La necesidad de abrir caminos

Dúplica a Haroldo Dilla

Por Julio César Guanche

Obelisco, municipio de Marianao.  Foto: Juan Suárez
Obelisco, municipio de Marianao. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – Haroldo Dilla me ha hecho el honor de replicar, en “Los íconos difusos”, un artículo en el que cuestiono algunos de sus comentarios.

No me he referido a los miedos que despierte ser acusado de “difuso”, ni a cuál sería la respuesta heroica ante ello. Sostener una posición política democrática debe ser un derecho ante el cual la heroicidad sea superflua y el miedo inconcebible —como defiendo, ya que estamos, abolir todas las fuerzas antidisturbios y liberar a todos los presos por razones políticas de este mundo—. Pero sigo pensando que su posición regatea la legitimidad de posturas políticas diferentes.

Nunca he aceptado desacreditar una postura intelectual por las descalificaciones que se dirijan a la persona de su proponente. Dilla hizo esto en su primer texto, cuando aseguró que todas las opciones de Alfredo Guevara se orientaban a su “uso y beneficio” como “mandarín y gay oficial”, “suerte de florero”. Ahora dice que soy yo el que lleva a ese punto la discusión. Pero lo dejaré de lado, pues dice cosas de mayor importancia que mis reales o supuestos yerros polémicos.

Las biografías son algo más importante que los intercambios de “chismes” privados. Ya que Dilla entra en detalles biográficos, lo haré para explicarme.

Para entender la vida política de Mañach, por ejemplo, es necesario ser preciso en su biografía. Es oportuno saber que prologó la primera edición en forma de libro (1954) de La historia me absolverá. Es importante conocer que Mañach, “no se fue” de Cuba, sino que, según él mismo, no le dejaban alternativa, cuando lo retiraron del claustro universitario, y le privaron de sus fuentes de empleo en los medios de prensa.

También es necesario notar que se opuso a la dictadura de Batista, y que, por sus convicciones, liberal republicanas, no podía compartir el curso comunista, que según entendía, tomaba el curso revolucionario desde fecha temprana. Es bueno saber que llegó muy enfermo a Puerto Rico, que esto ha habilitado reinterpretar el “apoyo explícito” que, se ha dicho, prestó a la invasión de Girón (1961), o conocer que no autorizó en vida la publicación de Teoría de la frontera, que eran notas de curso sobre un tema que nunca antes había trabajado.

Tampoco es redundante la interpretación de sus inserciones políticas. Es necesaria la interpretación del ABC, entendida tradicionalmente como “facistoide”, cuando fue el primer movimiento moderno de una derecha de masas en Cuba. Es una simpleza calificarlo de “fascista”, como si todas las derechas lo fuesen sin más.

Es importante comprender el contexto de enunciación de las ideas: no es lo mismo defender la democracia bajo un sistema liberal oligárquico que defenderla bajo un formato liberal social, que con sufragio universal o sin él. Habrá quien piense que la democracia es “una sola” —como dicen los estalinistas que “hay un solo marxismo”—, pero es un error, que Dilla no comete, aunque no considera sus diversas implicaciones.

La biografía, la interpretación de las opciones políticas y de los contextos de enunciación de las ideas son aspectos cruciales para comprender una tradición y sus “recuperaciones” posibles. Es lo que he intentado hacer con Roa, y he visto utilidad en hacerlo para el presente, como es útil para la interpretación del pasado, hecho que también es relevante. Desde ahí busco interpretar los legados de intelectuales políticos, como Mañach o Alfredo Guevara, aspirando a hacer algo más que asignar calificaciones de quién es más importante, o más intelectual que el otro. Dilla, aunque en su segundo texto es mucho más analítico que en su primer alegato, simplifica este tema.

Dilla establece que los problemas que yo señalo como propios de la relación entre el socialismo y la democracia, son más bien atinentes a la relación liberalismo-democracia: “los problemas de la libertad del individuo ante el estado/comunidad”.

Desde el punto de vista teórico, esa idea retrocede décadas para afirmar algo semejante. Pretende que aún es válida la distinción entre democracia “formal”, la liberal-capitalista, y “democracia sustantiva o real”, la socialista. Ese fue el marco en que el “marxismo” estalinista se hundió desde su origen. Fue, asimismo, una victoria del tipo de liberalismo que ganó en la Guerra Fría y que, con el tiempo, estructuró una definición mínima de la democracia, que goza de gran predicamento, centrada más en la ingeniería de la democracia (reglas, procedimientos), que en su contextura material y cultural (que alude a problemas de distribución, reconocimiento y representación).

El Puente Almendares.  Foto: Juan Suárez
El Puente Almendares. Foto: Juan Suárez

La cuestión es mucho más complicada, pues no se refiere solo a quién o cómo se ejerce el poder del estado, sino a cómo se elaboran los consensos democráticos y se desarrollan ciudadanías más integrales.

Esto atañe a los déficits del socialismo y a los de la democracia liberal. Alude a la división entre representación y distribución, que es un rasgo característico de las democracias de formato más típicamente liberal. Esto es, su tendencia a reconocer como polo más poderoso el aparato representativo de gobierno, la ejecutoria real de los grandes poderes políticos-económicos, la primacía decidida del interés empresarial; mientras asiste al debilitamiento, por el otro polo, de la justicia, la capacidad de la sociedad civil para impugnar decisiones político-económicas, la redistribución de poder político, la defensa del bien común y de la ética de la ciudadanía.

Lo que Dilla sitúa como problemas del socialismo y la democracia deberían ser, a su modo respectivo, también los de un liberalismo que aspire a comprender la democracia como algo más que un mecanismo de selección de élites.

Entre tales problemas a afrontar por el liberalismo se encontrarían: a) la conexión entre libertad, igualdad y justicia, tan conflictiva para la economía neoclásica, que separa política y economía; concepción que inunda de serios problemas a la propia libertad cuando recrea mercancías “ficticias”, que antes no han sido “producidas”, como el patrimonio natural, la mano de obra o el dinero, y cuyo monopolio hace que los parlamentos y los gobiernos elegidos por sufragio popular sean sometidos por el sufragio invisible de los capitales, como decía Keynes, no Marx, b) la impugnación del mercado como lugar central de asignación y de recursos sociales, por ser productor constante de asimetrías y desigualdades, y c) el cuestionamiento a la prioridad otorgada a la concepción excluyente de la propiedad privada a favor de un marco regulatorio democrático para la misma, como hacía el artículo 27 de la Constitución mexicana de 1917, modelo mundial de una concepción democrática sobre la propiedad—, que fue reformado para blindar el despliegue del gran capital neoliberal, entre otras cuestiones, supuestamente “económicas”, relativas a la democracia.

Del mismo modo, es imprescindible subrayar los problemas políticos de la relación entre el socialismo y la democracia. Para que el primero pueda resultar un orden reglado a favor de la libertad, tiene como obligación afrontar la cuestión procedimental de la legitimidad. De las dinámicas del régimen de la propiedad y de la organización de la producción no se “desprenden”, por sí solas, las cuestiones relativas a cómo garantizar la participación de la ciudadanía en la definición colectiva del orden. La igualdad es requisito necesario, pero no suficiente para la democracia.

Este problema involucra la calidad de las instancias representativas estatales, como el parlamento, y de las organizaciones de representación plural de la ciudadanía, como los partidos y los movimientos. El poder estatal no es una “emanación del pueblo”, que por ello pueda sobreponer los derechos del poder ante los derechos de los ciudadanos. Por ello, es imprescindible habilitar instituciones que armen una entera gama de controles desde lo social frente a la actuación estatal, pues esto pone en juego la defensa de la soberanía popular, una “clave” del desarrollo de la pluralidad y la diversidad, y del recorte de la desigualdad asociada a la injusticia.

Dilla puede creer que mi argumento es un enfoque “normativo”, limitado al “deber ser”. No tienen nada de “malo” los enfoques normativos. Rawls, como sabe Dilla, es un filósofo normativo donde los hay, y es una de las figuras más destacadas del siglo XX. Sin embargo, mi enfoque también es histórico. El compromiso del socialismo con la democracia —que un comentarista que celebra a Dilla dice alegremente que “no ha existido nunca”— está en la base de desarrollos democráticos muy concretos.

Esto, si se quiere ir más allá de la idea guerrerrafría que cree que “el socialismo” es sinónimo solo de “comunismo” y no un grupo de tradiciones que incluyen opciones anarquistas, anarcosindicalistas, socialdemócratas, comunistas y socialistas marxistas o no marxistas, laboristas, populistas, republicanas sociales, etc. Que los cubanos tengamos frente a nosotros un tipo de socialismo, con el cual tengamos que relacionarnos desde un amplio registro de posicionamientos, y que contemos con muy desiguales posibilidades para modificarlo (cuando este afirma por igual que nadie “sabe lo que es el socialismo” como que aquí “no habrá reforma política” porque esto “es” el socialismo), no lo hace el único posible y menos él único deseable.

La llegada del verano.  Foto: Juan Suárez
La llegada del verano. Foto: Juan Suárez

Tal grupo de tradiciones informó a los actores que más lucharon por alcanzar avances democráticos inequívocos del siglo XX: los grandes partidos de masas; las grandes organizaciones sindicales de defensa de los salarios, de las condiciones del trabajo y de los derechos de los trabajadores; el constitucionalismo social; el régimen efectivamente parlamentario (haciendo al gobierno responsable ante el parlamento), el sufragio universal; la visión interdependiente de los derechos políticos y sociales; la descolonización y el derecho a la autodeterminación de los pueblos.

Como se notará, he evitado entrar en una polémica irresoluble sobre cuestiones que Dilla defiende con gran energía. Por ejemplo, si Alfredo Guevara fue un intelectual o un funcionario letrado. Sobre todo si, para más, Dilla ha dicho que puede dictaminar tal cuestión sin estudiar la obra de Guevara. Esa es su opción.

Hay algo más importante en este punto. Los cubanos hemos ganado demasiadas guerras. No estaría mal perder algunas. Por ejemplo, perder la guerra de los insultos, los epítetos, la desconfianza, la simpleza analítica y la asignación de la ética aceptable solo a quien grite un viva o un abajo. Es necesario gritar cuando el grito es la única opción contra el silencio forzoso o contra la situación que no se resiste más. Por lo mismo, otros gritan para defender lo que no pueden perder. Creo que no va a ninguna parte asignar mayor legitimidad a quien grite más su verdad. Creo también que los cubanos necesitamos escuchar, y hacerlo en cualquier caso, si se quiere de veras ver al otro como algo más que un tiro al blanco sobre el cual eternizar las injurias. Además, es necesario recordarlo: hay quien no acepta gritar lo que otros quieren que grite, o que no les gusta gritar. Menciono esto no tanto por Dilla como por el tipo de escenarios que se revela, por ejemplo, en los comentarios que se hacen a intercambios como el nuestro.

Es importante, entonces, interrogarnos con cuáles metodologías los cubanos afrontaremos los encuentros y los desencuentros que seguiremos teniendo en nuestro futuro. Me parece que este es un tema central, y también invito a participar de ello a Dilla, como parte de ese debate que sugiere.

A propósito de tales metodologías, creo que Dilla la anticipa cuando declara afecto hacia mi persona en su respuesta. Yo hago lo mismo, y le sumo el respeto.

Desde ese respeto, me parece un “resbalón” serio —no mencionaré otros—, calificar de “cheerladies” a personas que comparten algunos de mis criterios. El sociólogo no encuentra nada mejor para la invectiva que calificarlos de porristas —no me voy a detener aquí en la lamentable asociación que establece, implícitamente, entre las mujeres y la aceptación que él supone acrítica—, y de “figuras patéticas” que “animan”. Dilla contribuye a la impresión de que se juegan aquí bandos definidos, mientras reparte a granel adjetivos descalificadores, cuando se trata de posturas políticas diversas que no deberían ser reconducidas a los que están a favor o en contra de mi o de él. Por si fuera poco, lo hace cuando cuestiona el elitismo intelectual.

Una última cuestión. Elegguá, el príncipe de las encrucijadas, el rey de las contradicciones, el que abre y cierra los caminos, parece en la analogía de Dilla un dueño “monopolizador” de estos últimos. He aprendido de los creyentes de la regla de Osha-Ifá algo más complejo: Elegguá es el dueño de los caminos, los destinos, y por ello vive en la frontera entre el bien y el mal, y tiende sus trampas para enseñar el camino del bien. Siendo un guerrero, su sabiduría y su compasión, en búsqueda de equilibrio, me parece imprescindible. Esto no tiene nada que ver con mortales que se hacen, o se quieran hacer, dueños terrenales de los caminos. Es sobre ese fundamento que quiero ver sostenido el futuro de Cuba.

Hasta aquí mis respuestas a Dilla en este intercambio en concreto, ha sido una experiencia de la que he aprendido, y que he querido reciprocarle con afecto y respeto.

18 thoughts on “La necesidad de abrir caminos

  • Agradezco esta replica de Guanche, que he disfrutado como todo lo que leo de el. Insisto en mi propuesta del debate. Solo dos aclaraciones: Los porristas de Guanche, ellos(as) no son su culpa, pero nosotros somos nosotros y sus circunstancias. Y los porristas son circunstancias de Guanche. Curiosamente, mientras vitoreaban la parte del debate en que Guanche argumentaba, solo publicaron su articulo, nunca mi duplica (Vg el “libertario” observatorio critico), toda una demostración del Stalin que todos llevamos dentro. Luego, debo acalarar que lo poco que he leido de Guevara es suficiente. Guanche debe conocer lo que se llama en metodologia “efecto de saturación”, cuando lees y lees y no aparece nada nuevo, es el momento de parar, al mnos que quieras hacer una exegesis obstinada. .

  • Es de agradecer que finamente HT vaya diversificando el coro de voces que sustentan la resonancia de este portal en el ciberespacio, más allá del habitual duelo entre Elio Delgado, en una esquina, y casi todos los demás de la otra, cuando es bien sabido que el mundo es mucho más amplio y diverso. Incluso en Cuba. Por eso clamé desde un principio porque este espacio acogiera este debate entre Dilla y Guanche. Quizás sin proponérselo, ambos han sentado el preámbulo de una nueva visión del diálogo entre cubanos de diversa identidad ideo-política.

    Foristas, analistas, redactores, editor, tirios y troyanos: Ante nosotros tenemos el despertar de una época, débil aún, pero con una capacidad de ímpetu intrínseco descomunal. De nosotros todos dependerá que el civismo en la Isla deje de ser un subproducto que enmohece en la tarima de la paciencia nacional. Y para ello todos deberemos exhibir un poco de humildad, que comporte incluso un poco de talante monacal. Como bien acaba de decir Guanche, y lo suscribo sin medias tintas: “necesitamos escuchar, y hacerlo en cualquier caso, si se quiere de veras ver al otro como algo más que un tiro al blanco sobre el cual eternizar las injurias”.

    Entiendo que cuando esa noción cale entre la mayoría de nosotros, estaremos dando los primeros pasos para “reescribir el país”.

  • Confieso que no he visto una discusión que tenga que ser “afectuosa” para ser válida en los debates teóricos que he consultado a lo largo de mi formación y de mi carrera y he pasado por cinco academias, incluida la cubana, en diferentes países del mundo. Sin embargo, esto, en el debate intelectual y político cubano es una condición que pareciera imprescindible para “escucharse” mutuamente. Es el resultado de varias décadas de crispación del debate político por la mordaza e invisibilidad de la pluralidad en la esfera pública cubana y porque los actores protagonistas que han impuesto “la agenda de discusión” han sido las élites políticas dominantes ideológica y económicamente en ambos lados del estrecho de la Florida con presencia monopólica o cuasi monopólica sobre los medios masivos de difusión.
    La mordaza a la que aludo ha sido rasgo distintivo en la academia cubana estableciendo límites epistemológicos y sociológicos a la producción intelectual en la Isla.
    El resultado de ello ha llevado a un sesgo pronunciado hacia una producción normativa mucho más “filosófica” parece ser la justificación, mucho menos histórica, y casi nunca o muy débil desarrollo de análisis sociológicos, que finalmente lo que producen es un abismo entre la producción de pensamiento y la realidad. No por hacer ensayos, o historias del pensamiento se tienen que producir estas distancias abismales, hay autores cubanos en el exterior que no se limitan a una análisis de las ideas al margen de la realidad de sus contextos históricos y de los resultados de estas ideas en los acontecimientos posteriores. Tal es el caso por ejemplo del ensayista e intelectual cubano Rafael Rojas. Lo cito como ejemplo solo para señalar que la manera de producir conocimiento es igualmente válida en ensayos, en historias del pensamiento o en investigaciones sociológicas, siempre que todas ellas demuestren un rigor metodológico en el cual, las ideas no sean extrapoladas de sus contextos históricos, haciendo un divorcio que carece de rigor analítico y pierde valor heurístico.
    La pregunta central que me ha suscitado este y otros debates es ¿En las condiciones de posibilidad de la producción intelectual y del ámbito público cubano es posible sustraerse al sesgo impuesto por la política de censura sobre el pensamiento y la discusión pública? Mi respuesta es negativa y ese sesgo, ya rutinizado por tantas décadas de doble heteronomía del campo intelectual cubano, se materializa en la producción de ideas que se permiten arrojar luz sobre los aspectos “positivos” de acuerdo a las preferencias políticas y a los límites permitidos, e invisibilizar las incongruencias, fracasos, e incluso falta de dimensión histórica ante figuras que no clasifican en esa categoría de ser ningún referente en el desarrollo de la historia del pensamiento cubano. Y pueden ser muy elaboradas como es el caso de Guanche, pero eso no les salva de los límites de su contexto cubano actual. No es un problema de preferencias ideológicas, son las reglas impuestas al campo intelectual y a la esfera pública cubana.

  • Excelente la respuesta de Julio Cesar Guanche que usa un pensamiento profundo y complejo que deschava el pensamiento dicotomico binario que empobrece la polemica y provieniente de Haroldo Dilla que como le faltan pocos pleitos a ejecutar ahora la va a coger con el Observatorio Critico. !Le zumba que venga a sacarle a Guanche una propuesta de debate en la misma prensa partidista donde publicaba uno o dos textos por cada ejemplar!!! De Guanche solo se puede decir: !Bravo, cubano digno!…En cada frente de trabajo o estudio adentro o afuera de nuestra isla se defiende a Cuba y sus pensadores como Roa, Marinello o Mañach. !! VIVA NUESTRA AMERICA!!!!

  • Guanche uso las citaciones para organizar mejor mis ideas: “el socialismo” es sinónimo solo de “comunismo” y no un grupo de tradiciones que incluyen opciones anarquistas, anarcosindicalistas, socialdemócratas, comunistas y socialistas marxistas o no marxistas, laboristas, populistas, republicanas sociales, etc. A mi modo de ver discusión no es entre capitalismo y socialismo la cuestión es de democracia y que el modelo político\económico\social de Cuba debería ser el consenso de esas fuerzas políticas que tu citas como resultado de una Asamblea Constituyente Democrática. Te pregunto ¿cuál es tu posición al respecto¿ Solo me resta decirte que respeto este debate entre tú y Dilla, que conozco el pensamiento de Dilla atreves de sus articulos y el intensos debates que hemos mantenido en CE y ahora en HT, pero realmente a ti te conozco poco y quisiera conocer tus opiniones con respecto al problema concreto de Cuba más tratándose de un intelectual del interior de Cuba.

  • Guanche, discúlpame porque después que pasé el comentario vi que tenía algunas cuestiones de concordancia.

  • Hay que felicitar a ambos, a Dilla y a Guanches. Han desarrollado una polemica de mucho nivel y respetuosa. Dilla se ha vuelto a mostar como uno de los analistas y pensadores mas agudo de nuestra realidad cubana y Guanche como un joven inteligente y capaz. Saludo sobre todo este ultimo articulo, en que sabe mostrar sus cartas dando un final constructivo al intercambio. Saludos a estos dos pensadores

  • El comentario de Marlene Azor deja mucho que desear. Es verdaderamente lamentable que opiniones como estas sean las que muestren una imagen de nuestra educación en cinco academias, independientemente de que tengamos serios problemas o cuestionemos la manera en que son atendidas las necesidades materiales. No hay la más mínima razón para decir que lo que dice Guanche depende de la censura del pensamiento. Nuestros docentes carecen de miles de cosas pero no creo que sea la norma autocensuras aberrantes como dice Marlene Azor es el caso de Guanche, escribiendo un trabajo como este y autocensurandose. ¿tan malos son nuestros maestros como para generalizar que en Cuba todo lo que se produce esta bajo la “censura del pensamiento”? Bonita forma la de Azor de mostrar nuestra realidad, que aunque cruda y amarga, no es la que protagonizan a diario miles de maestros y profesores de Universidad que se alzan sobre sus bajos salarios, sus serios problemas económicos y otros problemas para intentar educar a nuestros hijos para decir lo que piensen sin hipocresia. Como educadora que fui en Cuba detesto generalizaciones como la que hace la Azor, cagandose fuera del tibor. No ataco a la emisaria, sino al burdo MENSAJE.

  • Tienes razon marlene, pareciera que en el caso cubano chocan dos extremos , pero no es asi , choca la pluralidad contra un extremo , y en ese estrecho margen, tiene la intelectualidad de la isla que agarrarse a cualquier recurso que no los coloque en franco territorio enemigo, por eso el tono del dialogo es importante para el analisis ,puesto que una discusion emotiva es casi una invitacion a los de la isla a tomar partido, y ya sabemos lo peligroso que es eso. Agradrezco muchisimo que Dilla y Guanche hayan llevado la discusion al tono amigable y respetuoso.

  • Rafaela, como el comentario de Marlene es bastante extenso en la primera lectura no lo capte totalmente, después de leer el tuyo releí el de ella y en ningún momento ha ofendido a los educadores cubanos, estoy totalmente de acuerdo con tu valoración sobre los mismos, porque en ocasiones ante la criticas despiadadas, en otros foros donde participan foristas, digamos, mas desenfadados, he salido en su defensa en los mismos términos que tú lo has hecho, pero Marlene se está refiriendo a una cuestión producto de la represión y control social del castrismo sobre los intelectuales y por otro lado el dominio de los medios de comunicación del anticastrismo radical, donde también, a mi modo de ver, Guanche esta todavía influenciado por ese síndrome, cuestión entendible porque él está en el interior de Cuba donde es muy difícil la vida de un intelectual que procura expresar sus ideas a través de los medios información limitados disponibles, esperemos que Guanche según se vaya avanzando en la libertad de expresión en Cuba se pueda expresar más auténticamente. Por otro lado el comentario de Marlene es muy importante porque trata de alertar para contrarrestar un mal grave de las dos orillas.

  • Creo que en el seno de la intelectualidad cubana, revolucionaria, de izquierda, socialista, democrática, liberal, siempre habrá enfoques diferentes sobre distintos problemas y asuntos históricos concretos. Esas diferencias dependen de la formación de cada uno, de sus vivencias personales y desde luego de la posibilidad de haber estudiado el fenómeno en concreto. No subestimo ni descalifico estas polémicas, pero en lo personal creo que mucho más ganaríamos si dedicaramos nuestros esfuerzos teóricos y prácticos a buscar y a encontrar soluciones a los graves problemas que aquejan a nuestra nación y para nada puede entenderse que no estime los esfuerzos de Guanche o Dilla en estas dirección. Los considero a ambos intelectuales destacados de la amplia izquierda cubana que, cada uno, desde la posición en que se encuentran han aportado mucho y de calidad a los debates necesarios del momento cubano actual. Por experiencia propia y la de muchos otros, no creo que las conyudas estatales, las imposiciones y los marcos esablecidos por la burocracia de corte neoestalinista, hayan impedido el desarrolo del pensamiento intelectual cubano pero no es menos cierto que han logrado impedir su amplia divulgación. No descalifico estos debates, pero no los estimularía. Demasiado dispersa está la amplia izquierda cubana, para abrir espacios amplios a estos atajos desde su seno. Los quiero y abrazo a ambos.

  • Señora, si algo distingue a estos foros es la calidad de lo que se escribe. Ud me parece prosaica, chismosa. Quien la acredita para decir groserias de marlene Azor? Acaso la conoce Ud? Por favor, porque no se calla?

  • Pedro, estoy totalmente de acuerdo contigo

  • Guanche leí tu entrevista, en Cuba aprendí a leer entre líneas, y ese es el método que use para analizar tus criterios, lo que a mi modo de ver, concuerda con lo que le decía a Rafaela en un comentario anterior. Cito: donde también, a mi modo de ver, Guanche esta todavía influenciado por ese síndrome, cuestión entendible porque él está en el interior de Cuba donde es muy difícil la vida de un intelectual que procura expresar sus ideas a través de los medios información limitados disponibles, esperemos que Guanche según se vaya avanzando en la libertad de expresión en Cuba se pueda expresar más auténticamente”

  • Lo del debate lo mas interesante es para empezar a contraponer las ideas de la izquierda revolucionaria vs con la “izquierda” contrarrevolucionaria, esa que critica por todo y a ultranza al gobierno revolucionario mientras apoyan publicamente y con articulos a las Damas de Blanco, a Yoani, a Rodiles y a cualquier otra causa que la poca, timida, genuflexa y asalariada disidencia enarbola.
    Asi las cosas que esa “izquierda” que critica por todo al gobierno cubano, VISIBLEMENTE SE NOTA, termina paradojicamente aliado en ideas y en la practica, con un grupito de derecha anticubano, persiguen el mismo objetivo cambiar el actual estaus quo en Cuba.Por lo anterior el debate es bueno, ayuda a desenmascar las verdaderas intenciones de los mismos.

  • Yo no estoy de acuerdo, creo que este espacio es muy bueno para debatir , a falta de una esquina y una mesa de domino donde podamos estar todos, cada cosa tiene su propia razon de ser, no empecemos como los revolucionarios cubanos de eliminar lo que no le interesa a la revolucion.

  • Ya llego Humbertico el represor con su ciber acto de repudio. Aunque viva temporalmente en una democracia, no aprende y no entiende que los cubanos tienen el derecho de opinar libremente de lo que se les antoje. Este señor si pudiera dar una paliza por Internet, no duden que lo haria.

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