La situación probable con el referéndum constitucional en Cuba

Por Raudiel F. Peña Barrios

Viendo el proyecto de la nueva constitución.  Foto: cubatv.icrt.cu

HAVANA TIMES – Las brevísimas reflexiones de este artículo se apoyan más en un análisis empírico que estrictamente científico, sobre lo que podría pasar en el venidero referéndum constitucional en Cuba. Creo que el proyecto que hoy se debate será aprobado, posiblemente, sin grandes cambios a como ha sido presentado por la comisión redactora que se encargó de su autoría.

Sin embargo, no creo que ocurra un respaldo casi totalitario en las urnas, y cuando empleo el término casi totalitario, me refiero a algo parecido a lo que sucedió en 1976 en el referéndum constitucional. En ese momento votaron por el más de cinco millones de electores, mientras por el No apenas un poco más de cincuenta mil.

En gran medida creo que no puede preverse un escenario similar, sobre todo, debido a que Cuba no es la de entonces y porque los problemas de la participación política en el país están precisamente ligados a la escasa participación. Las últimas elecciones fueron las de más baja concurrencia a las urnas desde que se implementó el Poder Popular, tanto como noción sobre el ejercicio del poder como sistema de órganos del Estado.

No se llegó siquiera al 90% en las dos etapas de las más recientes elecciones generales.  Eso a pesar de haber sido identificadas, según el discurso político y el de los medios oficiales, como las del cambio generacional y de la continuidad del programa político revolucionario y socialista. A eso hay que sumar que la tradición político-participativa cubana de los casi sesenta años de Revolución no ha estado signada por la celebración de referéndums, por lo que no existe una cultura política amplia sobre los efectos de participar o no en uno, y las consecuencias que puedan derivarse al votar por una u otra opción.  

Creo que el voto negativo puede tener una alta incidencia, considerando la historia de las elecciones cubanas posteriores a 1976 (no estoy comparando con América Latina u otro caso en el mundo), pero no como para que el proyecto se rechace.

En los hechos, creo que habría que considerar también los votos nulos y en blanco como un gesto negativo hacia el proyecto, así como a los que no concurran a las urnas, sobre todo, porque en el contexto nacional esas posturas deben verse más sinónimos de apatía política, si tenemos en cuenta las facilidades para ejercer el voto, y esa especie de presión social de la dirigencia de base de muchas organizaciones políticas, sociales y de masas para movilizar a los votantes el día de las elecciones, lo cual también debe ocurrir cuando se celebre el referéndum.

Puede que cuestiones polémicas como el artículo 68, que viabiliza el matrimonio entre personas del mismo sexo, influyan en que muchos voten por el No y otros no vayan a las urnas. Estoy hablando de los que irán a votar porque se autodenominan comunistas o revolucionarios, pero que votarán No debido a que esencialmente son homófobos o no creen en la propiedad privada o la inversión extranjera. Y en el otro extremo pueden estar muchos que también son homófobos, aunque en esencia apoyan el reconocimiento de la privada y de la inversión extranjera.

Es solo un ejemplo para poner en contexto cómo veo las cosas. Creo que será algo así como que unos votarán No porque solo ven el árbol, pero no el bosque, y otros votarán No porque no les gusta el bosque aunque puede que algún que otro árbol sí. Los más votarán por el por muchos motivos: apatía política, desconocimiento, compromiso político, o incluso identificación con los cambios tal cual se promueven desde arriba. Incluso al voto favorable pudiera aplicarse el mismo símil que he empleado respecto al negativo.

Ahora mismo en la Isla no sabemos a ciencia cierta qué es lo que los ciudadanos más estamos proponiendo, a qué nos oponemos, qué aceptamos, qué y hasta dónde cuestionamos determinado aspecto. Lo que puede apreciarse en los medios, tanto los oficiales como los alternativos (estos últimos ubicados en su mayoría en la esfera digital) es solo el 0,000000000001%, por decir algo, de todos los planteamientos.

Eso da ventaja a los impulsadores del proyecto para definir qué y hasta dónde cambiar y qué no puede ser cambiado. Y esa decisión no será cuestionada pública y mayoritariamente. Solo podrá tomarse el pulso a la sociedad en las urnas, y números más o números menos habrá un resultado favorable.

Quienes promueven el proyecto solo necesitan ganar con el . Da igual si es ampliamente mayoritario o por la mínima. Eso les legitimaría para desarrollar su agenda, y se dirá que la voluntad mayoritaria del pueblo ha sido expresada en las urnas. Luego de eso solo faltaría adoptar las medidas para impulsar una modernización leal, en base a un franco pragmatismo político imperante en Cuba desde hace varios años, y que contará con el imaginario revolucionario a su favor.