usas los materiales adecuados, en las cantidades recomendadas y sin violar la metodología, no hay problemas. Te lo aseguro por experiencia propia.
Luego de tan compleja conversación, cuyo andar podía llevarnos a la filosofía misma del sistema estatal socialista, el implacable sol de Alamar aconsejó abordar otro “Almendrón”, regresando a la muy turística Habana Vieja.
Ahora las cosas me fueron fáciles, entre casas señoriales, iglesias y museos. Muchas fotos, numerosas preguntas, pero no tan engorrosas cuando se trata del primer día entre un cubano y un extranjero.
Pasaron varias jornadas, la muchacha de Oaxaca se fue a otras provincias, regresando un día antes de su partida. Era la hora de las cuentas y debí llevarla hasta un banco, con el objetivo de extraer dinero de su tarjeta, nunca lo olvidaré, una BANAMEX.
Quince días antes, al llegar a Cuba, Marisol extrajo el dinero de sus gastos diarios, dejando para el final los pagos fijos, en especial la renta de la casa donde vivió entre nosotros. Ahora la respuesta del banco estuvo a punto de provocarle un desmayo: Banamex, como empresa, tenía rotas sus relaciones con Cuba, al ser absorbida por un consorcio norteamericano.
Yo intenté la mejor explicación a la dueña de la casa, en tanto la mexicana ofreció lo único de valor que llevaba encima, una cadena de oro, recuerdo de familia. La señora nos miró seriamente y dijo: Nada hija, regresa en paz. Tal vez no nos olvidarás. Mira que entre cubanos, muchos emigran, tomándose luego “la Coca Cola del olvido”.
Finalmente la embajada de su país le prestó una pequeña suma, destinada al taxi y el impuesto aeroportuario. Nos despedidos, recordándole sus experiencias positivas y reafirmándole mi confianza en su honor.
Pasé unas cuantas semanas esquivando la mirada inquisitoria de la propietaria, hasta que un día el buzón “Entrada” de mi correo electrónico, subrayó en azul fuerte la dirección marisoloax. La oaxaqueña escribía desde Arizona, Estados Unidos. Pronto se casaría con un vietnamita, emigrado al igual que ella. Les iba bien y solicitaba mis datos personales.
Días después recibí el dinero a través de Western Union. De inmediato me fui a casa de la señora. En una mano llevaba el sobre tan esperado por la propietaria, en la otra una auténtica lata de Coca Cola.
Muy bonita e interesante tu historia. Gracias
jejej Muy interesante tu historia. Me he reido y me ha echo pensar.
Muy buena la historia. Rica de leer.
Que bueno que la muchacha fue el tipo de persona que yo creia, honesta y buena.
Saludos.