La voz del Amo y el decreto anti-cultura

Por Demián Rabilero  (El Toque)

Foto: Obra del artista Yomer Montejo.

HAVANA TIMES – Cuentan que, en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, de 1971, Fidel Castro, al ver que su amigo René Portocarrero palidecía ante la horda de furibundas intervenciones que se sucedían, le pidió gentilmente a Alfredo Guevara que, por favor, lo sacara de allí. Yo no sé si la anécdota es real, aunque me parece posible. No soy pintor y nunca fui amigo personal de Fidel, pero ante la reciente promulgación del Decreto 349 también yo palidezco.

Publicado el 10 de julio en la Gaceta Oficial, por acuerdo del Consejo de Ministros en el ejercicio, abuso diría yo, de sus atribuciones, el decreto no ha tenido la resonancia que se hubiera esperado ante lo que pudiera ser el inicio de una cacería.

Algunos enterados han minimizado sus efectos, pero yo sospecho. Sospecho, porque es una mordaza y no está bien, y la gente solo termina enterándose cuando ya tienen el huracán encima, pero casi nunca prestan atención a la primera gota, y a esa gotica, a ese tinajón entero de censura, hay que protestarlo desde el inicio.

Es tan absurdo el decreto en su propósito de regular la política cultural, tan reaccionario y feroz, que ni la risa, eficaz método contra la represión, logra calmar el ánimo. La censura al documental P.M., en 1961, provocó las Palabras a los Intelectuales. La asunción de ese discurso como teología explicativa de la cultura de una nación generó tiempos difíciles, pero ahora, en vez de la ambigüedad resultante de un discurso casual y no previsto, lo que escuchamos es la voz del Amo que, sin cortapisas, ordena que no te puedes ir y que tienes que bailar al son de su guaracha. Hay que leerlo despacito, inciso por inciso, para no pasar con ficha.

No mostrarás violencia en tus películas, así que adiós a El Padrino, a Terminator, a Caravana y a Elpidio Valdés. No usarás un lenguaje inapropiado, así que adiós a las rancheras mexicanas, tan de machotes ellas. No mostrarás un seno o vello púbico o rodilla desnuda, porque los pervertidos rondan en la oscuridad de nuestras salas.

No ultrajarás los símbolos patrios, así que cuidado Mijaín con exhibirte sudoroso con la bandera como capa cuando ganes tu cuarta medalla de oro olímpica. No menearán las caderas nuestros adolescentes, así que adiós también a la invasión y a la conga tan obscena y sexista y tan liberadora, y la rumba al solar, de donde no debió haber salido, y los reguetoneros, a la caña, a ver si se hacen hombres y dejan ya la mariconería de las cejitas depiladas, y todo ese cine independiente al paredón, carajo.

A ver si se enteran de una vez de que yo soy el Amo y tengo la última palabra sobre cómo te debes vestir y de qué largo debe ser tu pelo y solo yo decido quién puede ser artista. Así que adiós a los Benny Moré y al Benny de Santiago de Cuba, a quién en un tiempo botaban de los parques, porque no tenía un dichoso papel. Y acompañando el NO, el gran ejército de inspectores-censores, quienes velarán por la sacrosanta moral del socialismo y serán tus hermanos en esta gran revolución cultural que se avecina, que es pura y prístina y les traerá un futuro de rosas a los mejores hijos de la Patria.

Que no perdamos tiempo, digo. Hagamos de una vez la gran hoguera de esta época en una plaza y a la quema todo aquello que necesite ser quemado: ese Rapto de Enríquez, ese Paradiso, ese Juan Gutiérrez, porque aquí yo digo qué música se escucha, qué canción se canta y cuándo sale el sol.

Puede sonar descabellado lo anterior, pues la gente olvida. Sobre todo, la que gusta de no salirse del rebaño. La gente que siempre cree que la cosa no es con ellos, sino con los demás, que se jodan los porno para ricardos por gusanos; que se jodan los abuelitos que tocan en los paladares, por imbéciles; que se jodan los demás, a mí en definitiva no van a molestarme. Hasta que un día la jauría le toca a su puerta y entonces es muy tarde para empezar el pataleo.

Nada bueno puede sobrevenir después de tal edicto. Así que por favor le pido de manera cortés, querido Amo, que guarde usted ese documento, porque definitivamente no nos entendemos.