La política cubana del vaivén

El Taiger

HAVANA TIMES – Nada fue más viral en Cuba los últimos días que todo lo relacionado con el cantante y compositor de música urbana El Taiger, quien finalmente falleció luego de batallar cerca de una semana por su vida, tras recibir un balazo en la cabeza.

Las circunstancias relacionadas con el suceso todavía están bajo investigación, porque fue todo muy raro. Apareció a las puertas del Hospital Jackson Memorial de Miami solo, con la cabeza envuelta en toallas para detener el sangramiento, y se especuló sobre si era suicidio o intento de asesinato, y todavía se está buscando al principal sospechoso en caso de esto último.

Aunque se le decretó muerte cerebral y se daba por seguro que tendría daños irreversibles, fueron miles de sus seguidores quienes le dedicaron plegarias para que se salvara pese a las precarias condiciones en las cuales sobreviviría.

En definitiva, esto no sucedió, pero el hecho reabrió el debate sobre la llamada “Política del Vaivén”, esa que se refiere a los artistas que viven a medio camino entre La Habana y Miami, intentando estar al margen de la política real.

Independientemente de lo delicado del tema, porque se trata de una persona recién fallecida, es importante no olvidar que José Manuel Carbajal, que así es como se llamaba el artista, sufrió las consecuencias de sus decisiones personales, de la vida que quiso vivir, de las amistades de las cuales se rodeó, del ambiente en el cual se sentía a gusto, etc.

Pero evidentemente no es de ese tipo de decisiones de las que pretendemos hablar, sino de aquella de seguir visitando Cuba, y no canonizarlo ahora que ya no está entre nosotros, o apelar al “no es el momento” para esquivar esta realidad que estamos viendo hace ya varios años. Sin fanatismos ni moralismo barato, no sé si es el mejor modelo para rendirle reverencia.

Desear su recuperación es lo más natural y humano del mundo, pero de ahí a agarrarse de eso para arremeter contra quienes tuvieron diferencias políticas con El Taiger es otra cosa, porque nadie empujó al artista a caer donde cayó, ni fue víctima de violencia política, hasta donde se ha visto hasta ahora, y no creo que eso vaya a cambiar.

El principal foco fue para el influencer Alexander Otaola, enemigo de la mitad más uno de los cubanos, como se dice vulgarmente, por sus posiciones frontales y a veces hasta extremistas, pero ni fue él ni ninguno de sus seguidores quienes acabaron con la vida del músico. Repito, hasta donde se sabe hoy.

La sensibilidad es humana, pero hay que saber encausarla, o por lo menos ser consecuente, porque si eres capaz de realizar una vigilia pública por la salud de tu reguetonero favorito, lo puedes hacer por los que sufren en las cárceles y los que han fallecido de miles maneras como consecuencia directa o indirecta de la dictadura.

Claro, la Fiscalía de la República, el Ministerio del Interior (MININT), el Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) no te van a hacer nada por haber pedido por la salud del Taiger; ya por lo otro sabemos que trae consecuencias.

La cruzada contra los influencers si no salió desde el Consejo de Estado, la Asamblea Nacional (Parlamento) o el Comité Central, le vino como anillo al dedo a nuestro entrañable Miguel Díaz-Canel, cuya esposa fue una de las que se pronunció por la salud del cantante.

El principal enfrentamiento en las redes fue siempre por esa doble moral de ir a Estados Unidos a ganar dólares y luego volver a territorio del Partido Comunista de Cuba (PCC), mostrándose siempre ajeno a cualquier elemento político.

Ahí se incluyen también propietarios de Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyMes), que son mucho menos famosos, pero igual viven del dinero que hacen con los bolsillos de ciudadanos estadounidenses y de alguna manera le hacen el juego a la dictadura, al dar la imagen de un país “normal”, económica y artísticamente.

Antes, otros como Gente de Zona, Descemer Bueno y un largo etcétera quisieron vivir de la misma manera, pero terminaron por radicarse definitivamente en suelo estadounidense y rompieron con su país, que no significa tampoco olvidarse de su familia, sino simplemente no ir a dar conciertos y participar de otros eventos organizados para lavar la imagen del Gobierno.

Aquí mismo nos referimos al Festival Santa María, que el año pasado reunió a varios de estos artistas en un ambiente de fiesta bastante ajeno a la realidad de Cuba, y dejó profundas huellas en especial en la carrera de Lenier Mesa, por ejemplo.

La polarización de la sociedad se encuentra en un punto muy fuerte, y estas personas de alguna manera se sienten en medio, porque nunca han tenido vocación política, pero no se puede estar con los indios y con los cowboys, como dice el dicho, porque no se queda bien con nadie.

A nivel personal también es complejo para un ser humano recibir constantes ataques en redes sociales, y no solo de los personajes reconocidos, sino de sus seguidores, que con razón o sin ella llevan al artista a un estado de depresión que lo lleva incluso al abuso de drogas. Cuando el propio Taiger decía en sus directas que iba a consumir, o cuando fue acusado de agredir a su expareja, ninguno de esos que rogaron por él salió a recriminarlo, y esto es hipocresía.

Puede ser un mensaje directo a Lenier, el Misha y otros que siguen aplicando la “Política del Vaivén”, o hasta Chocolate, con una hoja de vida bastante similar a la del Taiger aunque no en cuanto al contubernio solapado con la dictadura.

Lenier, el Misha y los demás dicen que se deben a su público cubano, pero saben muy bien que si depende de los ingresos de ese público no pueden darse la vida que se dan.

Aquí no se puede protestar por un apagón, pero sí se pueden reunir para pedir por la salud del Taiger, que está perfecto, pero muestra el nivel de enajenamiento y sometimiento de la población, no la falta de sensibilidad, porque estoy seguro que también la tienen para los que sufren, pero lo que falta es valor para manifestarse contra eso.

Desgraciadamente ahora no se pudo salvar una vida, que quizás tras el coqueteo con la muerte saldría renovada. No hay que esperar a tanto para tomar una posición.

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