Lo que un famoso poeta chileno quiso enseñar a este cubano

Luis García de la Torre

Nicanor Parra. Foto: lallysalley.blogspot.com

HAVANA TIMESLlegué a Santiago de Chile, sin retorno, directo de La Habana, en julio del 2004. El 21 de octubre trabajaba en un encuentro de poetas internacionales que se organizaba. Uno de esas reuniones-almuerzos se iba a dar en Las Cruces, balneario del litoral central en la ciudad de Valparaíso, en casa de Nicanor Parra.

Con varios de los participantes, reconocidos poetas chilenos y latinoamericanos, partimos en un bus en la mañana y antes del medio día ya bajábamos en ese pueblo soleado; mucho viento golpeaba además del fuerte olor a mar, que siempre se agradece. 

Ahí estaba en la puerta de madera escrito ANTIPOESÍA. Era más o menos el tercero para entrar;  cuando tocamos, abrió un niño; se regresó corriendo y salió de la mano con el poeta Nicanor, que traía en la otra el diario El Mercurio, se veía bien divertido. Presentaron al primero, al segundo y cuando dijeron mi nombre, mi nacionalidad, y que hacía unos meses había llegado, ahí mismo abrió de par en par el periódico, en él se veían cuatro fotos en secuencia de cuando Fidel se cayó en el acto de Santa Clara, me dijo: “Mira lo que le pasó a mi posible competencia etaria”.

En su hogar vi muchos de los artefactos visuales que en el 2006 se expusieron en el centro cultural Palacio de la Moneda. Sentado metió las manos debajo del sofá y sacó una caja. Era hermosa, de madera rústica, que al abrir descansaban en ella buenos vinos chilenos.

Me señaló que fuera con él; salgo de la sala: “Ves allá lejos en el cerro, frente al mar, lo blanco, es la tumba de Vicente Huidobro, el iniciador y máximo exponente del movimiento literario creacionismo, te regalo la vista”, estaba parado en una terraza con el inmenso Pacífico delante. Después de abrir y brindar con los vinos, salimos caminando a tomar el bus para ir a almorzar.

Antes de subir me toma del brazo para darme el segundo regalo, jura que me llevará al mejor lugar donde un cubano puede ir fuera de la Isla, y que era algo definitivo. Mientras caminábamos la gente le paraba y le sacaban fotos;  fue hermoso. En ese poco más de media cuadra de andar habla de la tontería del Gobierno de Cuba para con él, y me pregunta: “¿Cómo se llama el poeta que dirige La Casa de las Américas?”, le digo y ríe: “Ah sí ya me acordé”.

Llegamos a donde le interesaba que yo viera; era una verdulería, un minimercado de ese pueblo, un puestecito de quince por diez metros, lleno de frutas, vegetales, condimentos, panes y dulces. Se para en la entrada, me mira, acerca su cara, me pone la mano en el hombro y dice: “Todo esto es por la libre, ya para ti nada es más por la libreta”.

Texto perteneciente al libro en proceso Breves y ligeras crónicas de un gusano de La Habana en Santiago de Chile.