León Ichaso, un símbolo de la cultura cubana de la diáspora en EE. UU.

El cineasta León Ichaso en 2015. Un crítico llamó a su primera película, “El Super”, realizada con un presupuesto reducido con la ayuda de familiares, “la película por excelencia del exilio cubano”. Foto: David Gonzalez/The New York Times

El 1er largometraje de Ichaso fue “El Súper” (1979), considerada hasta la fecha la cinta mejor lograda dentro de la producción de la diáspora cubana.

Por Jorge Luis Lanza Caride

HAVANA TIMES – En días pasados la noticia de la muerte del cineasta estadounidense de origen cubano León Ichaso (1948-2023) me estremeció. Con su desaparición física la cultura cubana de la diáspora en EE.UU. ha perdido a uno de sus máximos exponentes, aunque los prejuicios existentes en el contexto cubano hacia la producción audiovisual de la diáspora en EE.UU. ha sido la causa principal de la invisibilidad de su obra en su país de origen.

El único filme que tengo referencia de Ichaso que la televisión cubana haya exhibido es El cantante (2006), sobre el mítico salsero Héctor Lavoe, pero sus filmes relacionados con el desarraigo y los conflictos identitarios que enfrentan los cubanos junto al resto de los grupos de latinos en EE.UU. continúan siendo desconocidos en Cuba.

El primer largometraje de Ichaso fue El Súper (1979), en colaboración con el mítico Orlando Jiménez Leal y guión del dramaturgo Iván Acosta junto a Manuel Arce, considerada hasta la fecha la cinta mejor lograda dentro de la escasa producción audiovisual de la diáspora cubana en EE.UU.

Para Juan Antonio García Borrero, el éxito del filme se sustenta en la siguiente idea: ´´La película supuso un giro en el imaginario expresivo de esa comunidad, y tal vez fue la primera vez que se prescindía de una manera esquemática de entender el exilio como una forma automática de mejoría o salvación”.

Su universalidad estriba en dramatizar el desarraigo que experimentan no sólo los cubanos, sino cualquier latino para insertarse a una nueva cultura como la estadounidense. Según su guionista Iván Acosta: “Cuando estrené en teatro El súper, León Ichaso me pidió los derechos para filmarla obra, la cual llevaba tres meses en escena. Tomamos el mismo elenco, con excepción de dos, y los transportamos hacia un sótano real. Allí se filmó la obra. Orlando Jiménez Leal hizo la fotografía, y su cuñado León dirigió las escenas. Ya el elenco estaba dirigido teatralmente. Lo demás es historia. El Súper se convirtió en los Cien años de soledad del exilio cubano”.

La cinta marca una diferencia en la referida zona del cine cubano al despojarse de la retórica política que ha limitado a otros filmes producidos en la diáspora. Por su tratamiento universal y humanista del tema ha obtenido varios reconocimientos, como el Gran Premio del Festival de Mannheim y un premio en Biarritz. Aunque la mencionada retórica no está ausente en la cinta, tampoco resulta su línea temática principal, a excepción del personaje de Pancho.

Los conflictos que experimentan los personajes de esta historia son los mismos que cada día atraviesa cualquier latino en EE.UU. Filmes como Popi (1969) y El Súper se encuentran entre los primeros en adentrarse en dichos conflictos en un contexto donde no resultaba usual el abordaje de las problemáticas de las minorías étnicas en ese país.

Las interpretaciones y lecturas de sus filmes trascienden el discurso étnico e ideológico a un marco más ambicioso: el de los Estudios Culturales.

El Súper devela el rostro oscuro y silenciado de la emigración, al exponer con desenfado la crisis de identidad sufrida por una familia cubana, rompiendo con esa visión idílica y maniquea del exilio como única alternativa a los problemas, como bien dice Roberto, el protagonista de la cinta: “Si yo sé esto me quedo en Cuba, en Cuba hay que cortar caña, pero es lo de uno”.

Pese a llevar varios años viviendo en EE. UU, la nostalgia por Cuba en esta familia los hace aferrarse aún más a sus raíces. Su medio familiar deviene un refugio en el cual intentan vivir como antaño en Cuba, hablando siempre en español, manteniendo las mismas frases y vocablos del léxico popular cubano, los mismos rituales de siempre, aquellas prácticas culturales que se encuentran arraigadas dentro de ese heterogéneo mosaico que constituye la diáspora cubana en EE. UU.

   El Súper es la primera cinta realizada por cubanos en la diáspora que aborda desde una perspectiva familiar y humanista los conflictos inherentes a una identidad cultural fragmentada y marcada por lo trasnacional, propios de cualquier grupo étnico en ese país.

  Filmes como El Súper, Paraíso y Cercanía, hasta ese intento iconoclasta de prolongar el debate de Memorias del subdesarrollo en Memorias del desarrollo (2010), del joven cineasta Miguel Coyula, no han hecho más que radiografiar ese extenso y complejo camino.

  Azúcar amarga, a diferencia de El Súper, posee modestas virtudes como propuesta estética, al hacer gala de una exquisita fotografía y propuesta visual sin precedentes en el discurso audiovisual de la diáspora. Incluso en algunas escenas pareciera mostrar influencias de una cinta como Memorias del subdesarrollo, al recurrir a la voz en off, recurso estético que refuerza el caos interno que experimenta su protagonista, quien se debate entre mantener su fidelidad hacia la Revolución o sobrevivir en un contexto hostil como fue la Cuba de mediados de los años noventa, con visibles penurias y adversidades de toda índole.

  Para reflejar ese convulso contexto apela a una estética visual con un marcado estilo documental, realizada en blanco y negro en su totalidad, recurso utilizado en función de reforzar la representación apocalíptica de ese difícil periodo de la historia nacional, al recurrir a impactantes imágenes de archivo de los disturbios producidos en Cuba en agosto del 94, cuando la crisis y la inflación que experimentó la sociedad cubana alcanzaron niveles alarmantes para la época, denominado el Maleconazo del 94 en La Habana, contexto que también ha sido magistralmente reflejado por el documental Balseros (2002), de los cineastas Josep Maria Domènech y Carlos Bosch para la televisión de Cataluña, obra que registra imágenes reales de los referidos disturbios.

   Uno de los rasgos que identifican estéticamente la cinematografía de León Ichaso es su capacidad para experimentar con el lenguaje cinematográfico. Si en El Súper recurrió a una narrativa clásica y convencional, con Crossover Dreams (1985) y Azúcar Amarga se desdibujan y develan elementos inherentes a su filmografía, como la combinación del blanco y negro, recurso capaz de impregnarle un matiz documental a sus obras, un sentido frenético y caótico en la edición, con cortes bruscos y encuadres que visualmente funcionan muy bien en filmes sobre personajes como El Bobby de Azúcar Amarga, artistas sumidos en la adicción a las drogas como los boricuas Miguel Piñero y Héctor Lavoe.

Hay que tener en cuenta que El Cantante, sobre el desaparecido salsero puertorriqueño, posee una fuerte conexión estética y existencial con su anterior Crossover Dreams, protagonizada por el cantante panameño Rubén Blades. Ambas cintas revelan lo traumático que ha resultado para muchos músicos latinos en EE. UU insertarse en un contexto tan competitivo. En la mayoría de los casos su obsesión por triunfar termina por devorarlos y atraparlos en las drogas y el alcohol.

Hay que tener en cuenta que la inserción de los latinos a la cultura norteamericana, sus conflictos identitarios y la representación de los desequilibrios psicológicos que suelen padecer muchos artistas sometidos a múltiples adicciones se encuentran entre los temas más frecuentes de este gran cineasta, en definitiva, sus obsesiones más ocultas.

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https://youtu.be/ubQtLKWIJBs

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