La “inteligencia” de Ortega para aferrarse al poder

Caricatura por Manuel Guillen / laprensa.com.ni

Ortega no volverá a correr el riesgo de compartir o perder el poder, a menos que sea forzado.

Por Enrique Sáenz  (Confidencial)

HAVANA TIMES – Antes de la pandemia, las realidades económicas y sociales asfixiaban a empresas y familias, y las perspectivas políticas eran confusas. En el presente, la avalancha de contagios, muerte y zozobra, ha agravado las perspectivas económicas, sociales y políticas para la inmensa mayoría de los nicaragüenses. Es natural que en estas circunstancias predominen la incertidumbre y el aturdimiento.

Hay dos preguntas recurrentes que se repiten a nivel nacional y a nivel internacional: frente a esta tragedia ¿Cuáles son los propósitos de Ortega al contrariar las recomendaciones internacionales, alentar aglomeraciones, falsificar datos y dar la espalda a las penurias económicas y sociales de la población? ¿Qué esperar y qué hacer ante tanta confusión?

Vamos por partes. Para descobijar los propósitos de Ortega debemos recapitular una y otra vez quién es Ortega. Y en esto no hay donde perderse porque, para desgracia nuestra, lleva más de 40 años como actor público.

Primero, para Ortega la política es la continuación de la guerra, por otros medios. Toda su vida política, desde sus inicios ha estado marcada por la violencia. Comenzó en el Frente Sandinista con acciones armadas. Fue encarcelado a causa de acciones armadas. Fue liberado de la prisión por una acción armada. Llegó al poder, en 1979, por una insurrección armada. Se mantuvo, en la década de los ochenta, en el fragor de una guerra que ocasionó decenas de miles de muertes. Pasó a la oposición y desde allí desarrolló una estrategia de chantajes, asonadas, violencia y también muertes. Y desde el poder, a partir del 2007, pues ya sabemos.

Con estos antecedentes ¿Cómo puede esperarse una conducta democrática y pacífica? Ortega solamente entiende de vencidos y vencedores. Los diálogos, las instituciones, las alianzas o las leyes son solamente argucias de su arsenal, que utiliza o desecha, según las conveniencias del momento. Hay quienes por ingenuidad, ignorancia o mala fe hablan de que Ortega necesita legitimidad.

Estemos claros: La única legitimidad que él entiende es la cruda y dura realidad del poder. Tenés poder, tenés legitimidad. La realpolitik más descarnada, si lo quieren en el lenguaje de la teoría política. Aunque tampoco a Ortega le interesan las teorías. Los ejemplos de Venezuela y Cuba nos ahorran más explicaciones.

Segundo, la accidentada y dilatada vida política de Ortega le ha enseñado el valor de administrar los tiempos y las contradicciones. A lo largo de estos años, Estados Unidos tuvo los siguientes presidentes: Carter, Reagan en sus dos períodos; Bush padre, Clinton, en sus dos períodos; Bush hijo, en sus dos períodos, Obama en sus dos períodos y ahora Trump. En Costa Rica, Carazo Odio, Figueres, Óscar Arias, dos veces; Luis Alberto Monge, Calderón Fournier, Miguel Ángel Rodríguez, Abel Pacheco, Laura Chinchilla, Luis Guillermo Solís y ahora Carlos Alvarado. Diez presidentes.

Aprendió el sentido de lo transitorio y de lo permanente. Las borrascas pasan, así que si se trata de estirar, estira; y encoge cuando tiene encoger. No entender esas artimañas es simplemente condenarse uno mismo al fracaso en el enfrentamiento político al régimen.

Tercero, durante esos años aprendió que la sobrevivencia política está determinada por la preservación de instrumentos de poder. Después de los noventa estuvo al menos dos veces a merced de sus adversarios políticos. Una de ellas cuando se quedó solamente con cinco diputados en la Asamblea y en minoría al interior de la dirigencia del Frente Sandinista. La otra fue con el caso de Zoilamérica Narváez. En ambos casos, quienes tenían el poder de liquidarlo políticamente, titubearon, más bien le dieron la mano y lo hicieron socio. Cuando tuvo oportunidad no tuvo contemplaciones y liquidó políticamente a ambos contendientes.

De ahí su aferramiento obsesivo. Preservar el poder lo ve como una cuestión de sobrevivencia. Ortega no volverá a correr el riesgo de compartir o perder el poder, a menos que sea forzado.  Con mucha mayor razón ahora que a la política ha unido cuantiosos intereses económicos familiares.

Finalmente, resulta divertido cuando algunos analistas hablan de la inteligencia de Ortega. La inteligencia de Ortega es la siguiente: Es el único político que a lo largo de estos años ha controlado los servicios de inteligencia y de seguridad de Nicaragua.

El ingeniero Bolaños me contaba, y esto no es ninguna infidencia porque también lo declaró en una entrevista, que cuando tenía que abordar un tema delicado con un ministro se iba al estacionamiento de la casa de la presidencial porque sus oficinas estaban plagadas de micrófonos y sus teléfonos interceptados.

Y cuando fue a interponer un recurso a la Corte Centroamericana de Justicia se fue en el carro de una asistente para que no lo siguieran y no supieran adonde iba. Igual con doña Violeta, Antonio Lacayo o Arnoldo Alemán. Pero no solamente ellos, también mandos militares y policiales, políticos, empresarios, autoridades religiosas, han sido y son objeto de vigilancia. Ahora, con las nuevas tecnologías, con mucha mayor razón.

Esta es “la inteligencia” de Ortega, que ha sido una de las principales fuentes de su poder.

Pero no basta con la información sobre adversarios, aliados o potenciales contendientes. La principal ventaja de Ortega es que carece completamente de escrúpulos. No tiene reparos en mentir, pactar con el diablo si fuera el caso, sobornar, encarcelar, perseguir, garrotear, intimidar, chantajear o arrebatar vidas y propiedades.

Nada ilustra más lo dicho que las fatídicas y tenebrosas frases del finado Tomás Borge: Digan lo que digan, hagamos lo que tengamos que hacer, el precio más elevado sería perder el poder.

A pesar de este historial, los años pasan, la edad y el ejercicio absoluto del poder terminan por desgastar, las mentiras se agotan y la gente va dejando de creer. Y cuando se entra en esta decadencia los errores de cálculo comienzan a menudear, acelerando el desplome. En esta etapa entrado Ortega y su régimen. Sin embargo, no se caerá solo, ni de un día para otro.

Volvemos entonces al principio ¿A qué apuesta Ortega con esta gestión criminal de la pandemia? ¿Cuáles son los errores de cálculo que ha cometido y cómo podemos capitalizarlos? ¿Qué nos corresponde hacer a quienes aspiramos a una Nicaragua con libertad y democracia?