Los millonarios de regreso al Country Club Park de La Habana

Por Charly Menéndez Castillo

Mansión en Country Club Park, Havana

HAVANA TIMES – Como una serpiente que se chupa la cola, el reparto Siboney, ubicado en el municipio habanero de Playa, conocido antes del triunfo de la Revolución como el Country Club Park, camina hoy hacia el objetivo para el cual fue creado.

Famoso por ser el barrio residencial más lujoso de Cuba antes de 1959, el Country Club, bajo la administración revolucionaria, sucumbió a la vorágine comunista de igualar a todos en una única clase social, de ahí que en los primeros años del régimen muchas de las mansiones, con el objetivo aparente de evitar el surgimiento de una nueva clase adinerada, fueran expropiadas a sus dueños y convertidas en unidades militares o albergues para estudiantes traídos de todos los rincones de la geografía nacional.

Con tantas casa deshabitadas y tantos cubanos formando parte del grupo más desposeído del país, el programa de becados tenía también el objetivo de evitar que Siboney se convirtiera en un barrio de ocupas, lo cual hubiera sido un problema para el Gobierno, que por aquellos años se decía estar en contra del desalojo y a favor del derecho a una vivienda digna para todos; pero, como la política de que nada es para siempre es inherente a la administración revolucionaria siempre que se trate del pueblo, a nadie ha de extrañar ahora que luego de algún tiempo Siboney amaneciera un día sin estudiantes.

El fracaso del comunismo se debe, principalmente, a su oposición hacia la naturaleza social del ser humano, y una prueba irrefutable de eso es el hecho de que una vez finalizado el programa de becas en Siboney, un gran número de las mansiones fue ocupado por funcionarios de la nueva clase dirigente, políticos, artistas adinerados, administradores de empresas estatales y militares de primera línea, de estos últimos se pueden contar al menos, tres comandantes y una decena de generales.

Otro método que utilizó el Gobierno para repoblar Siboney, según sus intereses, fue el de convertir las lujosas residencias en propiedades de ministerios e institutos, medida esta con la que se pretendió, en apariencia, que el Estado mantuviera el control sobre los inmuebles, al tiempo que eran ubicados en ellos profesionales y obreros de algún interés para el Gobierno, los cuales en muchos casos habían sido traídos de otras provincias y, por tal razón, no contaban con un lugar de residencia en La Habana.

Como si cada una de esas medida no fuera suficiente para evitar que Siboney cayera en mano de una futura clase burguesa, o en manos del pueblo, que también pudiera decirse, con la ley de reforma urbana se le dio el estatus de Zona congelada, condición que, en teoría, buscaba impedir las ventas, transformaciones o permutas, pero que en la práctica lo que único que consiguió fue elevar el valor de las propiedades, los que en la actualidad oscilan entre los 500 mil y el millón de CUC, sin contar las otras decenas de miles que se tienen que invertir en las reparaciones, dado el gran nivel de deterioro en que se encuentran los inmuebles, debido a la falta de mantenimiento en todos estos años de administración comunista.

Lo más significativo aquí no es que el residencial esté siendo repoblado por los nuevos ricos del país, dado que es parte natural del ser humanos tener una vivienda acorde con el estatus económico; lo más significativo, a mi entender, es que muchas de las propiedades se encuentran en manos de familiares de los altos dirigentes del país que se dicen ser comunistas: dos hijos y una nieta de Raúl Castro forman parte de ese selecto grupo.

Y como para no ser una excepción a la regla, aún hoy hay mansiones en Siboney que permanecen deshabitadas, a pesar de la gran crisis en la que se encuentra el país con respecto al fondo habitacional.