Lo que no se llevó el viento

Por Amrit

Dulces en Moneda Nacional. Foto: Yusimí Rodríguez

HAVANA TIMES, 18 junio — Ahora que los nuevos paquetes de café distribuidos como parte de la canasta básica, ostentan la advertencia “Mezclado.” Sin dejar de ser un eufemismo, me despido para siempre del sabor del café sin chícharo, de su delicioso color marrón.

Le digo adiós a conciencia, como no pude hacerlo, en los albores del Período Especial, con los panes crujientes y de masa suave, tan apetecible, de su dorada cáscara que en nada desmerecía de los panes que yo veía en las películas rusas.

Dulces en divisas. Foto: Yusimí Rodríguez

Entonces, sin saberlo, me despedía también de la mantequilla de barra y el queso crema que se podía comprar sin angustias en la bodega. Sé que la memoria es subjetiva pero estoy segura de que aquella mantequilla era posible untarla a un pan, ¡tan simple y homogéneamente!

No como esa diabólica invención de los vendedores de ahora, que por más que uno la aplaste contra el pan sólo consigue separarla en pequeños bultos. Una sustancia viscosa y misteriosamente húmeda. Y si se tiene el suficiente valor para dejarla derretir, fuera del refrigerador, se comprobará con pavor que más de la mitad es agua realmente.

Alguien me dijo que el siniestro secreto está en que mezclan la mantequilla original con agua y manteca, luego lo baten en una lavadora y aumentan su volumen hasta el infinito…

Dulces en Moneda Nacional. Foto: Yusimí Rodríguez

Gracias a Dios, hace quince años que no como nada que contenga huevo, así me evité torturar mi paladar reemplazando la masa esponjosa de los cakes, ¡ah, aquellos cakes en los que mis hermanas y yo, a escondidas, dejábamos surcos con el dedo en la capa del merengue, porque eran irresistibles! Los que siguieron comiendo dulces con huevo me han dicho que luego de los 90 jamás fueron como antes.

No me es difícil creerlo viendo la repostería que ostentan las vidrieras de las panaderías, (en moneda nacional) donde prevalece, a veces hasta en los panes, un estridente color amarillo. Puedo imaginar en su masa irregular y fea el sabor del desamor, de la indiferencia.

Pero olvidar lo que el vendaval del viento se llevó sin piedad y obviar la acritud del presente sólo sería posible sin la presencia de “otros dulces.” ¡Maravillosos dulces de armoniosos colores y composición perfecta! que plagan con arrogancia las reposterías en divisa. Cómo no soñar con su sabor impecable, inolvidable si se ha probado, sabor donde no están presentes el despecho ni el robo.

Tuve un terrible shock cuando vi un precioso pay (dulce) en una pastelería del hotel Habana Libre. Con un diseño que no he visto más que en revistas, costaba 7 CUC y lo comparé al instante con uno que había comprado no hacía mucho en una cafetería estatal de Alamar, un pay que me costó doce pesos y tuve que botarlo casi íntegro.

Dulces en divisas. Foto: Yusimí Rodríguez

Aparte del horrible diseño, (que de haber tenido otra opción no me habría seducido nunca), sabía a humo. No sólo la masa chamuscada, incluso la mermelada sabía a humo. Ingenuamente había pensado solucionar con eso la merienda de mi hijo en la escuela, pero él prefirió ayunar que comerse aquel bodrio.

Cuando oigo la canción de Silvio “Rabo de Nube.” pienso que incluso el viento más feroz es selectivo con lo que toca. Y que si “se llevara lo feo.” sólo arrasaría con las panaderías donde podemos comprar los cubanos de a pie: con nuestros panes deformes y huecos, las galletas imposibles de morder, y los dulces “amargos.”