Las Copas de Europa y América

Europa Gimme Shelter

Martín Guevara 

Pelea callejera en Marsella.
Pelea callejera en Marsella.

HAVANA TIMES — Últimamente nos mostramos alarmados por la violencia creciente en los Estados Unidos, a raíz de los cada vez más frecuentes tiroteos en áreas públicas o excesos policiales.

Sin embargo observando la Eurocopa y la Copa América, debemos preocuparnos más, mucho más por Europa.

Si en el viejo continente se vendiesen ametralladoras, bazookas y fusiles de asalto como en EEUU en la Eurocopa no quedaría ni un hooligan europeo y también quedarían ya pocos marselleses con vida y casi ningún negocio sano en las ciudades de partidos calientes. Y es que ya rebasa las rivalidades futbolísticas, incluso las acostumbradas muestras de violencia en el entorno de ese curioso detonador de lo más soez de nuestra mala educación, que con frecuencia protagoniza y pone de relieve el fútbol y las pasiones intestinales que mueve.

La Eurocopa está siendo el reflejo de la desconfianza y el clima hostil que se está viviendo por una razón u otra en la mayoría de los países del área. El norte sospechando haraganería del sur, el sur inoculando en sus mal gobernados ciudadanos empobrecidos el rechazo al bárbaro explotador, los españoles contra los catalanes y viceversa, los escoceses contra los ingleses y ambos contra Europa, y toda Europa contra la inmigración, los eslavos echándole mata moscas a los refugiados, mientras latinos y germanos tampoco los acogen, con excepción de Alemania y Suecia. Grecia enojada con los teutones, los Tedescos contra España e Italia, el Islam contra toda la civilización europea, Schengen modifica fronteras con demasiada frecuencia, Francia y Bélgica colocan el ejército en las calles y la gente convive con ametralladoras. Crecen en todo el continente los atentos oyentes de los discursos neo nazis.

Nadie confía en nadie.

En cambio la Copa América se está desarrollando en el más sano, animoso y deportivo de los climas, tanto gracias a cada seleccionado nacional, sus representantes jugadores y los aficionados, así como a los organizadores y público nativo acogedor del evento a lo largo y ancho de los Estados Unidos.

Conviene tener presente que a lo largo de la Historia, siempre que Europa saturó sus períodos de paz y progreso y empezó a pensar en sangre y desolación, era de lejos el continente más desarrollado en todos los órdenes y desde Roma hasta el Tercer Reich, las personas acomodadas apostaban todo a nada a favor de que las señales de proximidad de alto conflicto se quedarían en únicamente algarabía del  populacho enervado. Y siempre precedió a las mayores carnicerías humanas el mismo escepticismo, ya que los europeos son tranquilos y pacíficos hasta que se molestan en dejar de serlo, y no se toman esas molestias por menos de ciudades enteras arrasadas, poblaciones desaparecidas, razas diezmadas.

La novela Los hermanos Oppermann, escrita en los años del crecimiento del partido nazi en Alemania, en la cual su autor Lion Feuchtwanger, en un ejercicio de presagio y de sentido común excelso, ubica en la ficción más real a dos hermanos judíos integrados en la burguesía alemana, que sólo hablaban alemán, y que amaban a su país,  en la disyuntiva de abandonar todo frente a la creciente amenaza de la Gestapo. A lo que uno de los hermanos responde razonando que era imposible que aquella muchedumbre progresase más allá de unas escaramuzas racistas, en el país de Beethoven y de Goethe, de Kant y Hegel. Incluso cuando estaba muriendo a manos de los nazis no lo terminaba de creer.

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